La calle estaba mojada, aunque la lluvia no era muy intensa...
El limpiaparabrisas se movía con un ruido monótono. Martín no levantaba el pie del acelerador mientras sujetaba con fuerza el volante. El centro de la ciudad se iba vaciando y con ellos el alma comercial de la ciudad. Primero los bancos y después alguna que otra tienda. El reloj de la fachada de la oficina de correos marcaba las 14:40. Un grupo de personas esperan en la marquesina de la parada del autobús con las solapas del abrigo levantado y la nariz enrojecida.
—Vamos a llegar muy justos de tiempo —le dijo Alicia.
—Tranquila, Alicia, lo tengo todo calculado. Llegaremos un cuarto de hora antes y repasaremos el plan.
—Pon la radio Martín —dijo desde el asiento trasero Adrián.
—Queréis dejarme tranquilo, estoy conduciendo —gritó Martín, mientras bajaba la ventanilla —este cacharro no corre más.
—Ya te dije que robáramos el Golf rojo, un GTI de 140 caballos, con ese no nos coge ni toda la policía de la ciudad.
—Ya lo sé, Adrián, pero ese coche era muy llamativo y nosotros tenemos que pasar desapercibidos.
—Pues yo con el dinero del atraco me pienso comprar un carro de 170 caballos, con cambio automático y con un equipo de música de 80 watios —dijo Adrián.
—Pues yo pienso gastarme todo el dinero en zapatos de tacón de aguja y ropa. Iré a esa zapatería de Serrano, donde van las artistas de cine, y le diré al dependiente que me saque todas las novedades de París y Milán —dijo Alicia, mientras se abrochaba la chaqueta vaquera.
Los tres jóvenes llevaban toda la mañana en el coche. Desde la ventanilla vieron la sucursal del Banco Central. Estaba justo en la esquina, entre las calles Sancho García y Obarenes; a la izquierda, un pequeño parque con niños jugando y a la derecha comenzaba una larga avenida llena de comercios, que terminaba en la circunvalación.
—Bueno, ¿os acordáis de todo? —dijo Martín.
—Sí —contestaron a la vez Alicia y Adrián.
—Vamos a repasar el plan. A las tres en punto saldréis del coche. Entraréis en la sucursal. Tú, Alicia, irás directamente hacia el cajero, mientras tú, Adrián, le cubres desde la puerta. Dos tiros al aire para impresionar y nada más. Le pides al cajero que te llene la bolsa de deportes, mientras Adrián apunta al director de la sucursal.
—Entendido —contestaron Alicia y Adrián.
—Yo os estaré esperando con el coche en marcha para salir disparados con el dinero. Saldremos por la avenida y en dos minutos estaremos en la circunvalación. Una vez allí, ya estaremos a salvo.
Casi era la hora y el termómetro de la fachada del banco marcaba 8 grados. Había gente en el paso de peatones. Dos jóvenes se besaban apasionadamente, mientras que en el primer piso una anciana bajaba la persiana de la ventana.
En la acera de enfrente, justo delante del banco, aparcaba un furgón blindado. Se abrió el portón trasero y dos hombres de uniforme azul se bajaron y se dirigieron hacia el Banco Central. Uno de ellos, llevaba una saca de monedas; el otro, algo más alto, llevaba gafas de sol y una pistola enfundada.
—¿Estáis listos? En cuanto se vaya el furgón blindado, entramos nosotros —dijo Martín, mientras se mordisqueaba el labio.
—Sí —dijo Adrián, mientras se tapaba la cara—, aunque espero que no se me reconozca con este fular.
—Tranquilo, Adrián —contestó Alicia—, no te reconoce ni tu madre Irene.
Martín miró por el retrovisor. Se acercaban dos policías.
—Guardar las armas y disimular. Se acercan dos guardias por la acera —dijo Martín algo nervioso.
Los agentes se acercaron al coche y tocaron en la ventanilla.
—Venga chavales, otra vez vosotros. Vale de jugar aquí. Os hemos dicho muchas veces que no juguéis en este coche abandonado. Salir de aquí y marchar al parque a jugar. Que no os volvamos a ver otra vez más en el coche o se lo diremos a vuestros padres para que os castiguen.
—Vale, vale, señor policía. No hemos hecho nada, solo estábamos jugando a policías y ladrones...
-- FIN --
@Jony Arnaiz
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ATRACO A LAS TRES...
Mystery / ThrillerATRACO A LAS TRES... ... Una sucursal bancaria, tres jovenes atracadores, un coche... son los tres pilares de una historia que intenta mantener en vilo al lector hasta el final.