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Casa de la Señora Maricela. Oeste de la Capital. 5-Nov.

García siente que el tiempo es eterno, trata de calmarse y respira hondo. Los paquetes de cápsulas se le resbalan de las manos, los mete a sus bolsillos; regresa por el portafolio, planea salir corriendo de ahí. De pronto un sonido muy claro sale de la habitación del fondo, es un tic, que desaparece en el aire; sus sentidos se despiertan, regresa a la puerta. Tic...tic, tic, cada vez más claro y rápido.

Una moneda pesada rebota en el suelo para después girar sobre su propio eje, tarda algunos segundos hasta que cede al colocar una de sus caras contra la loseta. El eco se difunde por todas las paredes de la casa. El tiempo se detiene. García escucha que alguien corta cartucho. La punta de un rifle se alcanza a ver saliendo de aquella oscuridad. Sin saber cómo, una mano lo toma del gorro de la sudadera y lo jala con fuerza, un estallido brama en el silencio y corta el aire, el aliento de la muerte pasa rozándole la cara, dejando olor a pólvora. García cae de golpe al suelo llevándose una mano a la cabeza para saber si aún está con vida. En la puerta de la habitación de Rodríguez hay un gran agujero. La misma fuerza que lo tiró sigue jalándolo por el piso hacia atrás, siente algunos pedazos de madera al pasar sobre ellos; su mano no suelta el portafolio. Alguien ha salido de la habitación del fondo, está vestida de blanco, pero sólo ve la silueta cuando empieza a descender por las escaleras. Un nuevo disparo pega en el primer escalón cerca de su pie, botan pedazos de concreto y loseta por el aire y otros caen sobre él. García rueda por las escaleras tratando de detenerse. Cuando logra ponerse de pie ve que era Rodríguez quien lo jaló hasta ahí, ahora su amigo le hace señas de que se marche mientras sube con las manos en alto de nuevo al pasillo.

García levanta el portafolio y corre a la puerta, escucha gritos de reproche y un golpe, pero no se detiene, sale al pórtico y de un salto baja los tres escalones. Al atravesar el jardín siente sus pies descalzos contra el frio suelo, pero sigue corriendo, al salir a la calle casi choca con el muro, continua sin parar hasta el coche: ‹‹abre puerta›› dice varias veces, el auto está programado para reconocer la voz de Rodríguez y de García, pero no responde. ‹‹abrir puerta, chingada madre››. La puerta se abre y García avienta el portafolio a los asientos de atrás y saca de la guantera su pequeña arma, piensa regresar por Rodríguez pero éste ya viene atravesando el jardín. García corre hacía él, su rostro tiene un golpe en la cara y sangre en los labios; se ve muy asustado y le cuesta caminar, lleva la mirada baja al percatarse de los vecinos. García le quita los zapatos y sus tenis de las manos, lo ayuda a llegar al auto, le indica que suba al asiento del copiloto, el hacker sube del lado del conductor y presiona el botón de arranque. García se asoma para ver de nuevo la casa de su amigo, llama su atención una sombra en la ventana.

Después de varios minutos García detiene el auto a la orilla del camino. Rodríguez con un pañuelo se presiona el labio, su respiración es muy agitada, está temblando; el hacker trata de calmarlo y baja las ventanillas. Rodríguez abre la puerta, sale del auto y vomita. García se recarga en el asiento, aún no asimila lo que pasó. Cuando el doctor sube de nuevo García le pregunta:

− ¿Vas a estar bien, carnal?

− No. Creo que ya nunca podré regresar a esa casa. − Contesta con dificultad.

− Eso es lo que siempre quisiste... − García mueve la cabeza en señal de reprobación, se quita las astillas del brazo − Siempre tuve la impresión que nunca le caí bien a tu jefa, pero en ese segundo disparo, casi te chinga a ti también ¿Cómo pudo...?

− ¡Esa mujer le pegó! − Scarlett habla con seriedad.− Rodríguez le suplicó que no te hiciera daño, que él tenía la culpa. Ella le golpeó la cara con el rifle y después entró a su cuarto.

−Intercepte las llamadas de emergencia− dice Scarlett después de un momento de silencio.

− La desobedecí. Lo voy a pagar muy caro. − Sentencia Rodríguez; sigue presionándose el labio, la cara aún la tiene caliente y su ceja hinchada. − Perdóname por meterte en esto. A ti también te buscará.

Rodríguez cierra la puerta y se recarga en el asiento, su mente esta desubicada.

− Iré con Él Farmacéutico, sólo pásame a dejar al centro comercial y después te vas con mi jefa, hoy mi carnala estará con ella, te sentirás mejor allá.− García pone las manos en el volante para ocultar sus nervios.

Rodríguez tarda en contestar, se incorpora, parece meditar la situación, después contesta:

− Quiero ir también, si en algo te puedo apoyar lo haré, al fin de cuentas es la misión que se me encomendó.

¡El Farmacéutico ya va de camino al lugar! −, los apresura Scarlett.

− ¿Cuando me dirás eso de tu dichosa misión? −, emprende de nuevo la marcha.

Rodríguez ahora mira por la ventana, se limpia la frente con pañuelos y los coloca en un compartimento de la puerta, revisa que su camisa no esta manchada. Las nubes están oscuras pero al parecer no lloverá. Él le teme a la lluvia, pero no tanto como a Maricela, las cosas en su vida han cambiado drásticamente. Es momento de avanzar. Se gira para mirar a García que espera su respuesta, aun no le puede contar, eso lo discutirá con calma cuando llegue la noche.

Lo sabrán todo, − responde − y después, cuando entiendas, seguiremos con la venta masiva. Todos tendremos una segunda oportunidad de empezar de nuevo. Todos.

PsicotinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora