Prólogo

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Como todas las mañanas, corrí hacia la calle más lejana. Aproximadamente unos 30 minutos a pie.
El viento recorría mis mejillas y el sentimiento agotador, por hacer ejercicio, cada vez se volvía más intenso.

Al cabo de 10 minutos tomé un descanso. Mi cuerpo estaba caliente y de este brotaba el sudor. Mi agotamiento era evidente.

Tomé unos segundos y volví a correr. Sin darme cuenta que detrás mío se encontraba el muchacho de los vídeos: el de la gran sonrisa.

El que me salvaría del peligro...
El que me salvaría de mí misma.

Solo RubénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora