11. ¡Oops! (Oh, mierda!)

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– ¡Oh por dios! – grito al tiempo que jadeaba desesperadamente por más oxígeno
– ¡Shhh! ¡los niños! – dijo apenas, sintiendo sus piernas de gelatina con cada embestida – ¡¡AHH!!
– ¡Shhh! – repitió Frank mientras se enterraba más profundo dentro de su esposo y la cama crujía por la fuerza con que arremetía contra el cuerpo amado
– Frankie… – gimoteo con la voz ronca y los ojos cada vez más pesados – Ya casi… – sus dedos se enterraron en la amplia espalda de su esposo, arañando al punto que las líneas rojas sangraban levemente
– ¡Gerard! – entonces sintió a su esposo apretar su miembro y su cálida semilla derramarse sobre su estómago. Estaba a punto, tan cerca que se sentía desfallecer – Mi Gee… eres tan cálido y tan estrecho… no sé cómo…
– Frank, Frank, Frank, Frank – repetía su nombre para su deleite. Estaba tan cerca.
– Eres tan perfecto, eres… ¡AHHH! – gimió mientras cada músculo se tensaba y relajaba tan rápido al tiempo que un deliciosos hormigueo recorría su cuerpo y la inmensa felicidad lo llenaba. 

Sin más cayó sobre el cuerpo de su sensual pelirrojo completamente agotado.

– Feliz cumpleaños –susurró su amado y consentidor esposo a su oído con la voz tan ronca que terminó de soltar un último chorro de su semilla dentro del estúpido plástico que le impedía estar completamente conectado a su pareja
– Es el mejor regalo, cielo – susurró de vuelta, besando con parsimonia el elegante cuello de su pelirrojo – Te ves tan sensual así – acarició las hebras rojas. No había mejor regalo que pasar hasta las tantas de la madrugada haciendo el amor, “Si tan sólo no estuviera este maldito cond…!"
– Oh-oh – dirigió su vista hacia su miembro saliendo del cálido interior de su pareja. Gerard volvió a gemir con los ojos cerrados, sin notar la preocupación en su rostro – ¡Mierda! – gruño sacando su miembro de un solo tiro, provocándole un respingo a su pelirrojo
– ¿Qué pas…? – Gerard intentó levantarse sobre sus codos pero fue más rápido. De inmediato se apoderó de aquellos apetecibles y suaves labios
– Te amo, te amo tanto mi Gee – repetía al tiempo que su mano se colaba entre las piernas de su amor
– B-basta Frankie – atrapó la mano ajena entre sus piernas, rozando su entrada con la yema de los dedos – Estamos así desde las doce… son las cinco y media
– Es que te amo tanto – y no mentía aunque lo cierto era que intentaba distraerlo y hacer que la cabeza correcta se pusiera a trabajar – Ya ha pasado mucho tiempo… ¿no te gustaría otro bebé? – intentó sonar convincente pero, al parecer, no lo logró. Gerard soltó una risita sarcástica
– ¿Mucho tiempo? Miles tiene tres y los trillizos dos – apuntó con sorna – ¿Por qué luces nervioso? – comenzó a sospechar
– Te amo, mi cielo – atinó a decir antes de volver al ataque. Aprovechando la guardia baja de Gerard logró colar un curioso dedo en su interior y luego comenzó a bajar por su pecho, dejando un caminito de mordidas y besos
– Frankie, es tu cumpleaños y todo… pero estoy agotado – “Mierda Iero, ¡Piensa!” se alarmó al ver a su esposo intentar ponerse sobre sus codos, si lo hacía se daría cuenta… – Además… creo que usaste mucho lubricante – comentó con un adorable sonrojo en sus mejillas, cerrando sus piernas un poco.
– Sólo una última vez… quiero probar algo

Sin permiso de Gerard lo tomó de los muslos. Aprovechando su posición en la gran cama, apoyado sobre sus rodillas, jalo a su esposo hasta tener aquel lugar tan especial a centímetros de su rostro y sus suaves piernas alrededor de su cuello. La idea vino a su mente a la velocidad de la luz 
– Esto te encantará – y sin que su Gerard lo esperara comenzó a limpiar su desastre con su hábil lengua.

Gerard se retorcía y gemía y no dejaba de repetir su nombre como si fuera la cosa más espectacular sobre el planeta. Algo dentro de él lo carcomía por no decir la verdad pero ¡cómo hacerlo si era su culpa!
– ¡¡FRANK!! – gritó su pelirrojo antes de venirse una vez más, manchando por completo su propio pecho – ¡Frank! – jadeo
– Sabes delicioso – susurró antes de dejarse caer a su lado.
– Te amo
– Y yo te amo más – Gerard se acomodó en su pecho para descansar. Parecía dormido cuando volvió a hablar, medio dormido.
– Si quieres otro bebé podríamos esperar… el nuevo disco saldrá el próximo mes y no quiero arruinar la gira con un nuevo embarazo – admitió con las mejillas rojas, sin levantar la mirada de su tatuado pecho
– Como quieras, mi cielo
– Gracias por entender Frankie, eres el mejor – y luego de unos minutos su pelinegro yacía completamente dormido sobre su pecho mientras él se sentía la peor basura de todas. Debió hacerle caso y comprar de los normales y no aquellos que se sentían al natural
– Mierda Gee - susurró con una mueca nerviosa – El condón se rompió…

¡Oops! I Did It AgainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora