Capítulo 2 -Lo que se hace por amor

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Volví a casa andando como siempre, a Sam no lo vi desde la mañana, cuando salí su coche seguía allí, en el mismo lugar donde lo aparcó.

Tardé media hora, casi, en llegar a la finca. Saludé al portero, el sñ. McLynn y entré al ascensor, la puerta se iba a cerrar pero un brazo lo interrumpió y volvió a abrirse. Un mujeriego llamado Samuel, más conocido como Sam el capitán del equipo de rugby, entró al ascensor y apretó del botón tres, yo apreté el cuatro.

-Ya me enteré-. Le informé.

-Hola, ¿eh?- Dijo Sam alzando una ceja. -¿De qué?- Se apoyó en la misma pared que yo y se giró para verme.

-No lo sabia hasta hoy-. Se cruzó de brazos.

-¿Enserio?¿Quien te lo ha dicho? Solo rompí con ella, ya no me gusta y se comportaba muy raro, se estaba volviendo loca-. Afirmé con la cabeza, varias veces, sin saber muy bien de que estaba hablando.

Se abrió la puerta del ascensor en el tercer piso, me alegré que saliera, me estaba incomodando.
Suspiré aliviada cuando me tiré en mi cama de golpe. Tiré la mochila al suelo y me coloqué los cascos para escuchar música, puse la primera que vi.

»Ella era bella, frágil como una rosa. Él era una vestía, esclavo de sus impulsos. Único el día en que les ataron esposas, ya no eran niños, crecieron, se hicieron adultos juntos...«

Paré la música, llamaron a mi puerta, la abrí porque cerré con pestillo. Era mi madre dándome el sermón de que no cierre la puerta y que estudie más y bla, bla, bla... Y que la cena ya estaba lista. Me pasé toda la tarde escuchando canciones de Melendi, Malú, Maluma, Kristina Perry, Ariana Grande...

A mí me encanta la música pero solo para escucharla.

Salí de mi habitación como un perezoso, no pensaba decir zombie porque andan más rápido.
Me senté y empecé a cenar, mi madre abrió la boca para hablar.

-No mamá, no me des otra charla-. Al mismo tiempo que metía el tenedor en mi boca, un poco agachada, le puse el dedo índice recto delante suya para que no hablara. -Me conozco todos tus sermones-. Bajé el dedo.

-Creí que querías saber sobre nuevos vecinos.

-Y yo creo que ya conozco a uno. Se llama Sam-. Me levanté recogiendo mi plato y metiéndolo en el lavavajillas. -Vive en el piso de abajo.

-Lo sé. Les he hecho una visita esta tarde, después de comer. El padre se llama Henry, la madre Anne y el hijo, ya lo sabes, Samuel-. Ella hizo lo mismo con su plato y cubiertos. -Viven justo en la casa de abajo-. Nos sentamos en el sofá para ver la televisión, puso las noticias, en ese mismo instante estaban haciendo el tiempo.

-Mañana, desde la primera hora de luz, lloverá en gran parte de la ciudad, más por el centro hacia el oeste, posiblemente el sol no se vea por el gran manto nuboso que se dirige...- Dijo la mujer del tiempo.

Si mañana llueve..., tengo posibilidades de ir con Sam, se lo preguntaré ahora.

Me despedí de mi madre que seguía en el sofá, esperando a mi padre, yo me fui a mi habitación.
Abrí las puertas del balcón y vi como alguien abría las puertas del balcón de al lado mío, eran los vecinos. Golpeé los cristales del balcón cuando la luz se apagó, volvió a encenderse y volví a golpear. Salió y miró hacia todos los lados, por último hacia mí y le saludé con la mano, porque ese hombre era Sam.

-¿Que tal?- Preguntó Sam con una sonrisa de oreja a oreja. -¿Que quieres? Existen las puertas.

-Si no me he confundido, eso...- señalé hacia detrás de él. -...es una puerta. ¿Dúplex?

-Acertaste. Esta va a ser mi nueva habitación-. Apoyó sus dos manos en la barandilla color beige, del mismo color que la mía. Le sonreí y él respondió de la misma manera. -Que bien ¿no?- Nuestra casa anteriormente también era dúplex pero mi familia pidió un permiso para cerrar el piso y alquilaron la parte de abajo.

-¿El qué?- Le miré extrañada alzando las cejas.

-Que seamos vecinos y nuestras habitaciones estén juntas-. Quedamos en silencio un rato. -Por cierto, ¿cómo sabías que he roto con Sarah?

-Me lo has dicho tú.

-¿Cuándo?-Arrugó su frente y se acercó lo máximo que pudo a mí. Chasqueé la lengua porque era la última pregunta que quería escuchar.

-Hoy...- Rasqué mi nuca y luego me apoyé en la barandilla. -...En el ascensor e iba a decir otra cosa pero tú pensaste que era eso y...pues... te confesaste chaval.

-Pues eres la primera en saberlo. No se lo cuentes a nadie por favor. Ni a tu mejor amiga ni a tu novio-. Agaché la cabeza mirando mis zapatos blancos. -¿Que te ocurre?

-No... Tengo...- Empecé a decirle un poco incomoda. -Novio-. Le miré a la cara, se veía sorprendido.

-¿Cómo? Eres hermosa. ¿Cómo no puedes tener novio?- Me sonrojé al oír el adjetivo que me dio.

-No soy hermosa. Eres el primer chico que me lo dice-. Me arrepentí de eso enseguida que salió de mi boca.

-Seguramente muchos chicos te lo han dicho pero no lo habrás querido escuchar-.Sam saltó a mi balcón ya que estaban pegados y me abrazó, acepté su abrazo e hice lo mismo.

Pasamos hasta las doce hablando y conociéndonos sentados en el suelo de mi habitación, exactamente en la alfombra.

-¿Ese es tu padre?- Preguntó cogiendo una foto de encima de la mesa, en un marco de color negro. En esa foto estaba mi padre con treinta y nueve años, su cara redonda con barba, bigote y pelo gris, con los ojos verdes, azul cristalinos con tonos naranjas y amarillos -parecidos a los míos-, en el que está abrazándome cuando yo solo tenía diez años. Mis lágrimas empezaron a recorrer mi rostro recordando el accidente. -Lo-lo siento-. Dejó la foto en su sitio, se agachó con preocupación en la cara, hasta llegar a mi altura, apoyó sus rodillas en el suelo y me abrazó. Minutos después dejé de llorar dispuesta a contar lo sucedido. Secó mis últimas lágrimas y besó mi frente antes de sentarse delante mío, cruzando sus rodillas cómo los indios. Cogió mi mano para darme fuerza y confianza. Le miré a los ojos y él los míos.

-Yo tenía once años, venía del cumpleaños de una amiga. Íbamos en el coche mi padre y yo, un todoterreno se pasó un semáforo en rojo e iba a chocar con nosotros, mi padre sabía que no le daba tiempo a pasar sin que chocáramos, se tiró encima mío, protegiéndome. Noté un golpe muy fuerte que rompió los cristales y luego otro más fuerte porque chocamos contra un árbol que se rompió atravesando el techo del coche y a mi padre, terminando arañándome a mí toda la espalda dejándome una cicatriz-. Poco a poco iba desabrochando mi camisa hasta que no quedaba ningún botón abrochado. Me quité la camisa dejando a la vista mi sujetador rosa, recogí mi pelo en un moño mal hecho, con una goma negra.
Sam me inspeccionaba de arriba abajo sin decir nada, hasta que nuestros ojos conectaron. Me di la vuelta dejándole ver mi cicatriz que iba de mi hombro derecho hasta mi cintura.
Sam colocó su dedo índice en mi espalda y la acarició haciendo el recorrido de mi herida, me estremecí por las caricias, dejándome la piel de gallina.
Después de hacer la misma acción varias veces seguidas en silencio, me giré para verle, solté mi cabello y me levanté.

-Ya es muy tarde, es mejor que te vayas-. 

-Mañana lloverá, te espero en el balcón y te llevo. Buenas noches-. Se acercó a mí y besó mi frente, saltó a su balcón y luego entró al suyo cerrando las puertas.







No Entiendo De Besos #1 (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora