Con los ojos cerrados

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-Ya no puedo seguir con esto- dije tirando la libreta al suelo -si leo algo más sobre los tipos de texto y sus características comenzaré a tener un colapso nervioso.
-No seas tan dramática- grito mi madre desde la otra habitación. -una semana más y te olvidarás de los exámenes.
-Eso no es cierto; el siguiente tetramestre también tendré exámenes y todo se repetirá, los siguientes cuatro años también; me graduaré de la universidad y seguiré teniendo exámenes.
-¿De qué exámenes hablas Alice?
-Examen de sangre;de manejo, de embarazo, de alcohol y drogas...
-Por ahora sólo preocupate con aprobar el de comunicación integral.-sentenció mi madre -y abre los ojos.
-¿Por qué? -dije abriéndolos lentamente-con los ojos cerrados estudio mejor.
-Eso dijiste la última vez y te quedaste dormida toda la tarde.-me recordó mi madre viéndome desde el marco de la puerta. -tengo que irme, te deje algo de comida en el microondas. Ya te sabes las reglas ¿cierto?
-Claro- hablé sentándome en la esquina de la cama -no contestar el teléfono a números desconocidos, no abrir la puerta, no hacer fiestas alocadas y sobre todo no comer en la cama.-dije mientras sacudía unas mijagas de galleta.
-Alice- resoplo mi madre con tono fastidiado mientras se daba media vuelta y se marchaba-estas advertida.
Momentos después lo último que vasto fue el sonido de la puerta cerrarse para que la lista mental de cosas por hacer surgiera en mi cabeza:
1.-Contestar el teléfono.
2.-Abrir la puerta a los desconocidos de la fiesta.
3.-Hacer todo lo anterior desde la comodidad de mi cama con un plato de cereal.
Al final sabía que no haría ninguna de esas cosas; si no quería reprobar o retomar exámenes extraordinarios tendría que estudiar; por lo que levante los apuntes del suelo y comencé a repasarlos. Pasaron veinte minutos en los que sentí que merecía un descanso así que me levante y encendí la televisión para ver una película, cuando está acabo estaba tan inspirada que decidí escribir un poco, busque un papel y fui al cajón que se encontraba en el dormitorio de mi madre para tomar una pluma, al abrirlo casi me da un infarto.
Dentro de este se encontraba un sapo disecado que estaba abrazado a la pluma como si su vida dependiera de ello, lo que era irónico ya que estaba muerto, lo que más me petrificó fue el hecho de que sus manos y pies estuvieran clavadas a la cubierta de madera del bolígrafo, como si fuera un mini Jesús clavado en la cruz, sólo que en este caso no era Jesús y mucho menos era una cruz. No podía imaginar lo que había llevado a mi madre a comprar tal cosa, con miedo la tomé y lentamente la acerqué a mi, temía que en cualquier momento abriera sus ojos y saltará sobre mi. Levante mi mano para tocarla y al instante la aparte ya que se sentía rasposa, su espalda llena de protuberancias me ponía la piel de gallina, nunca había visto algo parecido. Era tan extraña pero había algo en la pluma que llamaba particularmente mi atención.

No me di cuenta en que momento la había tomado ni el como llegué a mí habitación hasta que estábamos frente a frente, yo lo miraba mientras este con sus ojos firmemente cerrados me desafiaba en un duelo en el que yo tenía más probabilidades de perder.

De pronto una idea vino a mi cabeza y tan solo pensarlo provocó que quisiera irme a hacer una revisión profunda de mi estado mental, es decir, ya estaba lo suficientemente grande como para pensar en los cuentos de hadas pero aún así quería comprobar que si besaba a un sapo ningún príncipe aparecería ante mí.
-¡Suficiente!- le grité -No es mi culpa que la televisión me haya llenado la mente con estas ridiculeces.
Los segundos pasaban y cada vez que lo miraba me sentía más como una loca, no todos los días te encontrabas gritándole a un sapo disecado. Así que decidí finalizar con esto.
Tomé la pluma entre mis manos y lleve la boca del sapo a la mía mientras cerraba los ojos y contenía la respiración, fueron solo unos instantes pero vasto para quitarme el remordimiento del: "que hubiera pasado si..."

A la mañana siguiente me levante como si mi cuerpo estuviera poseído, había recordado que sólo había estudiado para un examen así que hice todo lo posible para levantarme, saque mis pies y al tocar el piso pateé algo caliente y pesado que me hizo devolverme a la cama. Estaba completamente oscuro por lo que no podía ver nada a mi alrededor, la única manera de encender las luces era levantandome y cruzar la habitación, dude un momento pero era quedarme todo la mañana aquí o estudiar; pensandolo bien prefería quedarme aquí pero luego recordé que necesitaba hacerme de esos puntos, tenía que ganarle a Camila en química si quería que dejara de presumir por cinco segundos sobre su calificación "la más alta como siempre" teniendo eso en mente me puse de pie sobre el colchón y me aventé viendo mi vida pasar frente a mis ojos, fueron los cinco segundos mas cortos en los que se resumieron los 17 años de mi vida, cinco segundos en los que me tomo llegar y golpearme contra el suelo. Un sonido horrososo salió de algún lugar de la habitación, sonaba como si alguien tuviera hipo mientras estaba siendo estrangulado, lo que era una mala combinación.
-¡Por favor no me hagas daño!- fue lo primero que salió de mi boca para después ir retrocediendo hasta tocar la fría pared.
-¿Qué?-alguien respondío con tono distorsionado desde el otro extremo de la recámara.
-¡Oh Dios mío!- dije tapando mis oídos.-Esto no está pasando, sólo es una pesadilla.
Pellizque mi antebrazo tan fuerte como pude pero aún así no lograba despertar de lo que fuera esto. Comencé a palpar a mi alrededor y encontré un zapato, lo que servía prácticamente para nada pero aún así lo use como proyectil. Lo aventé sin ningún lugar fijo pero supe que le había dado al blanco cuando escuché un quejido.
Me levanté rápidamente del suelo e inicie otra vez la búsqueda a ciegas, tenía que encontrar el interruptor a como diera lugar. Entre tropiezos pude llegar a él; quería presionarlo pero a la vez no, tenía miedo. Por algo siempre escuchaba la famosa frase: "la curiosidad mato al gato."
Lo encendí y giré al mismo tiempo, lo que encontré supe que se quedaría grabado para siempre en mi memoria.
Un chico se encontraba desnudo en un rincón de mi habitación.
-¿Qué demonios?-dije con ambas manos sobre mis ojos -¡maldito pervertido fuera de aquí!
Pasaron minutos y no escuchaba respuesta alguna, pensé que todo había sido parte de mi imaginación pero al bajar las manos lo encontré ahora frente a mí tratando de ponerse el zapato en su mano izquierda.
-¿¡Qué haces!?-le dije acercándome para quitárselo de sus manos-eso no...-al verlo más de cerca me había quedado sin palabras, sus manos estaban llenas de sangre, había dos hoyos que daban paso a través de las palmas de sus manos de una manera dolorosa.
-Esto no puede ser cierto-me dije a mi misma, giré y no tarde mucho en encontrar lo que buscaba. La pluma se encontraba sobre mi escritorio pero ya no había ningun sapo abrazándola de una manera extraña. Estaba a punto de hablar de nuevo pero fui detenida al sentir una mano tocando mi rostro, me acariciaba con delicadeza y miedo, como sí temiera que le gritara o lo golpeara, o ambas.
-¿Quién eres?- dije apartando su mano de mi cara.
El chico abria su boca pero la cerraba al instante, como si algo le impidiera emitir sonido alguno. Paso un largo tiempo pero al final logró articular algo con dificultad.
-No lo se.
-Bueno-dije retrocediendo para ir a bucar algo de ropa. -"No lo se" tienes que vestirte.
Abrí mi closet pero comencé a frustrarme al no encontrar nada que darle.
-No tengo ropa para chicos.
El comenzó a acercarse hasta estar alado mío y extendió su mano para tocar una larga falda azul con toques dorados que abarcaba gran parte del espacio.
-No creo que quieras usar eso, estamos en el siglo XXI pero aún así la gente te miraría raro- hablé para llamar su atención. -Creo que ya se lo que puedes usar, -dije mientras abría los cajones y sacaba un pants, una camisa negra y una chaqueta de mezclilla que me quedaba lo suficientemente grande.-No te daré ropa interior a excepción de estos calcetines; dudo que quieras probarte los sujetadores, esas cosas fueron creadas para torturar. Escucha -dije mirándolo a los ojos-saldré para que te cambies, no destruyas nada.
Y así sin más lo deje solo, dándome a la idea de que esto en verdad estaba pasando.

Besar sin respirar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora