Epílogo

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Sentí mi cuerpo, por primera vez en un tiempo, bien.

Abrí los ojos en un lugar completamente blanco. Tenía adornos dorados sobre una mesa de luz, y una nota con una tinta plateada que decía:

"Ven a verme en la oficina central"

Me levanté a la velocidad de un rayo. Acabo de empezar a recordar todo, pero cuando quiero ver qué pasó luego de desafiar a Satán, no hay nada más que oscuridad.

Abrí la blanca puerta, que extrañamente daba a la calle, donde todo es pasto, flores de colores inocentes, y una gran laguna.

Giré la cabeza hacia un lugar lejano, y, con unas letras en neón tan grandes como una ventana decía "Oficina Central". Creerá que soy ciega o algo, que más claro no puede estar.

Entré, y me atendió una chica de cabello blanco y ojos azules.

— El Señor está por allá.— Y señaló una puerta en el fondo.

Fuí, abrí la puerta, y allí me esperaba un hombre grande, de traje formal blanco, como si fuese un cura, pero de traje.

— Frent, has roto una barrera ¿Lo sabes?

Ahg, ya me tienen cansada con eso ¿Acaso va a venir un perro y me dirá lo mismo?

—Mire, Señor...

— Estoy impresionado por eso.

¿Eh?

— Mira, Frent...

— Free, por favor.

— ...Ya eres dueña del infierno. Es todo tuyo. Venciste a Satanás, y estoy muy feliz por eso. Ya era molesto.

Reí con eso, por los nervios o por la honestidad de sus palabras. Ambas están bien.

— Como ves, estoy algo viejo. Necesito descansar, y creo que, como jefe, puedo ascender a mi gente.

No entendía nada, hasta que lo dijo.

— Desde éste preciso momento, eres lo más poderoso de todo este Universo, Free, o Frent, eres la nueva Señora de la Muerte, dueña del Cielo, el Infierno y del Purgatorio. Desde ahora, me inclino ante tí.

Se arrodilló, se levantó, y antes de que pueda decir algo, se esfumó en un polvo dorado luminoso.

Aparecieron Locked, Sun, y Felix. Nunca me sentí tan feliz de verlos.

— ¡Oh por... ti!— Rió Sun.— ¡Venciste al mismísimo Satanás, y con mi traje puesto! Es un honor.

Reí, al igual que mis dos mejores amigos.

— Sabía que eras tú, Free. De algún modo.— Dijo Maxi, haciendo gestos con las manos.

— ¡Hey! ¿Ya te viste?— Marcó Felix. La recepcionista, casi leyendo mis pensamientos, trajo un espejo. Tenía el cabello mil veces más largo. Literalmente lo arrastraba. Y mi vestimenta, en vez de los pedazos de traje, era un vestido blanco, con un degradado de negro de abajo hacia arriba. Tenía una auriola, y mis cuernos. Alcé mis alas, en señal de orgullo.

— Bueno, desde ahora soy la Reina de los Muertos.

...

Sentada en mi escritorio, ordenando las almas que irían al infierno, y las que irían al Cielo. Demonio, ángel, un par más de ángeles, tres demonios...

— ¿Café, Señora?

Con su traje blanco y negro, me trajo una taza que desprendía ese olor a energía que me encanta.

— Gracias Len, muchas gracias.

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