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Me arden los ojos de estar mirando tanto tiempo las luces de ese horrible lugar, esa sensación de cuando te queman y empiezas a ver manchas negras por donde mires, alejó la mirada, estoy cansada, ahora mismo lo único que quería era un descanso. Un par de minutos para cerrar mis ojos y olvidarme del resto del mundo. No pedía mucho, tan sólo uno minutos prolongados de silencio. Estaba agotada después de trabajar tantas horas seguidas. Necesitaba salir de ahí y perderme.
En un acto reflejo miré el reloj de mi muñeca, las agujas apenas se habían movido desde las cuatro de la mañana. La noche se me estaba haciendo eterna además de tediosa. Si no hacía algo iba a terminar enloqueciendo. Así que cogí aire, me levanté de mi silla y salí decidida de la consulta, aprovechando que no había ningún paciente.
A veces soy como una prófuga que vaga intentando encontrar indulgencia. Me suelo esconder entre los pasillos del hospital como una vulgar ladrona. Sobre todo en las noches de guardia, en las que prácticamente nunca hay tiempo para descansar porque siempre hay alguien que te acaba encontrando. Es inevitable, pero forma parte de lo obvio. Si al salir de esta habitación no experimentara un ligero vuelco de estómago, no tendría ningún interés mi pequeño juego ocasional; por eso me recreo en mi huida. Ya que me he montado una historia en mi cabeza ¿qué mejor que creérsela?
Tuerzo por el pasillo central, que sale de la zona de planta, como una autómata. Mis pies se mueven solos. Se perfectamente a donde me dirigen pero les dejo actuar por instinto. Me gusta disfrutar de esa parte de mi cerebro que es autosuficiente y es capaz de pensar por mi, cuando llevo mas de veinte horas despierta.
Meto las manos en los bolsillos de mi pijama, rebuscando entre mis pocas pertenencias. Encuentro mi móvil debajo de un bolígrafo de propaganda, el teléfono de las guardias y una protector labial. Haga lo que haga en Madrid, siempre se me secan los labios. Lo odio con toda mi alma.
Miro la pantalla de mi teléfono mientras escucho los sonidos de mis pasos de fondo. Se me escapa una risa al comprobar que mis amigas son incapaces de defraudarme. Sábado que trabajo, sábado que salen de fiesta. Es una ciencia exacta y un pasatiempo particular de mis tres mejores amigas: Alex, Paula y Sofía. Sobre todo de Sofía, a la que cariñosamente llamamos Sofi desde el colegio. Le encanta torturarme con fotos de sus conquistas. Como si necesitase aportar pruebas de lo mucho que funcionan sus encantos. Me río mirando la foto por el hospital. Está posando con un hombre excesivamente musculado, y lleva colgado un letrero en las manos en el que se puede leer perfectamente: ¿After en el Gregorio Marañón?
– ¿Será puta? – pienso, mientras se me escapa una risa sorda.
Aparco un momento mi móvil al llegar a mi lugar de destino. El olor a café aguado, que despide la máquina expendedora, consigue sacarme un ruido de placer. Podría ronronear como un gato sobre esta máquina ahora mimo. Ese futuro café y yo, somos lo más cercano a la felicidad que conozco en este momento.
Me siento en el suelo, con un vaso de plástico hirviendo entre las manos, mientras pienso en Sofi. Seguro que el pobre hombre acabará cegado como lo hacen todos. No le culpo, es una preciosidad: rubia, alta, lista y con carácter. Tiene ese poder demoledor que arrasa por donde pasa y que consigue obnubilar a cualquiera.
La verdad es que por mucho que me queje, cuando me envía fotos, o la oiga cotilleando por el chat de mi móvil con Alex y Paula, me encanta que no dejen de alegrarme las noches de guardia. Hay días duros y noches muy largas. Es genial saber que están ahí, a tan solo diez centímetros de mi alcance.
Estiro mi espalda sobre la fría pared y vuelvo a posar las manos sobre el teclado del teléfono, dispuesta a contestar a Sofi por el chat común que tenemos.
Elena: ¿alguien me da un abrazo? Es gratis. ¿Enserio?
Paula: Jajaja ¿Qué tal va la noche?
Elena: Estoy escondida al lado de la máquina de café, no te digo más. ¿Y tú?,¿al final has ido a casa de Lucía?
Paula: Sí, su compañera de piso no duerme aquí hoy.
Sofi: Di que sí preciosa, disfruta. ¿Qué pasa Elena, no te ha gustado mi foto?
Elena: Espero que tu letrero signifique que vas a abandonar al explorador para venir a desayunar conmigo.
Paula:¿Qué explorador?
Elena: El hombretón que no puede cerrar los brazos. ¡Parece un croassant! ¿De donde te sacas a estos hombres?
Paula: Jajaja. No hay nada que hacer, es un caso perdido.
Sofi: ¿Y vosotras que sabréis? Todo el día hablando de mujeres. Para una vez que subo una foto de un hombre...
Paula: ¡Oye! Qué seamos lesbianas no quiere decir que no tengamos criterio.
Elena: ¡Bien dicho, Paula!
Alex: ¿No me vais a dejar dormir, verdad?
Sofi: Alex deja de protestar y silencia el móvil. ¿Qué haces en casa? ¿Por qué no me has llamado?
Alex: Tenía cine y se ha alargado. Podías haberte pasado un rato.
Paula: ¿Qué habéis visto al final?
Alex: Primer.
Sofi: Lo sé Alex, pero entiéndeme...
Alex: Entenderte es un misterio de la humanidad. A las rubias no las comprende nadie.
Elena: La última vez que me pusiste esa película, me hiciste un diagrama sobre las paradojas temporales. ¿De verdad pretendías que fuese Sofi?
Alex: A Sofi no le vendría mal ver algo interesante de vez en cuando.
Sofi: Por eso no te preocupes Alex, estoy viendo a alguien súper interesante en este momento. Además los sábados por la noche son para salir.
Elena: O trabajar...
Alex: Rubia, un respeto.
Paula: A las reuniones de Alex también van hombres, Sofi.
Sofi: Sí, un diverso grupo de frikis...¿Cómo se llamaba el último novio de Alex?
Paula: Lucas.
Elena: No, el último fue Iván.
Paula: Es verdad. Madre mía...ese hombre daba miedo.
Sofi: ¿Ese no era el acosador?
Alex: ¿Podéis dejar de hablar de mi como si no estuviera aquí? ¡Gracias!
Elena: Sí, Sofi. Estaba obsesionado con el blog de Alex.
Alex: Además ¿que culpa tendré yo de atraer sólo a hombres rarunos?
Paula: Rarunos es quedarse corta, Alex.
Sofi: Y eso que no para de destripar películas por la red. Sigo sin explicarme como tienes tantos seguidores.
Elena:Jajaja. No lo puede evitar, es parte de su encanto personal.
Alex:¡Aquello sólo ocurrió una vez! Que mala es la envidia...
Conozco a Alex desde que éramos pequeñas. Vivimos las dos juntas en un piso en Ponzano, junto con nuestra amiga Paula. Llevamos vidas completamente paralelas y aún así conseguimos sacar tiempo para estar siempre conectadas. No se...supongo que somos una clase especial de familia. Para nosotras contar con el resto es tan necesario y habitual como respirar.

El y ellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora