Bocazas

Prólogo

     Era un día especialmente caluroso en el verano neoyorkino, que junto a la habitual humedad se convertía en sofocante. Spider-Man surcaba el cielo enganchado al skyline de Manhattan, aproximándose al punto donde, según una transmisión de la policía que había captado su radio, estaba teniendo lugar la acción. "Tenemos un sujeto enfundado en licra roja de la cabeza a los pies en el Majestic Theatre. Lleva el rostro cubierto y va armado, repito, va armado".

     Los últimos rezagados tomaban asiento. Nadie sabía de qué trataba la representación que se estrenaba esa tarde bajo el título "A Merc With a Mouth", pero parecía que todas las localidades estaban llenas. La cortina comenzó a descorrerse y los murmullos se extinguieron. Allí, de pie sobre el escenario, un solo hombre, totalmente cubierto por un ajustado traje rojo y negro que ni tan siquiera permitía ver sus ojos. Tras sus anchos hombros se adivinaban un par de katanas, que acompañadas por un cinturón lleno de bolsillos, dos pistolas en sus cartucheras y un gran cuchillo amarrado a la pantorrilla izquierda le conferían al sujeto una presencia intimidante, por muy relajada que fuera su postura. Colocó sus manos tras la espalda, adelantó un pie y lo siguió con el otro. Comenzó a balancearse levantando los talones del suelo y su voz resonó por toda la estancia.

–¡Bienvenidos, damas y caballeros, al que será el espectáculo de sus vidas!  Hoy estamos aquí reunidos para tratar un tema muy importante, ¡el tráfico de drogas! –Emprendió una serie de idas y venidas a lo largo del escenario–. Mover estupefacientes por las calles de Nueva York es un asunto... muy feo, y hay un ratón en particular (1) a quien le cabrea mucho. Es normal, estos negocios le están costando mucho dinero a las familias e incluso la vida de varios de sus miembros... Y eso no se puede tolerar. Por suerte, hoy tenemos aquí a la persona responsable de toda esta mierda, ¡el señor Adam Smith! –extendió su robusto brazo para indicar con la mano el área de butacas donde se encontraba un hombre calvo, pasados los cincuenta, que para esos momentos ya estaba sudando–. ¿Sabe quién soy yo, señor Smith? Oh, claro, qué falta de educación, ¿no me he presentado? Mi nombre es Deadpool y soy el hombre que pone en su sitio a los tipos como tú –se giró hacia el público–, vuestro anfitrión durante esta maravillosa y sangrienta velada.

     Bajó del escenario y empezó a abrirse paso mientras las caras entre los asistentes comenzaban a cambiar. Mostraban desconfianza, preocupación, incredulidad... la más absoluta expresión de alarma cuando el hombre del traje de licra desenfundó una de sus pistolas apuntando al individuo empapado en sudor. La gente se retorcía para contemplar la escena, sin ser capaz de levantar el culo del asiento. El señor Smith estaba congelado en el sitio, sus manos aferraban fuertemente los reposabrazos y sus ojos parecían querer salírsele de las órbitas. Deadpool cubrió los últimos pasos que los separaban y le metió el cañón en la boca. Ahora temblaba, hiperventilaba y su hedor se esparcía por la sala.

     –Siento que no puedas elegir tu última comida... sólo nos queda plomo. –Jaló el percutor– ¿Unas últimas palabras?

     De pronto perdió el equilibrio y cayó de espaldas, disparando al aire. Algo se había enganchado en la funda de sus katanas y había tirado de él. Una... ¿telaraña?

     –Vaya, ¿interrumpo algo? Qué corte...

     Deadpool se giró hacia el lugar de donde provenía la voz y no tardó en identificar al responsable, agazapado sobre uno de los balcones.

     –¡El fabuloso hombre araña!

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1. Ese "ratón" es Michael Mancuso, alias Mickey Nose, jefe de una de las Cinco Familias que conforman la Cosa Nostra.

Hasta aquí el prólogo, cortito, para ir abriendo boca; los capítulos serán más largos. Agradecería vuestros votos y comentarios.