—¡Deprisa! —bramó el recluso novecientos noventa y nueve, moviendo la mano, incitando a Woklan a que se apresurara en cruzar la compuerta.
El crononauta, jadeando, corría forzando su cuerpo al máximo. Cuando le faltaba poco para alcanzar la entrada del hangar, un haz de energía pasó cerca de él e impactó contra un lateral del corredor. Se cubrió la cara con el brazo para que los chispazos no se la quemaran y soltó un chillido.
—¡Vamos! —vociferó el recluso, con la mano sobre el cierre, preparado para sellar la entrada.
Otro haz pasó cerca de la cabeza de Woklan y destrozó parte del techo. El teniente, sintiendo los intensos latidos de su corazón, saltó, cayó dentro del hangar y rodó por el suelo.
El presidiario presionó el cierre y la compuerta empezó a sellarse. Mientras las gruesas placas de metal se movían produciendo un fuerte chirrido, observó cómo Vheret les partía el cuello a los dos hombres que habían abierto fuego.
Sin que Woklan lo supiera, no fue alcanzado por los haces gracias a la hija del profesor Ragbert. Vheret golpeó los brazos de los carceleros instantes antes de que dispararan y evitó que lo pulverizaran. Para ella, Woklan era demasiado valioso. Para ella, el crononauta era la llave que le daría acceso al suceso originario, el objeto que usaría para alcanzar el poder de un dios: el poder de moldear la realidad con el pensamiento.
—Zorra —dijo el recluso, contemplando cómo el cuerpo sin vida del segundo carcelero caía al suelo—. Si nos volvemos a ver, ten por seguro que te haré sufrir. —Antes de que la compuerta se cerrara, por un par de segundos, observó la cara plagada de rabia de Vheret; el odio bullía en la hija de Ragbert.
Woklan se levantó, miró el hangar y examinó las naves. La mayoría estaban destrozadas y las que no estaban desguazadas no se libraban de las grandes capas de óxido.
—No puede ser. —Se giró y, con nerviosismo, le dijo al recluso—: Estamos atrapados. Ninguno de esos trastos va a sacarnos de aquí.
—Shhh... —Sin darse la vuelta, manteniéndose enfrente del mecanismo de cierre, el presidiario añadió—: Controlar la energía Gaónica, conseguir que fluya en pequeñas dosis, requiere concentración.
El crononauta se quedó quieto, observando cómo el brazo de recluso brillaba con un tenue fulgor. El recluso, por su parte, respiró rítmicamente, dejando que lo único que le surcara la mente fuese el sonido del aire que entraba y salía de los pulmones.
Tras unos segundos, cuando se hallaba en sincronía con su respiración, meneó los dedos, notó cómo la energía se movía por la piel y tocó el mecanismo de cierre.
—Espero que funcione... —Retrocedió un par de pasos.
La compuerta se recubrió con una tenue película de energía que acabó siendo absorbida por el metal. Justo cuando empezaron a escucharse los golpes que daba Vheret desde el otro lado y los gritos que profería, la estructura se fue moldeando. El mecanismo de cierre desapareció y también lo hizo el acceso a la sala. La puerta se convirtió en una densa estructura metálica que estaba unida a la pared del hangar.
Woklan, asombrado, soltó:
—¿Cómo...? ¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has conseguido que desaparezca la compuerta?
El recluso lo miró con las facciones reflejando fatiga y el sudor recorriéndole la cara.
—He alterado la realidad. —El asombro del crononauta se incrementó al escucharlo—. Canalizando un poco de energía Gaónica, he conseguido que la compuerta se convierta en una pieza de metal sólido. —Hizo una breve pausa—. Sinceramente, no creía que lo lograría. Hasta ahora, la única vez que pude moldear la realidad fue alterando el color de un pétalo de rosa. —Lo miró fijamente a los ojos—. Aunque ahora... —Bajó la mirada y observó las manos recubiertas con una fina capa de energía—. Ahora no sé por qué, pero siento que puedo llegar a controlar la energía Gaónica. —Guardó silencio un instante y murmuró—: Quizá en no mucho pueda empezar a controlar los saltos.
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Entropía: El Reino de Dhagmarkal
Science FictionWoklan despierta sobre un charco de sangre dentro de una nave de La Corporación: la entidad encargada de explorar las líneas temporales. No recuerda nada, no sabe cuál ha sido el destino de sus compañeros y tampoco es consciente de que ha caído en l...