Efecto inesperado

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Desde la mudanza que no he logrado concebir amistades, resulta casi dificultoso por mí "rebeldía". Años antes cuando residía en el barrio de "toda la vida", sinceramente me era fácil entablar estas relaciones "interpersonales". Ahora el proceso se invirtió totalmente, de modo que, empieza el aburrimiento en cadena que me hace sobrepasar los límites de la ansiedad máxima. Todo el día no es ninguna gracia. El exceso de soledad me produce inquietud, e incluso malestar estomacal. Y a veces, en ciertas ocasiones, siento la necesidad de ser libre y conseguir "amigos". Lamentablemente solo percibo lo primero cuando mi "amo", un joven de 18 años –el cual aprecio bastante y quiero con demasía–, tras llegar de sus estudios, cada día me lleva a dar caminatas; aunque no todos, a decir verdad. 

Me dirigió hacia la bella plaza -repleta de juegos infantiles- cercana a nuestro reciente hogar, a despejarnos un rato. Y yo intentaba disfrutar mi momento de libertad, moví mi cola rápidamente para reflejar la alegría momentánea imperante. El jovencito me ordenó sentarme en el pasto fresco, aunque no deseaba realizar esa acción, solo anhelaba continuar con la caminata. Sin embargo, mi "amo" decide acariciar mi cuello, relajándome y quedándome a su lado acompañándolo en el césped. Se avecinaba la vuelta a casa, regresaban los síntomas descritos antes, desvaneciéndose en lo absoluto ese grado de apaciguamiento interior. Acto seguido, el jovencito me llevó hacia el patio y me sirvió la comida (deliciosa, por cierto). Mi cola detuvo súbitamente su esplendoroso movimiento prolongado.

Repentinamente, ocurrió la preciada esperanza. Toda la familia quiso ir de vacaciones al campo a ver a los abuelos –lugar de mis sueños–, no tan campo precisamente. Allí podía regresar al relajo; manteniendo distancia hacia dicho estrés maquiavélico. Antes del viaje, el padre del hogar (Más bien, es casi como un padre para mí), me hizo consumir un fármaco tranquilizante. Resultó aliviador para el presente narrador, por lo cual, dormí profundamente durante el viaje.

Desperté, habíamos llegado, la familia se bajó alegremente, en especial la pequeña de cuatro años, me quiere demasiado, yo igual (Siempre le doy muchos "besitos" en sus mejillas). Bajé deprisa del coche, vi a todos reunidos. La familia, los abuelos y otros parientes. Varios me acariciaron la cabeza, mientras cerraba los ojos. Rato después salí apresurado y exasperado a correr por el sector totalmente imbuido en un mar de felicidad. Por lo que, ese lapso nunca se borró de mi "memoria", jamás. Terminaban las vacaciones y, entre el padre, la madre y los abuelos "algo" acordaban... Finalmente entendí que, mi "familia" iba a dejarme a los cuidados de aquellos amables abuelitos. Pensé un instante, y concluí que era la majestuosa oportunidad para aprovechar de entretenerme y concebir buenos amigos. No obstante, la familia se fue del lugar apenada, comprendiendo que lo hicieron por mí bien (Les agradezco inmensamente). Me puse a "lloriquear" largo rato, los extrañaría con creces, aunque de todos modos vendrían a visitarme cuando pudiesen –por supuesto–, en cualquier ocasión tal vez. No podrían olvidar al "ser" que tanta alegría y pesadumbre les entregó por cuatro años ¿O no?. 




Ante la libertad y el beneficio ocasionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora