"Frágil"
Los sonidos de la cama al rechinar, su piel sudorosa y asquerosa sobre la mia.
Frágil como porcelana
"Una hermosa muñeca obediente de porcelana"
El sudor debajo del colchón no era mío y sin embargo podía sentirlo apoderarse de mi piel corrompiendo poro a poro.
"Tienes una hermosa piel"
Un tirón del pelo hacia arriba y sus manos en mi espalda, obligándome a arrodillarme en el colchón.
Mire por el rabill del ojo con su mano derecha trataba de quitarme mis pantalones de dormir, sus besos asquerosamente húmedos fueron pasando a mi cuello, recorriendo mis hombros. Algo inundó mi cuerpo, sentía asco, sentía vergüenza de mí mismo, yo no deseaba eso. ¿Por qué dejaba que me tocara de esa manera?
"Eres mi princesa, mi dulce muñequilla"
Porque yo era suyo, a su merced y totalmente obligado a obedecer a mi amo, porque las muñecas vacías solo sirven para "Ser bellas y obedecer"
Porque no tenía a dónde ir, ni a donde escapar.
"Porque soy tu único dueño"
Y lo sería, hasta que fuera necesario.
Sus dedos mojados de saliva rodearon mi entrada y de un empujón, dos de ellos entraron violentamente. Reprimí un quejido y Aurelio Antonio Rodrigues Vivar del Monte Quemao me acarició el cabello con cuidado, haciendo "shh" en mi oído. Cerré los ojos con fuerza, mordiendo mi labio mientras que una lágrima salía de mis llorosos ojos.
Asentí en señal de aceptación a su cuerpo y sus intenciones.
-Buena niña...
Me acercó de la cintura, su miembro rozaba mi entrada, palpitante, deseoso, asqueroso y mórbido. Me aferré a las sábanas y arqueé mi espalda hacia abajo, levantando mi cadera.
Porque asi le gusta a mi dueño. Porque las muñecas obedecemos.
Sentí su miembro invadir mi entrada, lancé un inaudable quejido, dejándolo al aire, tomé una bocanada de aire, tratando de relajar la tensión de mi cuerpo.
Abrí los ojos exaltado, mi cuerpo temblaba, un sudor frío me recorría por el cuerpo, unos escalofríos se apoderaban de mi cuerpo, y sentía mi cuerpo adormecido.
Me palpé la cara con las manos, aferrando al tacto de la realidad y la idea que este era el presente, mi presente.
Habían pasado casi 8 años desde la primera vez que fui tocado por mi Amo, que fui llamado Hermosa Muñeca y que fui recogido de la calle por aquella amable religiosa.
Pero no importa cuánto tiempo lleve aquí, las pesadillas nunca se van y nunca se irán. La culpa no se lava, el asco no termina y la muñeca no reniega.
La puerta sonó, me levante de la cama y abrí, encontradome con una pequeña niña rubia, otra más de las que viven aquí.
-La madre superiora tiene algo para ti.- Murmuró con aquella voz infantil y dulce, a mi también me gustaba usar ese tono de voz una que otra vez.
La mayoría del tiempo estaba haciendo de niño chico pero a nadie parecía importarle.
Asentí levemente hacia la niña la cual se fue dando saltitos, me adentré de nuevo a mi habitación y tomé ropa limpia para darme una ducha.
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