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Respiré profundo, tenía que actuar como una mujer adulta, no podía ser una pendeja en este momento, si hacía algo contra la Feña, haría un escándalo, la prensa estaba a unos cuantos metros más allá, mi padre llegaría en cualquier momento y la Maithe estaba ahí, el Charles nunca me perdonaría si su hija se entera de toda la mierda por mi boca. Así que solo cerré los ojos e hizo todo lo posible para calmarme.

—Papi— escuché la voz de la Maithe. Abrí mis ojos, la Feña me miraba con una sonrisa triunfante y el Charles solo evitaba mirarme— mira ahí viene la abu con el Renato— suspiré, mejor arrancaba de este lugar, no creo que salga nada bueno de esto.

—Hijo— dijo la mamá del Charles— ¡Qué lindo el gol que hiciste!

—Gracias mamá— se removió incómodo. Luego tomó a su hijo en brazos— Hola enano ¿cómo estás? — el pequeño le sonrió. Luego el Charles comenzó a hacerle cosquillas y el pequeño se reía. Era demasiado enternecedora esa imagen que no pude evitar que una sonrisa se pusiera en mi rostro.

—¿Qué hace esta niñita aquí? — dijo la mamá del Charles cuando se dio cuenta de mi presencia.

—Mamá— dijo el Charles en tono de reproche.

—Abu pero si ella es la amiga de mi papi, la que me regaló a Fuleco— dijo la Maithe sin darse cuenta de lo incómodo del momento— Hola—me dijo acercándose a mí. Me sonrió por lo que le sonreí de vuelta.

—Hola— respondí. Sentía la mirada de todos sobre mí. El Charles me miraba con su cara de nada y su mamá y la Feña me miraban con el ceño fruncido. Odiaba la atención.

—¿Tú conoces al Fuleco real? — preguntó la Maithe cortando el silencio incómodo que nadie se atrevía a romper. Solo atiné a asentir con la cabeza. — ¡Yo también quiero conocerlo!

—Si quieres te lo puedo presentar— hace unos momentos vi a ese mono, además quería escapar de aquí como fuera antes de hacer alguna cosa estúpida... La Maithe empezó a saltar emocionada.

—¡Vamos ahora! — exclamó. Sí por favor, voy donde quieras, estoy chata de las miradas escrutadoras de esas dos mujeres, siento que en cualquier momento me matan.

—Está bien— respondí.

—Papi, papi— fue donde el Charles— deja que el Renato vaya con nosotros porfis, porfis. —le comenzó a tirar el short al Charles, para que la pescara. El cara de nada puso cara de pensativo. ¡Al fin tiene cara de algo!

—Bien, llévenlo— respondió— pero cuídenlo bien— dijo mirándonos a las dos con advertencia.

—Te lo prometo Charles, pinkie promise— levanté mi dedo meñique. Él sonrió e ignoró mi dedo, maldito no quiso sellar la pinkie promise... Solo me pasó el Renato para poder tomarlo entre mis brazos.

—¡Ahora vamos! — gritó la Maithe. La seguí con el Renato en brazos, el cabro chico era demasiado rico, tenía olor a guagua y sonreía a cada rato, creo que lo estaba amando. Y con su manito jugaba con un mechón de mi pelo. Lo enredaba entre sus dedos y luego lo soltaba para volver a hacer el procedimiento. ¡Qué bebé más lindo! Además tenía unas mejillas regordetas, no me podía resistir a la tentación de apretarlas y él ni siquiera se enojaba solo se reía. La Maithe estaba toda desesperada por entrar a Fuleco ¿Dónde se metía ese mono cuando lo necesitábamos? La Maithe igual era muy tierna, era un amor de niña. La niña era demasiado alta, tenía como seis años y era de mi porte, no mentira exagero, pero era muy alta para una niña de su edad, pasaba la mitad de mi brazo, bueno yo tampoco era muy alta que digamos. Finalmente encontramos al bendito Fuleco la Maithe se volvió loca, y abrazaba y abrazaba al mono y el Renato no le había soltado la nariz en todo el rato al mono. Pobre tipo atrás de Fuleco debía estar chato, así que les tome unas cuantas fotos a los cabros chicos para poder irnos.

I'm not the only one || Charles Aránguiz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora