Un viernes trece

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Dicen que los viernes treces son días de mala suerte… pues tienen razón. Les contare por qué se los aseguro.

Me desperté con el pie izquierdo, literalmente. Al levantarme de mi cama le piso (sin querer) la cola a mi gato, lo que hace que la bola de pelos me arañara la pierna. Buen comienzo del día, ¿no creen? Después de lanzar de una patada al gato a la pared, me decidí en comer cereal. Puse mi taza, le eche el cereal dentro y la leche… pero cortada. Asqueado, me dirigí a mi trabajo sin desayunar.

No importa, no importa. Comeré en el trabajo. Me dije. Yo trabaja en un restaurante de comida rápida. El nombre no interesa.  Mientras caminaba (corría) al trabajo… ¡boom! Alguien choca contra mí. Eso no es lo malo.  Lo malo es que derramo su café CALIENTE en camisa/pecho.

Estaba a punto de insultar a esa persona hasta que me doy cuenta de que es una chica… muy linda. Todo una modelo de catálogo. Al parecer fue algo mágico. Nos miramos por un rato. Ella reacciona y se disculpa, me dice su nombre y yo, por alguna razón, le digo que estaba camino al trabajo. Me dice que será mi primera clienta del día. Que así me pagara.

“Me paga” y antes de marcharse me dice “¿Estarás aquí después de las 4 PM?”, en ese tono seductor. Le respondo con un “Si” y se marcha. A las 4 PM (no exactamente) vuelve a entrar al restaurante. Pide un helado y se sienta en un lugar donde puedo vera perfectamente (y viceversa). Termina mi turno (8 AM a 4:30 PM) y ella sigue ahí. Me acerque a donde ella estaba y le suelto “¿Me estas siguiendo?” con un toque de tono seductor. A lo que ella me responde “Te invito un café.” Ignorando olímpicamente mi interrogación. Astuta. Negué con la cabeza, “¿Un café? No, otra cosa, ¿Un trago?”. Ella acepta y salimos de ahí.

Sí, todo bien. Lo malo comienza ahora. Después de unos tragos, nos besamos. Un beso… no sé cómo describirlo. No porqué fuera fantástico o algo por el estilo. Todo lo contrario. Sí, lo sé, sonó cruel, pero es la verdad. Con unos pocos tragos, la chica ya estaba hecha una cuba. Calabaza, Calabaza, todo mundo pa’ su casa, recite en mi mente. Pero como todo un caballero, me ofrecí a llevarla a su casa (ya que estaba borracha). Para colmo la chica vivía al otro lado de la ciudad. ¡Yo solo quiero descansar en mi pequeño departamento!

Bueno, la subí a su auto y nos dirigimos a su casa. En el camino, la atractiva chica me informa que se sentía mareada. De repente, me planta un beso… ¡¡SOLO PARA PASARME SU VOMITO!! Después de tragarme asqueado su vómito, llegamos a su linda morada. Ella me entrega las llaves. Entramos. Me indicó donde estaba su habitación. Con ella apoyada en mi hombro, la llevo a su cuarto. La deposito sobre su cama y un papelito sale volando de la cama al suelo. Lo tomo y le pregunto “¿Qué es esto?”, ella atontada por el alcohol me confiesa que es lista de los chicos que se ha tirado. La ojeo y mi quijada casi llega al suelo. “¡Mas de 400!”, exclamo y ella asiente “Es que me gusta follar.”, me confiesa.

Mierda. ¡Esta tipa es una ninfómana!, exclamo en mi mente. La ninfómana me besa. Y deja de nuevo el sabor a vomito. Se agacha y me desabrocha el pantalón. El sonido de la puerta al abrirse retumba. “Puta sea. Mis padres.”, dice ella despreocupada. Giró la cabeza para encontrarme con un señor que me mira con cara de asesino y a una mujer muy pálida, a punto de desmayarse.

Seguramente no era una linda imagen de ver. Su hija con su rostro a la altura de mi entrepierna. Y yo con los pantalones abajo.

Para mi suerte, la vieja cae desmayada. Eso me da tiempo para salir corriendo del cuarto. Con el pantalón a mis tobillos no es mucha velocidad la que consigo. Me subo el pantalón y oigo aproximarse hacia mí. Y comienza una persecución con el padre. Mierda. Corro lo más rápido que puedo. Un zapato pasa por mi lado izquierdo. Lanza el otro y este me da en las costillas, pero eso no me detiene. Ignoro el dolor y corro hacia la salida. Al fin fuera de la casa y con un padre insultándome a unos metros.

Tomo el primer taxi que veo y salgo de ahí. Al salvo. Mi día termina… bien. Al llegar a mi departamento, sin pensarlo, me tumbo en mi cama.

Conclusión: Nunca, nunca, confíes en una chica (o chico) linda si se te cruza un viernes trece... o algo así.

Nota: esta historia es ficticia. Algún parecido con la realidad, es pura coincidencia.

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Hola! Esta es la primera historia que subo. Se me ocurrio de golpe y lo subí! Si les dio gracia, los entretubo, o algo, deja un comentario. Si te gusto, una estrellita :D ¡Y GRACIAS POR LEERLA! 

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