Usualmente las historias de amor incluyen dos personas, pues esta incluirá solo una. Pues primero se debe de tener amor propio para luego amar bien a los demás, pues de ahí se desarrollan los malos amores y los amores a medias. Por eso esta historia sin máscaras ni fachadas, hará una distinta perspectiva de la autoestima, de lo que en realidad importa y de lo que no, pues este paquete de carne del que estamos cubiertos no es más que una simple cobertura. Bienvenidos a un mundo del que pocos somos parte.
Soy una adolescente como cualquier otra, en excepción de que la mayoría de adolescentes tienen complejos físicos, y yo no los tengo. No creo que sea bonita, para mí la belleza física no existe, pues la definición de ésta se basa en estereotipos. Pero creo fielmente en el amor propio, en el aceptar tu propia imagen y en la autoestima como regla de vida. Todos mis pensamientos vienen asociados a una sola razón, tengo seis dedos.
Mi mano derecha presenta monodactilia, sólo poseo el dedo pulgar. El lugar que deben ocupar los otros dedos los ocupan pequeñas porciones de hueso cubiertas con piel. Estas porciones de hueso se me agregaron por medio de cirugías, las cuales me realizaron cuando era una niña, me realizaron solamente 2 y eran 7 en total. No me hice las otra cinco, debido a que no lo creí necesario, pues esa cirugía reconstructiva era meramente estética, no tendría movimiento de mis dedos, tampoco tendría uñas y los dedos no llegarían a tener su tamaño 'normal'. Además, la última cirugía se complicó un poco, me colocaron más anestesia de la necesaria y hubieron probabilidades de que falleciera. Además de estas razones, había otra, si te agregan hueso a un lugar del cuerpo, de algún otro lugar lo deben de quitar, así que me quitaban 4 centímetros de hueso de mi pelvis, lo cual me impedía caminar por unos meses. Estas razones, dejando aparte los pines metálicos incrustados en mis dedos como garras por un tiempo, las odiosas vendas, y por supuesto los hilos y cicatrices, ayudaron a mi decisión. Tengo aproximadamente 200 puntadas al rededor de mi cuerpo.
Cuando era una niña los doctores creían prudente el que yo fuese a una escuela en la que todos tienen algún problema físico o una enfermedad, la escuela del hospital. Así no tendría problemas para relacionarme pues conviviría con gente igual que yo. En este momento, pienso que mis doctores eran unos verdaderos metecatos, y probablemente mis padres compartieron ese pensamiento en aquellos años, pues me enviaron a la escuela pública de mi comunidad.
Recuerdo que cuando entre a pre-Kinder, pues ni siquiera entre a Kinder directamente debido a mi edad, compartía con mis compañeros sin ningún problema, pues así me habían enseñado mis padres. Ellos me enseñaron a no prestarle atención a mi mano. Por supuesto, para muchos niños de edades pequeñas es algo sorprendente, pero sinceramente no recuerdo el que ningún compañero me dijese nada desagradable al respecto.Si hay cosas que se me dificultan realizar como atarme las agujetas, abrir paquetes o sostener balones, aunque en ese tiempo no me preocupaba por eso, mi mayor preocupación en ese momento era que el jabón no era líquido, y teníamos muy poco tiempo para lavarnos las manos así que como no lo podía sostener bien, lo sostenía con tanta fuerza que luego mi comida me sabía a jabón. Ridículo, lo sé, me río al escribirlo en realidad. Pero es que para los demás era algo muy simple, mientras que para mí era realmente importante, por el hecho de que quería hacerlo como mis compañeros y además mi comida me sabía a jabón . Y es que este es el punto donde me doy cuenta que mis padres fueron quienes me enseñaron a no aferrarme a mi "discapacidad", aunque estaba pequeña llegue a casa comentando lo sucedido, y al día siguiente llegue con jabones líquidos y toallas de papel para mí uso.
No asistí al Kinder pues los profesores y el director decidieron que yo podía ir directamente a la escuela. Es increíble como los niños del Kinder a veces son más maduros que los de la escuela, o probablemente como su ingenuidad los hace menos molestos. Tuve unos grandes años en la escuela, gane varias medallas y trofeos para ella en festivales de canto, baile, feria científica, Ping pong, olimpiadas de matemática, entre otros. Siempre le agradé a los profesores que me dieron clase, y a los que no me daban clase también, además de al director. Pero no toda mi escuela fue genial, a pesar de todo esto, siempre tuve que aceptar burlas de distintos niños respecto a mi mano, o respecto a mi tamaño pues soy muy baja de estatura. Y no es que me afectasen, pues siempre he tenido una gran defensiva. Aun así, aún recuerdo un día en tercer grado, cuando estábamos en clase de deporte, la clase que más he odiado en toda mi vida, y estábamos realizando un juego que consistía en salir corriendo, tomar un balón de la mitad de la cancha y llevárselo a un compañero, los balones eran menos que la cantidad de equipos, así que debíamos correr o nuestro equipo se quedaría sin uno. Observé a todos mis compañeros realizar el juego, y luego llegó mi turno. Si corres y he intentas tomar un balón con una sola mano sin hacer presión desde el punto opuesto, el balón se caerá hacia el lado que no tiene presión, esto según la física, según la lógica, según la vida. Así que eso sucedió, el balón se cayó hacia el lado opuesto de la mano con la que lo intentaba sostener, y un compañero que no tenía balón lo tomo y salió corriendo con él. Cuando uno es un niño le interesan cosas como no perder el balón, pero yo no concentré mi atención en ello, yo concentré mi atención en los gritos de mis compañeros denominándome "inútil", "tonta", "torpe"... y ni siquiera fue algo que no quise hacer, fue algo que no pude hacer.
Escuchaba las burlas y además escuchaba al profesor intentando mantener el orden en el grupo, cosa que no conseguía, pues decían más cosas mientras yo solo escuchaba las risas a unísono. Ellos lo que no sabían era que yo había puesto todo mi esfuerzo en ello, no podía correr mucho pues las operaciones me lo habían dificultado, y aún así corrí cuanto pude, intenté mantener el balón pero este simplemente cayó. Nunca he sido fanática del deporte, pero allí empezó mi odio hacia esta clase. Y en realidad, ese fue el último día que hice algo en esa clase, pues en los siguientes años de escuela solo llegaba a esa cancha a las prácticas para el desfile de la independencia en donde desfilábamos los mejores promedios de la escuela, o para practicar Ping pong cuando tenía un campeonato.
No fue que simplemente me di por vencida, sino que ¿para que iba a aceptar burlas innecesarias?, podía realizar cosas que mis compañeros no, como ganar el campeonato de Ping pong o ser la mejor de mi clase, así que no necesitaba aferrarme a un tonto juego de niños de tercer grado. Y con el tiempo la escuela mejoró, pues todos se acostumbraron a como yo soy, y yo, yo ya estaba acostumbrada a como yo soy.
Luego entré al colegio, y era en las mismas instalaciones que la escuela, pero en diferente horario, y la gran mayoría continuábamos en ese colegio al graduarnos. Continúe con todos mis amigos, y con mis actividades extracurriculares, además de ser parte del gobierno estudiantil como siempre en la escuela. Cuando entras al colegio todos son más maduros, y un problema físico no lo usan de burla, en realidad evitan el tema lo más posible. Mi primer año de colegio fue lo mejor, continúe con mis buenas notas, y en todo el año no recibí burlas que yo recuerde, además de que todo lo resolvía de una forma más fácil.
Al segundo año de colegio, me cambie a un colegio más grande, un colegio donde en cuarto año elegiría una especialidad. Mi hermano también entró a ese colegio, y me solicitó que no realizará las actividades extracurriculares que realizaba en el otro colegio, que evitará la popularidad y que intentará ser solamente una alumna más. Opté por hacerle caso, pues sabía que a él no le agradaba que lo conocieran por ser mi hermano y no por ser él.
Recuerdo el día que entre a ese colegio. Era un lunes y yo entré a la clase 30 minutos más tarde pues estaba haciendo papeleo, me recibió un profesor simpático y alto, de inglés según mi horario. Entré al aula y lo primero que escuché fue "véanle la mano", no tenía problema con el comentario, el problema fue el tono de burla y las risas que lo acompañaron. Suspiré y me senté en el primer asiento, no podía creer que tuviese que empezar de nuevo. El profesor muy agradablemente se acercó y me preguntó mi nombre, en inglés por supuesto. Yo no había tenido tiempo ni siquiera de responder cuando escuché una voz "¿qué cuál es su nombre?"-me tradujo-"seguro no entiende"-dijo burlona una compañera a lo que parte de la clase se rió. Él profesor silenció a la clase mientras yo solamente los observaba, "gracias, pero sí entiendo"-dije en inglés a mi compañera,luego me dirigí hacia el profesor y lo salude, seguidamente dije mi nombre, mi colegio de procedencia y mi edad, todo en inglés, era apenas el segundo año que lo estudiaba pero me gustaba. El profesor me dio una satisfactoria sonrisa, me dio la bienvenida y me felicito por mi manejo del idioma. Al sonar el timbre, una compañera, se acercó a mí, se presentó y ofreció enseñarme el colegio. Llevaba a penas dos horas allí, y ya sabía que sería un cambio duro, pero aun así, siempre he agradecido las personas como ella.
En mi segunda clase, ciencias, la profesora me conocía del otro colegio, así que me volvió a presentar e hizo a los alumnos presentarse uno por uno. Pensé que todo estaría bien a partir de allí, hasta que llegué a la clase de educación musical el segundo día, mis compañeros ya no hacían comentarios tontos, esta vez fue el profesor. Como yo llevaba dos días allí, no sabía que debía llevar una flauta, así que cuando él la solicitó yo no la llevaba conmigo, él al ver que yo no tenía una y el resto de mis compañeros sí, se acercó a mí, y citaré sus palabras exactas-"el que usted no tenga dedos, no significa que no tenga que cumplir con las cosas de mi clase". Dijo esto y seguidamente solicitó mi cuaderno para enviar un comunicado a mi casa, ya que no había llevado la flauta. Siendo sincera me asuste un poco de que todos los profesores de ese colegio pudiesen ser como él, y luego los fui conociendo y me di cuenta que no era así. Tuve una pésima primera semana, pero luego todo mejoró.
El siguiente martes el profesor de educación musical estaba en la puerta y me dijo odiosamente "¿esta vez sí trajo la flauta?", así que la saque de mi maletín, y se la entregué diciendo -"sí, ahora enséñeme a tocarla". Pues, si alguna vez han tocado o si quiera visto una flauta, sabrán que necesito dedos para ello. Mi profesor de la escuela y yo habíamos creado un método para poder tocarla, pero quería que el profesor se complicase creándome uno, y no le diría que yo sabía hacerlo. El resto del año fue muy bueno en realidad, todos los profesores eran muy buenos y agradables.
Comencé a tener nuevos compañeros un año más tarde, y a partir de mi primer año en ese colegio nunca he escuchado un comentario grosero, o que yo considere grosero, respecto a mi mano. Si algún profesor necesita adecuarme el trabajo de alguna manera, como en costura o en digitación, lo hacían y no comentaban al respecto. Aunque si tuve una profesora en clase de deportes, que no permitía no hacer deporte, y cuando yo le decía que no podía hacer algo, técnicamente me obligaba a hacerlo, diciendo que yo podía. Ella quizás lo veía como una forma de animarme, pero su tono y su forma de decirlo no lo hacían ver así.
A veces olvido que me faltan dedos en realidad, no es algo que tengas presente todo el tiempo. Muchos evitan el tema, pues creen que me siento incomoda hablando de ello pero en realidad no es así. Siempre que se refieren al tema, la conversación inicia con "¿le puedo preguntar algo y no se enoja?", "¿le puedo preguntar algo?, pero si quiere no responda". Creo que nadie se enojaría si le preguntas por su color de ojos, o por algo de su físico, pues yo tampoco.
El punto de todo esto, es que cuando tienes un problema físico, recibes buenos y malos comentarios al respecto, pero eso es algo que te hace crecer. Además, aprendes a que en realidad lo que importa es lo que pienses, y eso lo cambia todo.
Soy una persona muy extrovertida, y recuerdo una vez que una compañera me dijo después de una exposición a los padres-"llegué a casa y mami me dijo: que linda su compañera, la que no tiene deditos, a pesar de todo habla y se desenvuelve muy bien". Fue un lindo comentario en cierta parte, pero la respuesta de mi compañera fue lo mejor-"¿qué tiene que ver una cosa con la otra?, no cuesta que hablé, cuesta que haga silencio más bien". Y tiene toda la razón, en todo, nada tiene que ver una cosa con la otra, y cuesta que yo haga silencio. Las personas con problemas físicos no deberían ser introvertidas, pues me he dado cuenta que cuando tienes un problema físico y eres extrovertida, te conviertes en un ejemplo para muchos.
Y las personas que no tienen ningún problema físico, pienso que a veces deberían dar más de sí, pues en varias ocasiones he escuchado a alguien decir "no puedo", y he tenido que responder un poco grosera, "si yo puedo con 6 dedos, usted puede con 10", y no es porque estoy creando una diferencia de capacidad entre ambos, es porque estoy creando una diferencia de deseo, de anhelo, de ansias por realizar eso. Y es que cuando das todo de ti, cuando haces todo lo posible por lograr las cosas y cuando te aceptas como eres, lo físico no importa. Toma un momento para pensar, ¿cuantas empresas quebrarían si las personas empezáramos a aceptarnos como somos?.
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6 es suficiente
Short StoryEsta es mi historia personal, de cómo se ven las cosas cuando tienes una 'discapacidad'