-Sabes que no puedes acercarte verdad?- dijo una voz y un hombre joven, de piel color caramelo y ojos verde-dorado con pupilas rasgadas, se paro a su lado.
Ella no respondió al instante.
En patio del Instituto podía verse a varios Cazadores de Sombras, adultos y niños, corriendo por ahí. Pudo ver a Samuel y Mica, juntos, mirando a sus gemelas correr entre ellas; se habían casado hace cinco años, con la aprobación de la Clave, le hubiera gustado haber sido testigo de ese momento, haber visto a la más pequeña de sus cazadores entrar al altar vestida de dorado, hermosa como un Lirio y salvaje como una Flor de Medianoche; le hubiera encantado ver a su Segundo al mando vestido de traje, esperando a su parabatai y futura mujer.
Parabatai... la palabra aún dolía, Ia pesar de los diez años que pasaron.
Vio a Karen, a su parabatai, de la mano de un apuesto rubio de ojos azules, ambos riendo al ver a su hijo, una mezcla de ambos, aunque ella había visto al niño de cerca y podía jurar que era totalmente igual a su amiga, su hermana.
Cerró los ojos, dejando que una lágrima, roja como la sangre, cayera de su mejilla. El dolor de su runa de parabatai, la hizo jadear.
10 años, y aún recordaba como era ser una Cazadora de Sombras.
10 años que había perdido a su hermana Sariel y a Oscar, su compañero, su piromano adicto al fuego, la oscuridad que llevaba dentro una luz tan vibrante como el mismo sol.
10 años que había abandonado a sus chicos, porque por más que quisiera negarlo, ella nunca volvería a ser como ellos.
10 años que renació como vampiro.-Karen se ve hermosa, no crees?- se les unió a ella y al brujo un chico moreno, apuesto, de rasgos ingleses.
Sonrió con amargura.
10 años que ella y Emmanuel huyeron de la última batalla que habían peleado todos juntos.
10 años que Marian había abandonado su vida, su parabatai y su familia, para huir del dolor.-Ella siempre fue hermosa- respondió dándose la vuelta, el largo gabán negro, un recuerdo de Oscar, se abrió a la brisa.
Miro al brujo, limpiándose las lágrimas.
-Cómo siquiera los soportas Magnus?- se le quebró la voz por los recuerdos.
Vio al hombre meditar su respuesta, y mirándola luego con una gran tristeza en los ojos.
-La inmortalidad no cura el dolor preciosa- acarició su suave cabello rubio-, solo hace el dolor soportable.
Ella asintió lentamente y paso de el. Camino hasta la otra punta del edificio, y miró el horizonte, a la eternidad que se extendía delante de ella, una eternidad que no pidió y sin embargo le fue dada.
Eternidad.... La palabra misma aun le daba miedo, era demasiado grande, demasiado... intensa para digerirla aún, y dudaba que alguna vez pudiera hacerse realmente una idea de lo que era la Eternidad, en este momento, para ella.
Miro su mano, la runa de Visión aún nítida en ella.
"El corazón de una mujer es un océano profundo de secretos", eso había escuchado cuando era joven.
Ella se puso los guantes de cuero, dejando que la luz del sol la bañara.
Ella misma era su más oscuro secreto.