Chassé

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—Ravenclaw, Ellen.

Escuchó su nombre, procedente de aquella masculina voz que Logan, –el director de escena–, poseía. Las rodillas parecían haber perdido un par de tornillos y le temblaban como si fueran débiles palillos de madera, lo cual estaban bastante lejos de ser. U par de largas y bien torneadas piernas que había desarrollado a lo largo de los entrenamientos le habían ayudado a llegar hasta donde se encontraba ahora: su primer casting.

Era de sorprender que una alumna tan joven como ella consiguiera la oportunidad de participar por el papel protagónico del ballet de temporada, pero así era. Con su andar delicado, la joven de diecinueve años dejó los bastidores para enfrentarse a la mínima pero exigente audiencia que decidiría si merecía el papel o no. Emma Black, la directora de la Academia Mágica de Artes Dramáticos; Logan Smith, director de escena y coreógrafo; y las tres profesoras a cargo de los cursos de danza clásica. No había rastro de la dama de fuego en la audiencia, y aunque a muchas de las participantes les tranquilizaba el saber que tan dura juez no se encontraba presente, a Ellen más bien le causaba desconfianza.


El cuello bien tenso, los brazos en primera posición, los pies bien plantados en el escenario, luciendo su par de puntas blancas que "alguien" había enviado como obsequio, Ellen esperó a que las primeras notas escaparan del piano para moverse a ese compás, sin rastro alguno del temblor que los nervios le habían producido segundos antes de presentarse frente a sus jueces.

Delicada, ligera, como una nube de vapor que se envuelve en la música, dándole forma física a ésta y al mismo tiempo firme, precisa e impoluta, la aspirante a protagonista desarrolló la danza sin dejar siquiera una mancha en el margen de error que todos esperaban, pese a que en su cabeza había resonado en más de una ocasión los reproches que las profesoras solían hacerle cuando ingresó a la Academia, apenas dos años atrás.

«Ravenclaw, pareces un palo, muévete con armonía»

«¿Eres frígida o qué? No tienes talento para esto, no hay pasión»

«Madame Ashley estaría muy avergonzada de ti»

No sólo escuchaba las voces de las tres mujeres sentadas al frente como recuerdos en su cabeza, sino también la muy conocida voz de su Madre, su juez más duro, su primer enemigo. Cada palabra que resonaba en su cabeza no hacía más sino obligarla a esmerarse más en su danza, dejó que todos los sentimientos que la abrumaban durante días y noches dentro de esa Academia escaparan por sus poros y sus extremidades con elegancia, firmeza y precisión. Toda esa pasión que le habían exigido durante años fue visible y palpable en esos instantes, dejando anonadado a más de uno.


—Las demás señoritas pueden volver a sus habitaciones. —anunció un extasiado Logan, colándose tras bambalinas en búsqueda de la joven y misteriosa señorita que acababa de robarle el aliento en el escenario.

—Pero señor, faltan más de diez.

—No es mi problema —replicó, abriendo sin tocar la puerta del camerino de Ellen—, yo ya tengo a mi ballerina.

La aludida giró el rostro con gesto sorpresivo, a pesar de haber visto ya por el reflejo del espejo la presencia del director, mientras se quitaba las horquillas del cabello.

—Señor Smith.

—Logan, preciosa. Sólo dime Logan —aclaró, sin perder un segundo en tomar asiento junto a la ojiazul, tomándole las manos sin modestia alguna—. Eres un tesoro, ¿no te lo habían dicho ya? ¿Desde los cuantos años bailas? Mi hermosa ballerina.

Ellen emitió entonces un suave vaivén de cabeza, negando, confundida, creyendo que quizá buscaban a la ballerina equivocada.

—En realidad llevo apenas un año y medio aquí, nunca antes...

—¿Curso de verano con clases de ballet? —interrumpió el hombre.

—No.

—¿Hija de bailarines?

—No, no, yo...

—¿Qué te trajo, pues, a honrar este sitio con tu talento? —Logan parecía ahora mucho más interesado en la señorita, de lo que lo había estado antes, sin dejar de apretar y acariciar incesantemente las pálidas y delgadas manos de la fémina.

El éxtasis del ambiente se disolvió cuando un pesado suspiro salió de los labios rosados de la castaña, una sonrisa triste que no llegaba a su mirada apareció en sus labios y sin mirarlo, respondió.

—En realidad, se supone que esto es mi castigo.

Melodías para una bailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora