Capítulo 3.

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¡¿1816?! Estaba loca o qué?!?! Tal vez estaba soñando. Estaba completamente segura de que eso no era real. No podía ser real. Lo peor, es que esa mujer lo dijo como si fuera cierto, como si fuera lo más natural del mundo cuando, para mí, era una locura. No sé muy bien lo que paso luego de que la mujer que se hace llamar Constanza me dijo esto, pero lo que ahora tengo claro es que estoy en una fecha de la cual ya pasaron dos siglos. ¿Qué es lo que iba a hacer?.
De pronto, un sonido hizo que me sobresaltara. Estaban tocando la puerta.
- Pase - dije, esperando que no fuera Constanza.
- Ya está lista? - era Eva, que me preguntaba asomándose desde la puerta.
- Lista para qué?
- Los amos quiere presentarse con usted y ayudarla a volver con su familia- dijo, de nuevo sonriente. Su sonrisa y su forma de hablar refiriente a sus "amos" me ponía los pelos de punta.
- Ehhh, la verdad es que no sé como arreglarme.
Eva, sonriente como siempre, entró en la habitación y se puso a rebuscar en un enorme baúl que había al pie de la cama. De allí sacó una blusa blanca de cuello alto, y una falda celeste larga hasta los pies. Luego de unos 15 minutos, habia logrado ponerme el conjunto y confeccionarme un recogido sostenido por una peineta. Todo era demaciado incómodo. Me sentía precionada, a tal punto que me daba caustrofobia. Eva pareció notarlo, ya que me acarició los ombros diciéndome que me veía muy hermosa y que todo saldría bien.
Salí de la habitación guíada por Eva. La habitación en la que estaba daba a un largo pasillo con piso de madera brillante y techo alto. Este pasillo, parecía comunicar todas las habitaciones de la casa. Pronto, llegamos a una escalera, también de madera, que al pisar los escalones chirriaban escandalosamente.
Al bajar las escaleras, me encontré con una sala de estar respetablemente amplia. Había una chimenea en la pared de la derecha, y los sillones parecían estar acomodados en torno a ella. En el centro, había una pequeña mesa de madera sobre la cual estaba una bandeja de plata con tasas de té.
Un chico de aproximadamente 17 años, tez blanca, cabello castaño hasta los hombros y expresión de madurez, se levantó de su aciento al verme llegar junto a Eva. Debía ser el hijo mayor de la familia. Hice una inclinación de cabeza en modo de saludo, y me sente en donde Eva me indicaba. En los otros sillones, se encontraban Constanza, tan seria como cuando vino a darme la "bienvenida"; un hombre adulto y canoso, probablemente el señor Badía; Y un niño de unos 14 años, con cabello oscuro y corto, que me miraba sonriente desde el otro lado de la mesita.
- Buenos días, mi nombre es Alberto Badía, soy el dueño de la estancia.
-Buenos días- le contesté, mirando a todos para que se entendiera que era un saludo general.
- Bueno, como ya debe suponer, la señora que conoció hoy, Constanza, es mi esposa y ellos son mis dos hijos: Santiago, el mayor, y Francisco, el menor.
- Mucho gusto. - No se me ocurría que mas decir. Estaban presentándome a una familia del siglo pasado, y yo no sabia como hablarles.
- Bueno, señorita, nos gustaría que nos cuente un poco de usted, si no le molesta. - El que habló ahora fue Francisco, el niño que me observaba lleno de curiosidad.
- Bueno.. Ehh.. No tendría mucho que contarles, ya que no recuerdo muy bien que es lo que pasó. Lo único que puedo decirles es que mi nombre es Leila Gil y que tengo 16 años.
- No sabe usted quién es su padre?
- Lo siento pero no. No consigo recordarlo.
Estaba mintiendo, y era extraño ya que nunca podía hacerlo bien. Pero ahora tenía que hacerlo. No podía decirles que venía del año 2016. Me meterían en un manicomio.
-Comprendo. Si le parece bien, puedo llamar al médico del pueblo para que la revise, y claro, llegar a un acuerdo.
- ¿Un acuerdo?
- Si un acuerdo. Supongo que usted no tiene donde quedarse ¿verdad?.
- Verdad.
- Bueno, en tonces, le ofrezco quedarce en mi casa a cambio de su servidumbre. ¿Le parece?
- Mi servidumbre?
- Necesitamos a alguien que limpie la casa, haga las camas o prepare las comidas. Nuestra esclava podría enseñarle y ayudarle a completar sus trabajos. Cree usted que podrá cumplir con sus trabajos?.
- Creo que sí, señor.
- Bueno, entonces tenemos todo arreglado!. EVA! -gritó- acompañe a la señorita a su habitación. Debe estar agotada.
Mientras Eva se acercaba, le dí las buenas noches a la familia, y volví a mi habitación. Hacer la servidumbre? Podría yo hacer eso?. En mi casa, nunca había colaborado con la limpieza. Como se suponía que iba a asear una casa entera con productos de docientos años atrás?. Me tranquilicé pensando que Eva me enseñaría. Esperaba poder aprender. Mientras tanto, necesitaba volver a mi tiempo. No podía quedarme para siempre aquí. En la escuela, ni siquiera prestaba atención en las clases de historia. No tenía idea de lo que estaba pasando en esta época, ni como volver a mi tiempo. Mientras repetía estos pensamientos en mi mente una, y otra, y otra vez, me quedé dormida.

Una Anticuada Adolescente Del Siglo XXIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora