12. La cuerda floja

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Narra Inuyasha:

Han pasado tres o cuatro semanas desde que fui hospitalizado, desde que la vida me reencontró con Kikyô. De verdad que verla convertida en agente de la salud me había dejado desconcertado, ¿quién diría que tomaría caminos benefactores luego de tener una adolescencia llena de crueldad?
Dejo los palillos a un lado y observo cómo el idiota de Sesshômaru juega con su teléfono, de vez en vez sonríe, las otras veces (cuando supongo que se da cuenta de que no está solo) pone toda su intención en controlar los músculos de su cara para no sonreír. Pongo los ojos en blanco y suspiro en mi interior. Está idiotizado, se ve a lo lejos. Aunque sea la primera vez que presenta tanta tontería junta, yo puedo soportar verlo así de inútil, después de todo es mi hermano, pero la que no puede manejar la situación es Kagome. Tal vez debe darse por enterada que ella jamás lo puso así, de esa manera. Mientras Sesshômaru salía con Kagome, él nunca dejó de ser la persona que era, un extremo meticuloso. Pero ahora, desde que tiene un nuevo cariño, parece un adolescente en celos, ha cambiado muchísimo.
Obviamente que, al darme cuenta de la nueva relación de mi hermano, me la pasaba haciendo todo tipo de comentarios hirientes para que mi querida ex cuñada los escuchara. Para mi alegría diaria, ella solía caer en todos mis aportes crueles, lo que incentivaba el surgimiento de nuevos e ingeniosos sistemas de dolor.
Con el pasar de los días Kagome se volvió aburrida. Ya no se enfadaba cuando decía algo sobre la nueva pareja de Sesshômaru, no se iba a su cuarto fingiendo no tener hambre, no me lanzaba esas penetrantes miradas que me maldecían de todas las maneras existentes. ¿Qué le pasaba? ¿Le había dejado de importar Sesshômaru y entonces el asunto de la nueva novia había quedado en el pasado? ¿Ya había yo podido romper su integridad y por eso ya no se resistía? Cuál fuere el caso, así no tenía gracia, así era aburrido, razón por la cual dejé de meterme en su cuarto. Si ella no iba a resistirse a la hora de someterla de verdad que ya no me servía, que no tenía ningún motivo para ver su cara.

Esa tarde debía ir al consultorio de Kikyô para mostrarle el resultado de los análisis que me había practicado. Había estado dudando bastante sobre si acercarme a ella o no, me preguntaba si mis movimientos no estaban siendo demasiado impulsivos, no podía moverme como peón, mis (seguidillas) debían ser las de un rey.
De camino al hospital me detuve para comprar un ramo de azucenas blancas, el cual debía darle a la Doctora Kikyô como agradecimiento por haber cuidado bien de mí durante la estadía en su área de trabajo. En realidad sólo buscaba halagarla y hacerla sentir importante, agrandar su imagen, que se sintiera omnipotente, para luego ir destrozándola, desde el interior, paso a paso.

-Estoy muy agradecido -tendí el ramo hacia ella con una sonrisa -, gracias por cuidar de mí.
La sorpresa que muestra su cara es digna de capturar en una fotografía. Toma el ramo y lo contempla demasiado rato para mi gusto. Acto seguido sonríe.
-No hacía falta que te tomes semejante molestia, cuidar de mis pacientes es mi trabajo, después de todo. Luego de la consulta le buscaré un florero, es un gran gesto de tu parte -expresa.
-Es que luego de haber sido dado de alta me sentí algo mal por el incidente y creí que debía hacer algo al respecto -fundamento suavizando mi voz, mostrándome avergonzado, aunque en realidad ningún tipo de emoción más lejana a esa sentí. Si hay algo que siento, eso es orgullo propio. Tal vez algo demasiado egocéntrico, pero qué más da -. Por cierto, estos son los resultados de los análisis que me encargó -le digo pasándole una carpeta por el escritorio.
Kikyô toma la carpeta dejando el ramo de azucenas a un lado. Comienza a ojear los folios y realiza anotaciones en mi legajo. Su rostro se vuelve algo inexpresivo por unos instantes, luego recupera su semblante social.
-Inuyasha, lamento tener que darte esta noticia, pero los exámenes no arrojaron resultados positivos -anuncia.
Sus palabras me dejan frío, hacen que mi plan comience a desbaratarse.
- ¿Qué...?
-Bien pudo haber un error en el laboratorio, te adjuntaré una orden médica para que repitas los exámenes. Hay que estar al margen de cualquier tipo de error.
-Entiendo eso, pero, ¿de qué tipo de afección estamos hablando...? -no quiero que me vea vulnerable, trato de poner fortaleza en mi voz.
-Creo que es algo apresurado hablar sobre eso ahora. Toma las órdenes -dice mientras sella y firma cada una -, son de carácter urgente, espero verte esta misma semana para confirmar la información.
-De acuerdo, Doctora, espero que no sea nada grave -digo volviendo a retomar mi papel de chico indefenso.
Kikyô sonríe con su gesto de modelo publicitaria con el fin de tranquilizarme.
-Deseo lo mismo que tú.
Agarro los papeles y me despido de ella, no sin antes poner mi mano suavemente sobre la suya.
-Gracias por cuidar de mí, le estoy muy agradecido -quito la mano y desaparezco tras la puerta.
Me alejo rápidamente de su consultorio y busco un baño. A medida que me voy acercando a destino comienzo a marearme, luego a perder la noción del espacio y del tiempo. Cuando vuelvo a la realidad estoy en uno de los cubículos del sanitario con la cabeza contra uno de los paneles. Apenas reconozco el lugar donde estoy.

Sensual ParanoiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora