Oigo gritos.
Otra vez no, otra vez no.
—Ahhhhhhhh, ¡no por favor, no!
—¡Callate zorra!
—¡Porfavor Richard!, Elena está en casa —dice mi madre jadeando.
—¡Al diablo con ella!
—¡No!
No lo soporto, me tapo los oídos con la almohada lo más fuerte posible pero los gritos ahogados de mi madre retumban en mis oídos ¡Dios no!
Me siento rápidamente con la respiración agitada, solo fue una pesadilla. Me bajo de la cama y me dirijo al baño, no me había dado cuenta de que estaba sudando hasta ahora cuando me veo en el espejo. Estoy horrible, tengo unas detestables ojeras que me hacen ver más cansada de lo que estoy, estoy muy pálida y me veo 4 años mayor. Por dios, es como si me estuviera muriendo viva, aunque en cierta parte es así. No acostumbro mucho a mirarme en el espejo, considero que es otra forma mas para desanimarme y deprimirme. La verdad es que no es tanto por el físico porque tengo muchas curvas, soy estatura promedio, mi cabello negro es largo y sedoso, y en general creo que soy bonita. Pero nada de eso me importa, lo único que me llama la atención son mis ojos, azules y grandes, perfectos para observar en ellos la tristeza, el miedo, el dolor, la furia, la nostalgia y el rencor que me acompañan. Reflejan tanto sufrimiento que uno solo puede fijarse en ellos, todo lo demás se vuelve nada.
Regreso a mi habitación, me da miedo volver a dormirme, así que me siento en el piso. Encojo mis rodillas y sostengo el collar que me regaló mi madre aquella noche, de alguna forma me ayuda a sentirme protegida y más cerca de ella, se que suena estúpido, pero funciona. Me quedo así mirando el reloj hasta que sale el sol. No tengo ánimos ni para parpadear, pero me obligo a levantarme y darme una ducha, me pongo lo primero que encuentro en el armario y decido saltarme el desayuno.
Cuando llego a la universidad muy pocos me miran, supongo que es porque soy la dueña de un fabuloso auto o todavía me ven como una amenaza para su estúpido estatus social. La mañana pasa volando y llega la hora del almuerzo. Como hoy no traje mi comida tengo que esperar en la fila para comprar en la cafeteria. Todo anda bien, las personas hacen sus cosas normales y todo esta normal, hasta que detrás de mi otra vez detecto esos ojos acosadores y no puedo evitar sentirme asustada de repente, así que salgo de ahí y me dirijo al pequeño parque. Me siento en una banca e intento tranquilizarme. Estoy bien, estoy bien.
Me quedo un rato sentada contemplando el hermoso paisaje que me rodea, hay árboles por todas partes y hermosas flores silvestres. Siempre me gustó este tipo de ambiente, me hace sentir relajada y me hace olvidar por un pequeño momento todo el dolor. Se que es estúpido y la verdad es que no se por que funciona, pero funciona. Saco el libro que me lleve de la biblioteca y aprovecho para avanzar un poco, no había tenido tiempo para leerlo y ahora creo que es perfecto. Los minutos van pasando como el viento y se me pasa la hora de la siguiente clase que tenía, genial. Si sigo así perderé mi beca y junto con ella mi futuro, si es que tengo alguno...
(...)
—¡Elena!, ya está la orden de la mesa tres, ¡vamos apresúrate! —dice Marshall, el cocinero. Es un hombre de unos 48 años, barrigón y con un bigote demasiado exagerado para mi gusto. Nunca hemos hablado de otro tema que no sea relacionado con el trabajo pero no me parece una mala persona, se que debajo de esa apariencia de anciano gruñon es sensible y vulnerable.
—¡Ya voy! —grité de vuelta.
Tomé la bandeja y me apresuré para atender a la pareja de la mesa tres. —¿Se les ofrece algo más? —les pregunté con ese molesto tono servicial que estaba obligada a usar para agradar a los clientes —No gracias, estamos bien así —respondió la mujer y me largué. En mi camino a la cocina para recoger mi siguiente orden me tope con un par de ojos azules e intensos que me miraban fijamente desde una mesa en la esquina, pertenecían a un chico realmente apuesto y muscoloso, vestido con unos jeans negros ajustados y una camiseta gris, sus brazos estaban perfectamente tonificados y estaba en muy buena forma, su cabello es castaño claro y esta ligeramente despeinado, haciéndolo ver aún mas apuesto. Jamás lo había visto por aquí, excepto... Sus ojos me parecen familiares. No puede ser, el es el acosador. Salí de mi estado de idiota embobada cuando caí en la realidad y casi trote hasta el baño para echarme agua en la cara. ¿Que demonios le sucede a este maldito mundo? Solo pido tener una vida normal y feliz, un futuro en el que yo sonría todas las mañanas y tenga una puta vida normal, pero no, claro que no, nunca será así, porque soy un puto imán de problemas, dolor, sufrimiento, angustia, desesperación y tristeza y cada vez que intento dar un paso hacia delante la vida me devuelve dos pasos hacia atrás.
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Trata De respirar
Novela JuvenilElena es una chica de 19 años que ha sufrido demasiado en el pasado y se podría decir que jamás ha sido feliz. Cuando tiene la oportunidad, se escapa y emprende un nuevo camino hacia una nueva vida en la que cree que podrá avanzar y ser feliz, pero...