Veintidós

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Miraba distraído la taza con el café que hace unas horas había preparado recordando lo que había sucedido anoche.

Nadia quien en toda la conversación había mantenido los ojos cerrados los abrió tras mi confesión.

–¿Qué dijiste? –preguntó temerosa.

Cerré los ojos con fuerza, sintiendo el pasado empezar a retorcer las viejas heridas y suspire.

–Sí, Nadia. Murió en un accidente automovilístico un 13 de octubre hace dos años –apreté los dientes y las siguientes palabras salieron en un destiladero de dolor– Todo por mi maldita culpa.

–¿ Cómo...–en su voz había pánico.

No dude, la atraje hacía mi y la abracé. Ella escondió su rostro en mi pecho.

–Tranquila –besé su cabeza– Ese día John a quien ya conoces, estaba dando la que se jactaba de decir que sería "La fiesta más inolvidable de sus vidas " –ante esto último Nadia se tensó. Besé su cabello para asegurarle que todo iba bien.

»Nad, si no quieres seguir escuchando... Si sientes que es mucho para ti, dímelo. Lo menos que quiero es que te sientas peor y sientas más tristeza.

Rogué afligido.

–Blake, te lo debo. Me escuchaste ahora es momento de que te escuche, al menos déjame hacer eso y recompensarte por ello.

–¿Estás segura?

–Sí.

Aclaré mi garganta y continúe.

–Michael, no quería ir, las fiestas... A él no le interesaban, pero fui terco y le insistí hasta que aceptó.

»Fui egoísta Nadia, si le hubiese hecho caso ahora... El estaría aquí.

Los ojos me escocían, no quería llorar y menos frente a Nadia. Sabía que si las dejaba en libertad estaría cavando un hoyo del que no saldría por un tiempo y sin ayuda, pero en este momento Nadia me necesitaba como para darme el lujo de derrumbarme justo ahora.

Nadia se separó de mí, ahora era el abrazado y no quien abrazaba, ahora era a mí a quien consolaban.

Seguí conteniendo el llanto hasta que escuché a Nadia cantar. Conocía aquella canción, un lejano recuerdo se coló. Las lágrimas comenzaron su cauce y corrieron libres por mis mejillas.

Mientras Nadia seguía entonando aquella melodía, el recuerdo fue haciéndose más claro a medida que la canción llegaba a su fin.

Una vez Michael había llegado tarareando una extraña melodía y había entrado a la habitación enérgico, buscando su laptop con rapidez, como si fuera algo muy importante. Me había acercado a él extrañado y me había acomodado observando lo que hacía.

¿Qué ocurre? –le había preguntado.

En un rato te lo muestro o se me olvidará –fue su respuesta.

Luego de un par de minutos de búsqueda, al parecer había dado con lo que buscaba... Una melodía casi triste resonó en la habitación y las primeras letras fueron entonadas.

Escuchamos la música en silencio, hasta que finalizó y nos miramos.

Es jodidamente triste ¿Verdad, Blake? –sólo asentí.

–¿Dónde la escuchaste?

Hoy en el parque, escuché a una chica cantarla... Mientras lloraba.

Terminé mi taza de café, aunque este último se había enfriado hacía rato mientras recordaba.

Sentí unas frágiles manos abrazarme por el cuello desde atrás y dejar caer su cabeza sobre la mía.

Lo que escribí para ti en mi Cuaderno [AEL#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora