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"Introducción

En el presente documento se realizará un análisis sobre los efectos que tienen las guerras civiles en la sociedad, así como los antecedentes y los personajes que..."

Por favor, ¿en serio el profesor va a leer esto? ¿A quién carajos le importa? ¿Por qué no me puede poner en tutorías de una buena vez en lugar de hacer ensayos estúpidos de los que no entiendo ni un carajo? El profesor Hanson era un maldito hippie apasionado por la historia, demasiado conocedor de ella, pero totalmente ignorante del sistema escolar en donde dice que los profesores deben ir presentables a clase. Bueno, a él sólo le importaba "transmitirnos las maravillas que ha hecho el hombre a lo largo de la historia", y como ya van casi cuatro maestros que se rindieron con nosotros o renunciaron o simplemente no sabían nada, él era el más aceptable. Y me caía bien, es uno de mis profesores favoritos... excepto cuando me hace escribir seis cuartillas acerca de las guerras civiles.

—Camille.

— ¿Qué? —contesté, ni siquiera molestándome en voltear a ver quién me hablaba.

—Sean te busca —volteé un segundo, sólo para ver a un niño flaco con playera de rayas y pantalones holgados. Se notaba lo incómodo que se sentía y lo obligado que se veía. Seguro fue Sean quien lo obligó.

— ¿Y tú eres...? —le pregunté, aunque en los próximos minutos olvidaría su nombre.

— ¿Gerard?

— ¿Me lo estás preguntando o me lo estás diciendo?

—Uh... ¿diciendo? —bien, este mocoso me estaba poniendo de mal humor. Respiré profundamente antes de pensar en insultarlo. Puse los ojos en blanco y volteé a cerrar mi computadora.

— ¿Dónde está? —guardé mi computadora y unos libros en mi mochila, poniéndomela después en el hombro.

—No... no estoy seguro. Él no fue el que me mandó aquí, verás, un chico me...

—No me importa. Vete, Gerard. Tu trabajo aquí está hecho. Le di unas palmadas en la cabeza y lo miré de arriba a abajo, esperando a que se fuera. El chico empezó a mover los pies con nerviosismo antes de voltearse completamente y salir de ahí. Saqué mi teléfono de la bolsa lateral de mi mochila, marcándole a Sean.

»— ¿A cuántas personas mandaste para decirme algo que simplemente me pudiste enviar por mensaje?
«—Sólo ven a la mesa de siempre, afuera.
»—Sean, estaba haciendo el trabajo del vago, ¿qué quieres?
«—Te ayudo a hacerlo, sólo ven.
Bufé y le colgué sin decirle otra palabra.

Bien, tenía una semana para hacer este trabajo. Me sorprende que no lo haya empezado dos noches antes, creo que Sean había sido tan irritable al contagiarme con su buena organización y toda esa mierda. Pero se lo agradezco infinitamente, estas ojeras están disminuyendo.

—Qué hay —le dije, sentándome en frente de él. Puse mi mochila a mi lado y saqué mi computadora y me dispuse a continuar escribiendo.

—Wow, pensé que era mentira. De verdad estás trabajando... en la escuela... una semana antes de la entrega —el idiota puso cara de espantado, como si fuera la primera vez que lo hago.

— ¿Por qué te mentiría, imbécil? De todas las excusas falsas que te he dicho desde que te conocí, ¿creíste que esta era una para no verte? ¿Eres estúpido o qué? Además, ¿por qué te sorprendes? No es el primer trabajo que adelanto gracias a tus "buenas costumbres" que me has "inculcado" —le dije, burlándome y haciendo comillas con los dedos. Él sólo me miraba con una sonrisa divertida, jugando con la botella de agua que tenía en las manos. Lo miré, entrecerrando los ojos para que quitara esa maldita curva de sus labios —. ¿Qué quieres?

—Mira, a las 3 —me dijo, volteando a su izquierda, mi derecha. Miré a su dirección y lo volví a mirar a él. Arqueé una ceja, como preguntándole qué quería que le dijera—. ¿Cuánto le das?

—Debes estar bromeando—sabía que no lo hacía. Me preguntaba eso al menos una vez a la semana. Yo solamente les daba una calificación a las zorras que me enseñaba, para que dejara de joder—. ¿Por qué no te preguntas a ti mismo eso, imbécil? Si de todos modos te la vas a tirar... —le reclamé, dándole una mirada irónica. Sean tenía la mala costumbre de pensar mucho las cosas. En ese aspecto lo odiaba, yo que soy tan valemadre y él todo idiota pensando las consecuencias. Pero a los cinco minutos ignora todas esas ecuaciones que hizo en su cabeza para hacer alguna estupidez. Miré otra vez a la chica en cuestión, no era como las que le solían llamar la atención a Sean. Estaba sentada en el césped, pasando apuntes o yo qué sé. Era castaña, con unas mechas californianas mal hechas. Usaba lentes, y no era tan delgada como las que me había señalado en las últimas semanas—Eh...—exclamé sin interés y sin saber exactamente cuánto darle—. Está mejor que la pelirroja de hace unas semanas. ¿8?

—¿Emily? —me preguntó, como si yo supiera—Güey, ella sí que estaba buena. Pero bueno ¿8 le das? Eso es aprobatorio —sonrió descaradamente y se levantó de su lugar.

Vi cómo caminaba hacia ella, al mismo tiempo que ella levantaba la vista para ver a un imbécil que seguramente traía una sonrisa coqueta. Solté una carcajada cuando la vi fruncir el ceño y la boca, luciendo lo más asqueada posible. Mi amigo estaba a punto de ser rechazado, y no sabía si seguirme riendo o ir a advertírselo, porque sabía que él insistiría. Corrí hacia su dirección, pero en vez de taclear a Sean, grité.

—¡Natalie! —exclamé, con todas las fuerzas que tenía. Ambos y otros alrededor voltearon hacia mí. Ella arqueó una ceja, como tratando de recordar quién era yo. Sean me miró con una línea recta en sus labios y sus cejas fruncidas. Tenía una sonrisa de estúpida y ella me la devolvió. Natalie no tenía ni idea de quién era la loca que se acercaba corriendo y sonriendo hacia ella. Cuando estuve en frente de ella, mantuve mi sonrisa. A punto de hablar, hice a un lado a Sean. Quería sacarlo de ahí y que su enorme orgullo y ego no se vieran afectados.

—¿Hola? —dudó ella. Hizo una pausa para después mirar al piso y volver a mirarme—. ¿Cameron?

Fruncí los labios, pero sonreí de nuevo. Cómo odiaba que confundieran mi nombre. Siempre me recordaba a mi tía Elvira y su cigarro que parecía estar pegado a sus dedos, con esa verruga con pelos que a todo mundo le daba asco. Cómo me cagaba la tía Elvira.
—Camille... —le dije, sin abrir la boca, a regañadientes, pero fingiendo todavía la sonrisa para que esta chica me creyera—. Ey, uh... ¿podrías explicar la tarea de administración? Me dijeron que tú eras la única que ya lo había hecho, entonces...

Natalie seguía sin recordar quién era yo. Y su cara de confusión ya me estaba cagando. Debía hacer que cambiara su expresión o le pegaría una cachetada. Ella balbuceó, tratando de formular una respuesta. No iba a decirme que no. Claro que no. Si lo hacía, de todos modos yo iba a hacer que lo hiciera; aunque fuera parte de mi estúpida improvisación, en realidad sí necesitaba esa tarea.

—Claro —dijo, finalmente. A medio segundo de que hiciera contacto físico con su cara.

Comenzó a guardar sus cosas en su mochila y sentí cómo Sean me tomaba del hombro. Lo volteé a ver y gesticuló un "qué haces, estúpida" sin hacer ruido alguno. Me volteé completamente y le dije en voz alta —Estoy salvando tu ego, idiota.

Con ello le di la espalda y miré a Natalie de nuevo. Tenía alzadas las cejas, con una mano en el tirante de su mochila, como apresurándome. Bueno ¿quién se cree esta perra? Yo no podía tener los ojos a media asta porque la intimidaría, así que retomé mi actuación de novata y le sonreí.

Mientras caminábamos hacia la biblioteca, volteé a ver a Sean de nuevo, mostrándole el dedo medio por hacerme hacer estupideces una vez más.

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2017 ⏰

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