—Haneul, es tu turno.
Una leve sonrisa apareció en el rostro de la chica al escuchar su nombre, mientras una de las monjas la guiaba en dirección al pequeño altar de color blanco donde reposaban el pan y el vino.
Hoy era su cumpleaños número diecinueve, y también el día en el cual terminaba su etapa de monja aprendiz para aumentar a la última etapa de todas.Todas las monjas del convento fueron testigos durante tres años del increíble empeño que aquella chica ponía por ser una perfecta hermana, obedeciendo y cumpliendo cada paso para consagrarse a Dios.
Su honradez, su bondad, su gran corazón desde que nació la hacían ver como un auténtico ángel entre todas las mujeres, pareciendo así un milagro. Ella era la pureza personificada.
Ninguna era capaz de asimilar la santidad de Haneul; era insuperable.Los ojos de la joven revolotearon felices al llegar al altar, la Madre Superiora sostenía la tela negra y blanca del hábito que le sería regalado. El hábito que demostraría, por fin, que Haneul se había convertido en una miembro más de la orden religiosa.
—Gracias, madre. —murmuró la chica, inclinándose antes de aceptar el atuendo.
Los aplausos de todas las mujeres se hicieron presentes en la Iglesia del convento al segundo, felicitándola amablemente.
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—¡Haneul! —se hizo presente la voz de Sophie, una de las monjas de larga edad.
Sus viejas manos empujaron la puerta de la capilla hasta dejar ver a la joven nombrada, quién se encontraba rezando frente a la enorme cruz de Jesucristo. Abrió los ojos al notar la presencia y se puso rápidamente en pie, inclinándose a modo de saludo con educación.
La anciana sonrió tierna y se acercó a ella, para seguidamente empujarla con cuidado hacia la puerta.—¿Qué ocurre, hermana?
—Ve a tu habitación y prepara una maleta. Se me olvidó comentar que esta noche, tú y el resto de las hermanas del Juniorado participaréis en una ayuda al centro de Psiquiatría de Busan durante las próximas semanas. Siento mucho no haberte avisado antes, pero...
—No te preocupes. —se adelantó a decir, regalándole una sonrisa tranquilizadora—. Ya sabes que estaré encantada de participar.
La anciana sonrió con satisfacción y ladeó levemente la cabeza, entrelazando sus propios dedos sobre el pecho.
—Admiro tu paciencia conmigo, Haneul. Ya soy una vieja que está perdiendo la memoria.
—Tonterías, estás estupenda. —murmuró alegre, antes de comenzar a caminar por los pasillos hasta llegar a su habitación.
Horas después, sus cosas ya estaban bien organizadas y se encontraba junto a Venus, su pelirroja amiga que vestía con ropa casual a diferencia de ella, que usaba el largo hábito. El autobús que las llevaría a ellas y al resto al psiquiátrico se había retrasado, lo que había causado varias molestias en las abadesas; amantes de la puntualidad.
—Oí decir que el autobús se retrasó por cambios de última hora. —comentó Venus, masticando un trozo de pan del sándwich que su amiga estaba compartiendo con ella.
Haneul alzó una ceja y la observó, tragando antes de hablar. Tan educada como siempre.
—¿Qué tipo de cambios?
—No seremos las únicas en dar ayuda a ese psiquiátrico. Según escuché, el seminario les permitió a los nuevos sacerdotes ofrecer también su colaboración.
La mirada de la pelirroja se tornó levemente oscura y una sonrisa salió de ella ante la idea de ver a hombres; Venus no era normal en el convento, puesto que fue obligada por sus padres.
En su interior, era todo lo contrario a una monja.
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► 7 Deadly Sins. -bts
Fiksi Penggemar"Cumplir con la palabra de Dios siempre fue un honor, hasta ahora." ► Próximamente. ► Sin corregir. ► NO adaptaciones. ► Actualizaciones lentas ► Contenido adulto. { contenido explícito, violencia, lenguaje vulgar. } ✓ Heterosexual. ©...