Capítulo 1.

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En octubre de 1914, un artefacto que muchos tomaron por un panteón rodante se detuvo una tarde frente a la sombrería Soo en la ronda de San Antonio. De él emergió la figura altiva, majestuosa y arrogante de Jongin, ya por entonces uno de los hombres más ricos no ya de Seúl, sino de Corea, cuyo imperio de industrias textiles se extendía en ciudadelas y colonias a lo largo de los ríos de toda Daegu. Su mano diestra sujetaba las riendas de la banca y de las propiedades territoriales de media provincia. La siniestra, siempre en activo, tiraba de los hilos de la diputación, el ayuntamiento, varios ministerios, el obispado y el servicio portuario de aduanas, señor mayor de al menos 46 años.

Aquella tarde, el rostro de bigotes exuberantes, patillas regias y testa descubierta que a todos intimidaba necesitaba un sombrero. Entró en la tienda de los Soo y tras echar un vistazo somero a las instalaciones miró de reojo al sombrerero y a su ayudante el joven KyungSoo y dijo lo siguiente: <<Me han dicho que de aquí, pese a las apariencias, salen los mejores sombreros de Seúl. El otoño pinta malcarado y voy a necesitar seis chisteras, una docena de bombines, gorras de caza y algo para llevar en las Cortes de Busan. ¿Está usted apuntando o espera a que se lo repita?>>. Aquél fue el inicio de un laborioso, y lucrativo, proceso en el que padre e hijo aunaron sus esfuerzos para completar el encargo del reconocido político Jongin. A KyungSoo que leía los diarios, no se le escapaba la posición de éste, y se dijo que no podía fallarle ahora a su padre, en el momento más crucial y decisivo de su negocio. Desde que el potentado había entrado en su tienda, el sombrerero levitaba de gozo. Jongin había prometido que si quedaba complacido, iba a recomendar la tienda a todas sus amistades. Ello significaba que la sombrería Soo, de ser un comercio digno pero modesto, saltaría a las más altas esferas, vistiendo cabezones y cabezolines de diputados, alcaldes, cardenales y ministros. Los días de aquella semana pasaron por ensalmo. KyungSoo no acudió a clase y pasó jornadas de dieciocho y veinte horas trabajando en el taller de la trastienda. Su padre, rendido de entusiasmo, le abrazaba en tanto en cuanto e incluso besaba sin darse cuenta. Llegó al extremo de regalar a su esposa  un vestido y un par de zapatos nuevos por primera vez en catorce años. El sombrerero estaba desconocido.

Un domingo se le olvidó ir a misa y aquella misma tarde, rebosante de orgullo, rodeó a KyungSoo con sus brazos y le dijo, con lágrimas en los ojos: <<El abuelo estaría orgulloso de nosotros.>>
Uno de los procesos más complejos en la ya desaparecida ciencia de la sombrería, técnica y políticamente, era el tomar medidas. Don señor, padre Jongin tenía un cráneo que, según Soo hijo bordeaba el terreno de lo amelonado y agreste. El sombrerero fue consiente de las dificultades tan pronto avistó la testa del prohombre, y aquella misma noche, cuando KyungSoo dio que le recordaba ciertos fragmentos del macizo de Montserrat, el señor Soo no pudo sino que estar de acuerdo. <<Padre, con todo respeto, usted sabe que a la hora de tomar medidas o tengo mejor mano que usted, que se pone nervioso. Déjeme hacer a mí>>. El sombrerero accedió de buen grado y, al día siguiente, cuando Jongin acudió en su Mercedes Benz, KyungSoo le recibió y le condujo al taller. Jongin al comprobar que las medidas se las iba a tomar un muchacho de catorce años, se enfureció: <<Pero ¿qué es esto? ¿Un criajo? ¿Me están tomando ustedes el pelo?>> Kyungsoo, que era consciente de la significativa pública del personaje pero que no se sentía intimidado por él en absoluto, replicó: <<Señor Jongin, pelo para tomarle a usted no hay mucho, que esa coronilla parece la Plaza de las Arenas, y si no le hacemos rápido un juego de sombreros le van a confundir a usted la closca con el plan Cerdá>>. Al escuchar estas palabras Soo padre, sintió morir. Jongin padre, impávido, clavó los ojos en KyungSoo. Entonces para sorpresa de todos se echó a reír como no lo había hecho en años.

<<Este chaval suyo llegará lejos, Suu>>, sentenció Jongin padre, que no se acababa de aprenderse el apellido del sombrerero.

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⏰ Última actualización: Apr 21, 2016 ⏰

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