La nieve caía rebosando los caminos, la profesora contaba cosas que a nadie parecían interesarle y Walter dedicó la clase a observar a sus compañeros como siempre hacía. Miró la hora en su teléfono móvil y resopló frustrado. Los segundos se hacían eternos, las palabras de aquella encorvada mujer se mezclaban con el ruido del exterior y los murmullos de sus compañeros le ponían de los nervios.
Chloe hacía garabatos extraños en su libreta porque necesitaba despejar su mente. Walter posó sus ojos verdes sobre ella y analizó su postura: tenía los codos apoyados en la mesa y las piernas cruzadas tanto por las rodillas como por los tobillos. Las comisuras de Walter se alzaron. Conocía a gente peculiar, pero nunca a nadie como ella. Chloe irradiaba una luz brillante, pero no tan pura como debía ser. Algo ensombrecía a aquella muchacha tímida que pasaba las clases dibujando en una libreta vieja y Walter necesitaba saber qué era.
- Walter - La voz aguda de la profesora lo devolvió a la clase -, ¿puedes responder a lo que acabo de preguntar?
El pelirrojo observó la pantalla del proyector por unos segundos antes de responder de la manera que ella ansiaba. No necesitaba esas clases, puesto que no iban a enseñarle nada que no supiera ya. Y, sin embargo, ahí estaba, pues sabía que debía hacerlo si no quería meterse en problemas.
El timbre sonó y a Walter le faltó tiempo para salir del aula. Chloe miró hacia la puerta por la que su compañero acababa de salir. Este despertaba en ella una curiosidad que odiaba y que, por mucho que intentara reprimir, siempre salía a la luz.
- Ya se ha ido, deja de mirar hacia allí - Se burló Clarisse.
- No estoy mirando hacia ningún sitio, sólo estoy empanada - Se defendió -. No he dormido a penas.
- Llevas mucho tiempo sin descansar bien - Exactamente un año y diez meses -. Empieza a ser preocupante, Chloe, deberías ir al médico.
- No te preocupes, estoy bien -Murmuró con la boca pequeña empezando a recoger sus cosas. No quería ir a casa, aquel era el último sitio al que quería ir. Y por suerte, ese día tenía una excusa para retrasarse.
- ¿Quieres que vayamos a tomar algo? -Ofreció Clarisse.
- No puedo. Hoy hace dos años de la muerte de mamá; tengo que ir a verla.
- Sabes que eso que acabas de decir no tiene ningún sentido, ¿verdad? Está muerta, Chloe. No tienes que ir a verla.
Chloe miró a su amiga entrecerrando los ojos. Ella no lo entendía. Tenía que hacerlo, era el único lugar del mundo en el que se sentía bien. Y era muy triste que aquel lugar tuviera que ser un cementerio.
Se despidió de ella y tanto Chloe como Walter salieron de la universidad, pero cada uno en una dirección.
Él llegó al taller en el que le habían enchufado hacía un par de meses y tiró la mochila al suelo.
- Hey, escocés, ¿cómo ha ido el día? - Preguntó Jeffrey al verlo aparecer.
No contestó, simplemente se encogió de hombros y se quitó la chaqueta. Walter apenas hablaba y, cuando lo hacía, hablaba de manera autómata, casi sin emoción.Como si fuera un robot frío y calculador.
Walter se puso a trabajar los bajos de un coche que tenía que reparar para esa misma tarde y se tensó cuando, en cierto momento, vio unas botas altas de tacón que conocía a la perfección. Salió de debajo del coche y paseó la mirada por el cuerpo de la chica.
- Electra - Susurró con frialdad -. ¿Qué estás haciendo aquí?
- Habíamos quedado, ¿lo has olvidado? - Él no, pero esperaba de verdad que ella no lo recordara.
Se limpió las manos de aceite con un trapo viejo y alzó una ceja.
- Estoy trabajando, ahora no puedo ir a jugar - Se burló.
Ella sonrió irónica y pasó un dedo una de las estanterías de metal, mirándolas con superioridad. Frotó el pulgar contra el índice para quitarse la suciedad de la piel y le devolvió la mirada.
- Es una pena... Esto tiene su morbo -Murmuró la chica del pelo rojo sangre.
- No me jodas, Electra.
Ella rio y negó con la cabeza, sacudiendo sus rizos.
- No, Walter, tú ya estás jodido.