RESPIRAR NO ES VIVIR

INFANCIA

Infancia

Mis recuerdos son borrosos, aunque mis padres no me dejaban mucho salir a jugar y las veces que podía hacerlo era lo mejor. Me iba muy bien en el colegio siempre ocupaba el primer lugar era muy feliz y me sentía orgullosa, también llegué a creerme cantante, usaba la ropa más colorida y brillante de mi mamá y daba los mejores conciertos según mi gran imaginación. Estuve en un coro, estar en el escenario era un sentimiento de temor y libertad, me sentía como una estrella, como la nube más alta y en completo equilibrio. Amaba cantar, pero como todo con el tiempo la vida nos abre los ojos y nos hace chocar, sacándonos de la fantasía.

No recuerdo cuantos años tenía pero ese día perdí una gran parte de mí, fui a casa de una amiga a jugar y para mi mala suerte ella había salido con su mamá, me iba a ir pero su papá me llamó y me dijo, ¿quieres una moneda? Por favor era una niña, las monedas eran tesoros para mí, le dije, sí, y entonces él me dijo pero yo también debo ganar algo ¿no? Me quedé callada no entendía, así que me pidió que me dejara tocar... Iba a salir corriendo pero era tarde, fui muy lenta, me llevó a la cama y me ató, se acercó a mi parte íntima, perdí la conciencia y cuando abrí los ojos ahí estaba él, guardando su genital mientras me miraba extasiado, luego de un rato llamaron a la puerta, era su esposa y mi amiga, él inmediatamente me desató, me tiro dinero a la cara como si fuera una prostituta y se fue a bañar rápidamente, mientras me cambié y peiné, vi en el suelo una caracola que tenían en la puerta para no permitir que se cerrara y la estrellé en el espejo, la esposa al escuchar ese ruido y al ver que él no salía sacó las llaves para entrar, podía escuchar como luchaba con la perilla hasta que él abrió, ella asustada le preguntó por el ruido y él mintió diciendo que se cayó el espejo, automáticamente salí corriendo de esa casa para nunca más volver.

Pasaron los días y mi amiga al no tener razón de mí, me insistía que fuera a jugar en su casa, pero yo solo sacaba excusas y las piernas me temblaban de temor no sé porque pero terminé preguntándole que si su papá la trataba bien o de forma diferente, a lo que me dijo que no, me sentí bastante aliviada por ella, aunque nunca me atreví a contarle lo que había pasado ese día realmente...

Después de ese mal episodio empecé a sentir asco por los hombres y el contacto físico, si alguien me abrazaba pensaba que quería lastimarme así que me fui alejando de las personas, no salía de casa, dejé de cantar, y me volví una máquina de estudio, sé que es difícil de creer pero sí, sin importar mi corta edad me concentré totalmente a sacar buenas calificaciones, a ser mejor y a nunca permitir que nadie me pasara por encima, desde ahí mi carácter se formó duro, egoísta, desconfiado, vacío, simple, amargado y negativo. Porque sí, no soy como soy porque quiera sino por las situaciones que he tenido que pasar sola...

Fui creciendo y cambiando de colegio, de "amigos", de ambiente, de caminos y de vida. A mis 10 años cursaba el grado 5 en un colegio religioso, y como venía de otro tipo de colegios que para nada tenían esa temática traía conmigo ciertos juegos.

Estar en ese lugar era algo irreal, se sentía una verdadera y grata paz, algo muy nuevo para mí, pero como siempre me  había costado ser parte de la corriente se me dio  por jugar al duendecito, para los que no saben este es un juego que consiste en llamar al duende y hacerle preguntas de SÍ, NO O TAL VEZ con unas monedas del mismo valor y año, obvio era para darme una pinta de chica mala y para asustarlos un poco, les dije a mis compañeros las reglas y que si no salían del juego el duende los iba a visitar durante la noche... Así que comenzó el juego, jugamos esto durante días sin problema alguno hasta que un día mi papá me fue a recoger al colegio y como las monedas eran mías interrumpí el juego, salieron casi todos con permiso de dicha criatura pero uno de mis compañeros nada que podía salir así que le quité las monedas porque estaba de afán, salí corriendo y le dije que lo iban a asustar en la noche, pero pues nunca escuché de malas experiencias con el juego simplemente para mí era un mito algo para pasar el rato, hasta que al otro día llegó el chico todo aruñado y muy nervioso entonces le pregunté ¿qué le pasó? Y me dijo, nada... Al rato me llamó el rector y me hizo varias series de preguntas y al chico afectado, este nos contó que en la noche lo había asustado algo y que le había provocado esos rasguños me quedé algo preocupada ante lo que él nos comentaba, lo trágico de la historia es que me iban a expulsar del colegio por mi mala conducta y por estar haciendo "pactos con el diablo" pero lo que más me molestó es que le dijeron a mis padres que había jugado a la OUIJA como siempre exagerando, y me mandaron al psicólogo como condición para evaluar mi estado, desde ahí mi amistad con los psicólogos. 

Ese mismo año fue la primera vez que lastimé a alguien, en el salón había una chica muy guapa  la verdad, pero con un pequeño defecto, era súper informativa con los maestros y por esa razón todos la rechazaban, recuerdo que una vez la invité a jugar con nosotros porque de verdad quería que fuera parte del grupo, sabía  lo que era sentirse solo y al menos con un poco de compañía la carga era menos pesada; Jugó con nosotros varias veces era muy chévere pero como todos siempre terminamos por ser quienes somos y ella era una chismosa innata.  Un día unos chicos  del salón propusieron robar un examen porque sinceramente eran muy complicados con temas muy avanzados para nuestra edad y lo hicieron, aunque no quisieron pasar la copia a Wen porque todavía no era realmente parte del grupo, entonces ella enojada contó al rector y castigaron a todo el salón por la falta, pero como yo tenía un buen desempeño académico asumieron que no estaba implicada hasta que ella dijo que yo había sido la de la idea, esa mentira me enojó demasiado y como soy algo impulsiva con mis amigas planeamos darle un pequeño susto...