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Unidad 404. Avenida Principal de la Capital, Alameda. 5- Nov.

De una calle, un tipo sale corriendo a toda velocidad; con navaja en mano, avienta y hiere a personas que se atraviesan en su camino. Varios niños que se dirigen a entrar al turno vespertino de su escuela se asustan. La mochila en la espalda del sujeto va abierta, dejando por el suelo discos piratas, jeringas y grapas de cocaína. Su respiración está muy acelerada, jamás ha sometido a sus piernas ir tan rápido.

El oficial Gus, va persiguiendo al delincuente a varios metros, el piso esta mojado por la brizna de lluvia que aún cae. El delincuente atraviesa la avenida principal esquivando carros. El sonido de las patrullas ya se escucha a lo lejos. Gus está por llegar al otro lado de la avenida, cuando un automóvil, por pasarse el alto, lo embiste; la codera amortigua el golpe que recibe dejando una 'telaraña' en el cristal. Cae al suelo, tarda unos segundos en levantarse y retoma su camino.

El delincuente sigue a prisa entre los edificios y da vuelta hacia la izquierda, allá, a la siguiente calle, se ve la alameda, repleta de tanto árbol. Corre lo más rápido que puede; le será muy fácil esconderse entre sus conocidos que tienen puestos ambulantes del otro lado.

Cuando está a punto de atravesar la calle, una patrulla municipal le tapa el paso haciendo que se pare en seco. No la escuchó llegar porque trae la sirena apagada. El oficial Antonio, de unos cuarenta y cinco años, saca su arma y le apunta desde adentro. El delincuente levanta las manos mientras trata de adivinar si el arma aún tiene el seguro, se vuelve para saber por dónde viene corriendo el primer oficial; las demás sirenas se escuchan cerca, llegaran en cuestión de segundos. Antonio se pasa al asiento del copiloto, abre la puerta y baja un pie. El sujeto sin dudar patea con fuerza la puerta, provocando que la cabeza del oficial choque contra esta, ahora el agresor toma con ambas manos la puerta y la azota contra el policía. Antonio cae al suelo tirando su arma; el hombro izquierdo, que desde hace semanas le duele, queda al filo del metal y recibe los últimos dos golpes ahogándolo en sufrimiento.

El delincuente ve sangre en la cara del policía, escucha que alguien llega corriendo pero no voltea, pisa el neumático trasero y salta a la parte de atrás de la camioneta municipal, brinca del otro lado para caer en medio de la calle. Un carro se frena bruscamente para no atropellarlo, el tipo se levanta y corre al barandal de dos metros de altura que rodea la alameda. Se gira un segundo y ve la sombra del oficial Gus que salta sobre la parte frontal del vehículo que casi lo arrolla. El delincuente se dirige hacia un asiento de concreto con el cual se apoya para saltar, pone el pie derecho en un ángulo del barandal, coloca sus manos entre los fierros puntiagudos y brinca. Su cuerpo roza las ramas de los árboles haciendo que gotas caigan por la acera; ve la silueta del policía que lo persigue.

Gus llega corriendo y golpea con su cuerpo el barandal, consigue que el delincuente pierda el equilibrio y caiga; una de sus piernas se atora entre los fierros atravesándole la piel. Ahora está del otro lado colgado, de su mochila caen billetes, monedas y material de venta. La sangre que escurre por su ropa empieza a pintar el charco de lluvia que está bajo él.

− ¡No seas mierda! ¡Bájame de aquí! – Grita el sujeto asustado por sentir el hierro frio dentro de la piel. Le avienta la navaja al rostro pero Gus se quita a tiempo, le coloca unas esposas aprisionándolo contra el barandal, por si aún sigue armado. El policía esta agitado, se quita el cubre-boca de licra negro y del pantalón saca su inhalador para darse dos aspersiones.

− ¡Heriste a personas y niños, culero! – dice Gus al respirar mejor; mete su pie entre los barandales y suelta una patada en la mandíbula. Después se cuelga de la pierna del individuo haciendo que se tuerza de dolor. − ¡Y esto es cortesía de mi compañero!

PsicotinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora