Capítulo 19| Aquel día...|
La noche reinaba fuera de la construcción de piedra y mármol. Las estrellas reluciendo y la Luna en lo más alto del cielo, era todo un espectáculo. Afuera solo podía oírse el cantar de los grillos. Era una noche bastante silenciosa, a comparación de otras. Mientras que la mayoría dormía en sus habitaciones, otros prefirieron quedarse en la sala, disfrutando del calor de la chimenea y una taza de té.
La tenue luz de las velas encendidas en la biblioteca pasaba por debajo de la puerta, iluminando mínimamente el obscuro pasillo lleno de puertas. Entre el silencio del lugar, las risas de dos jóvenes resonaban en todo el lugar. Algunos se quejaban, gritando que guardaran silencio y se fueran a dormir, más esos dos no parecían tener intenciones de dormir hasta mucho más tarde.
Laura se encontraba sentada en uno de los viejos sillones de cuero de la biblioteca, mientras que se cubría con una manta que había llevado de su habitación. Armin había decidido tomar asiento en el cómodo –mejor dicho frío y áspero– piso de madera. La pequeña mesa a su lado estaba repleta de libros. Algunos de historia, otros llenos de mapas y algunos que Armin había llevado en secreto para poder disfrutar junto con Laura.
Ambos habían estado casi seis horas en la biblioteca. Tras acabar la cena, se encaminaron hacia allí. Cerraron la puerta y se dispusieron a preparar el lugar para una divertida noche entre amigos. Libros, mantas, un par de manzanas y miles de anécdotas que contar. ¿Qué podía ser mejor? Ah, claro, prepararse para lo que vendría dos días más tarde: la expedición. De más está decir que TODOS se encontraban aterrados. Algunos más que otros. Los preparativos comenzaron casi con un mes de anticipación, aunque muchos dejaron un par de cosas para después. Pero ahora eso no les importaba para nada. Estaban allí para divertirse y dejar a un lado las preocupaciones. Solo se preocupaban por disfrutar, reír y convertir ese día en uno para recordar.
–¿Te molesta que te haga una pregunta? –dijo de repente Armin, mientras cerraba un libro y lo dejaba a un lado. Laura, quien estaba a unos metros frente a él, asintió en señal de que continuara hablando–. Es... es sobre hace un par de años. Cuando apenas ingresamos a las tropas, ya sabes.
Laura soltó un sonoro suspiro. Se dejó caer sobre el respaldo del sillón, mirando hacia el techo. Recordó el día en que conoció a Marco. Él siempre tan dulce, tan atento, tan... tan Marco. Pasó unos segundos haciendo memoria, hasta que recordó que Armin aguardaba para hacerle una pregunta.
–L-lo siento, Armin –dijo–. Puedes hacerme la pregunta.
–Y-yo –carraspeó– quería saber si recuerdas algo de aquella vez que te enfermaste, cuando sucedió lo de... Marco.
Su corazón le dio un vuelco al oírlo pronunciar su nombre. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que alguien lo mencionó. Sonrió, a pesar de que aquel día no fue muy bonito.
–Creo... que no.
–Tú –Armin desvió su mirada hacia los labios de Laura, luego miró nerviosamente hacia el suelo. Sus blancas mejillas se tornaron rojas en un instante. Recordó todo lo sucedido ese día y le fue inevitable soltar un casi inaudible suspiro, el cual Laura, para su suerte, no llegó a escuchar–. Tú me besaste.
[...]
Apenas los primeros rayos del tenue sol de primavera iluminaron el patio del cuartel cubierto de flores, un par de ojos obscuros como la noche le dieron la bienvenida desde una de las ventanas más altas del edificio.
Laura cerró sus ojos y disfrutó de las caricias de la brisa matutina le daba. Las hojas del pino junto a la ventana se mecieron con el viento, dándole un cosquilleo en la yema de los dedos. Movió un par de ramas que obstruían su vista y clavó sus marrones ojos a lo lejos del bosque, hacia donde la muralla se encontraba. Ni él mismo comprendía el porqué de aquel interés suyo por el mundo exterior, pero le daba igual. Laura quería salir, quería conocer, QUERÍA SER LIBRE. A pesar de no contar con el apoyo de su familia, continuaba latente en su pecho aquella ambición de probar lo prohibido.
–Algún día... –murmuró apoyando su cabeza en sus manos y mirando al horizonte, por donde el sol comenzaba a elevarse e iluminar todo el cuartel con su radiante luz.
Tras un rato de soñar despierta con el mundo que tanto deseaba conocer y explorar, decidió finalmente volver a la realidad y bajar para darle los buenos días a sus compañeros de la Legión.
Destapó por completo sus piernas y apartó las blancas sábanas que cubrían su cama. Abrió la ventana y corrió las cortinas, dando paso a que la luz iluminara por completo su pequeño pero acogedor cuarto. Caminó con una enorme sonrisa hacia el baúl a los pies de la cama, donde la mayoría de su ropa se encontraba guardada. Tras deshacerse del largo camisón lavanda, se colocó su ropa de soldado: la chaqueta con sus tan soñadas Alas de la Libertad en la espalda, unos pantalones blancos, botas marrones y una camiseta color turquesa. Como siempre, en su muñeca derecha, oculta debajo de la camiseta y la chaqueta, se encontraba su inseparable pulsera con dijes de coronas y rosas de oro. La tuvo toda su vida, según recordaba. Era su objeto más preciado, después de su libro sobre el exterior que tía Mary le regaló en su cumpleaños número ocho.
Acomodó un poco su chaqueta y luego asintió ante el gran espejo en la pared.
Apenas la yema de sus dedos rozó el picaporte de la puerta, aquella enorme sonrisa que estaba grabada en su rostro desde el momento en que vio al sol asomarse por el horizonte, desapareció.
–"Tú me besaste, ¿lo puedes recordar?"
La voz de Armin resonó en su cabeza. Ya llevaba cuatro días evitándolo. Se escabullía por los lugares más recónditos del cuartel con el simple objetivo de NO cruzarse con Armin en su camino hacia el comedor, su cuarto o cualquier lugar dentro y fuera del enorme castillo.
–"Me sentí extraño, como si de repente me inundara una felicidad indescriptible".
Estaba avergonzada de haberlo hecho. Dijo que le gustaba Marco y un par de horas después se encontraba besando a Armin. Ella consideraba que Marco había sido su primer beso, pero no. Estaba equivocada. Fue Armin. Y ELLA lo besó. Lo peor de todo fue que lo llamó "Marco". Ella creyó que estaba besando a Marco.
–Yo... yo no puedo hacerlo –pensó–. No tengo idea de por qué lo hice, por qué Armin no me detuvo y por qué no recuerdo nada de lo sucedido. Solo sé que estaba enferma, y fue luego de que Marco me rechazara.
Apartó bruscamente su mano de la puerta. Retrocedió, mientras cruzaba ambas manos sobre su pecho. No. No iba a salir. No sabiendo que Armin estaba allí fuera, aguardando a que ella saliera. Lo sabía desde el fondo de su alma. Y, aunque sonara muy paranoico, tenía miedo de cómo reaccionaría él al decirle que fue todo un error, que ella no quería hacerlo y todo fue causa de la fiebre que tenía.
–¡No pienso arriesgarme!
Apenas abrió la puerta, se echó a correr por el desolado pasillo superior. Era todo un trayecto bastante largo, el cual hacía con tal de no ver a Armin. Porque tenía miedo. Porque se sentía muy idiota tras haber recordado... lo sucedido aquel día...
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Buscando las Alas de la Libertad #1| Shingeki no Kyojin Fanfic ©
FanfictionLibro #1 Tras capacitarse como soldado en la Tropa de Reclutas n°104, Laura Baker finalmente tendrá la oportunidad de conseguir un puesto en su mayor sueño: La Legión de Reconocimiento. Más antes de dar el primer paso, deberá pasar por varios obstá...