De pequeña te cuentan cosas mágicas. Mundos imaginables, mentiras fantásticas, hogares hechos de chocolate. Cuentos, princesas príncipes... ¿Quién no quiere vivir en un mundo así? Yo, si estuviese en el lugar de Blancanieves, nunca habría confiado en la bruja. Lo que implica que no me habría envenenado, que mi príncipe nunca habría llegado. ¿Vale la pena pasar por tanto para encontrar el amor? ¿O la felicidad? Y, ¿qué le pasa a esa bruja llena de maldad? Bien, pues se podría decir que yo soy esa bruja. Tú eres esa bruja. Todos lo somos. Nos engañamos los unos a los otros, queremos ser siempre el centro de atención, sin prestar atención a las consecuencias, cómo afecta eso a los demás, y cómo te afecta a ti. De pequeña me contaron que el veinticuatro de diciembre de cada año entraba un hombre viejo por la chimenea y me traía regalos. Si me portaba bien me traía lo que quería, si no, mi madre me amenazaba con que me encontraría carbón bajo el árbol. ¿Pero no es todo en realidad carbón? Las muñecas no llegan del Polo Norte, ni son fabricadas por los ayudantes de Santa Claus. Santa Claus. Es un nombre especial, lo lees y te llega ése sentimiento navideño que tienes cuando vas al centro comercial con tus padres y te llega aquel olor de polvorones y turrón. Es mágico.
Todo eso está muy bien, hasta que llega el momento en el que creces, y o bien te lo cuentan tus amigos, o lo descubres tú mismo; nada de eso existe. Y, entonces, te das cuenta de que te han mentido durante todos éstos años, que ningún reno se ha comido tus galletas que preparas la víspera de Navidad, que nunca conocerás a los siete enanitos y que nunca vendrá un príncipe a rescatarte de la torre dónde una bruja te tiene encerrada. Todo eso se lo inventó alguien en algún momento, hace años, décadas, siglos, quizá. ¿Y para qué? ¿Acaso esa gente quiere escapar de la realidad y se refugia en su propio mundo? ¿O sólo quieren fama, morir siendo recordados? Es algo que nunca sabré, puesto que la gente siempre me enseñará su falso Yo. Todos hemos mentido alguna vez, pero, ¿existen las mentiras buenas? Las que no son tan graves, las que valen la pena contar, porque de lo contrario, ¿algo horroroso podría pasar? Si una estrella de Hollywood cuenta que su carrera le de igual, y que hace todo por dinero, obviamente cambiará la perspectiva de los demás hacia ella, y, a saber qué pasará después. Bueno, pues eso mismo fué lo que me pregunté yo cuando empezé a pensar con lógica.
¿Qué pasará ahora?