Capítulo 14

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Con Annabeth nos encontrábamos ahora en la cabaña de Zeus explicándole a los chicos sobre la profecía, y yo no podía estar más incómoda, debes en cuando nos mirábamos pero nadie parecía notarlo.

-¿Y ya decifraron lo del manto de oscuridad? - Acotó Piper.

La rubia y yo nos miramos por un momento.

-No. -Contesté yo.

-Uno morirá y bajo el manto de la oscuridad se refugiará. - repite Nico, posando su mano en el mentón. - ¿Las profecías jamás son explícitas cierto? - Se dirige a Annabeth.

-Cierto. - Contesta la rubia.

-Entonces no morirá de verdad o al menos no de manera carnal.

-¿Manera carnal? -Pregunta un Leo confundido.

-Eso quiere decir que sentimentalmente o emocionalmente puede sentirse muerto o acabado, pero no necesariamente tiene que morir. -Respondo. - Pero Annabeth me decía que el significado de estas era incierta, pero se puede esperar a que se vayan dando las cosas.

-¿Y si con el manto de la oscuridad  hace referencia a Nico? - Dice Percy llamando la atención de todos.

-Manto de la oscuridad... -Susurra una pensativa Annabeth.- ¡Claro! No dice el manto de la muerte, sino de la oscuridad, por lo que aquella persona se apoyaría emocionalmente en Nico, por lo tanto él también estaría involucrado y tendría que acompañarnos.

-Genial. - Dice sin ánimos el aludido.

-Y lo último está más que explícito. -Dice Piper.

-Una de nosotras no volverá. -Menciono  con seriedad cruzandome de brazos.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Entrenaba mi puntería con arco, porque no sé, simplemente quise.

Cada vez que tiraba le daba perfectamente en el centro.

-Oye. -Tocan mi hombro.

Me giro y me encuentro con una chica castaña algo corpulenta, a la cual distingo como hija de Ares, por sus ojos cafés con un leve toque rojo, sediento de guerra y sus fuertes rasgos físicos.

-¿Si ? - Pregunto.

-Bueno... Quería decirte que eres buena luchando. - Sonríe de lado. Eso solo quiere decir una cosa viniendo de un hijo de Ares. - ¿Quieres una batalla conmigo?

-Claro. -Respondo con una sonrisa de lado.

Dejo el arco y el carcaj junto las flechas en su lugar, y juntas caminamos a la arena.

Muchos nos veían raros, y al ver hacia donde nos dirigimos, comenzaban a seguirnos. Al parecer tendríamos espectadores.

Llegamos y transformo mi pulsera en espada y ella saca una.

-¿Cómo se llama? - Se refiere a la espada.

-Destructor.

-¿Eso me debería intimidar? - Pregunta arrogante.

-No lo sé, ¿te sientes intimidada? -Digo de la misma forma.

Ella me mira de arriba hacia abajo, era como si me estuviese escaneando completa.

-Hagamos una apuesta. -Propone. Asiento. - Si yo gano tu harás algo que yo te diga que hagas, y si tú  ganas, haré lo que tú quieras que haga.

-Me parece.

Apenas termino de de decir eso, me ataca sin vacilar, yo la esquivo y me doy cuenta de algo.

Al atacar se apoya con fuerza en el pie derecho, atacando con la espada de izquierda a derecha, y dejando desprotegido el izquierdo.

Vuelve a hacer lo mismo pero yo retrocedo y voy a su izquierda atacando de paso a su pie de apoyo. Ella se inclina un poco y me mira atenta, podía jurar que de sus ojos salían llamas.
Vuelve a atacar, pero con más fuerza.

Esa es una de las falencias de los hijos del dios de la guerra, desean tanto ganar en combate que cuando sienten que están a punto de perder atacan con más fuerza sin medir sus actos.

Detengo el ataque y ella ejerce aún más fuerza con el intento de botarme, era tanto su intento que apoyó el pie malo, pero al hacerlo se arrepintió y debilitó la fuerza que estaba ejerciendo dándome una chance. La empujo levemente hacia atrás, y con el mango del arma le golpeo en la boca del estómago, dejándola sin aire por un momento.

Mientras trataba de recobrar el aliento, empleo una maniobra que aprendí viendo a algunos campistas entrenar, y hago volar su espada dejándola lejos de su alcance, le levanto el rostro con la punta de la espada y sonrío por la mitad.

-Gané.

Ella sonríe y se pone de pie como puede.

-Clarisse. -Extiende la mano. - Hija de Ares.

-Danielle. -Acepto.- Hija de Zeus.

-Cualquiera te confundiria con un hijo de Atenea por la forma en que peleas. - Me dice.

-Muchos me han dicho eso... Total, en cierta forma es mi abuela. - Digo soltandola y transformando mi arma en una pulsera.

-Si, todos lo saben. Eres famosa en el campamento, y después de la profecía  aún más.

-¿Todos saben sobre la profecía? -Le pregunto con un deje de preocupación. ¿Cómo podían saberlo ya? Apenas me enteré de su existencia.

-No te preocupes, aquí todo se sabe.

-Eso no me calma. - Le digo

-¿Qué me harás hacer? - Pregunta y yo pienso.

Al llegar una idea sonrío de lado.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Clarisse miraba atentamente la diana y las flechas que había lanzado. Ninguna había llegado, y si lo hicieron, fue muy lejos del centro.

-Esto es estúpido. -Vuelve a quejarse por enésima vez.

Según tenía entendido los hijos de Ares creen débiles a los hijos de Apolo porque luchan a través de sus arcos y flechas, y porque eran pésimos con una espada. A sí que quería que entendiera que el tiro con arco es mucho más  difícil de lo que cree.

Al lado nuestro, unas hijas de Apolo se burlaban de Clarisse y su pésima puntería.

-¡¿Qué miran solecitos?!- les grita la castaña. - ¿A caso quieren que les entierre una de estas en sus iluminadas caras? -Pregunta con rabia.

-Con la puntería que tienes no creo que nos des. - Se burla una de ellas haciendo que las demás rieran con ella.

-Pero que te apuesto que te da una paliza con la espada. - Digo como si nada defendiéndola. Todas me miran. - Que fácil es reírse cuando estás con tu fuerte, pero si estuvieras en el de ella, que te apuesto que te darías por vencida.

-Si, es mejor que hacer el ridículo. - Se burla otra de ellas.

-Te equivocas rubiecita. -Le digo. - Es mejor equivocarse e intentarlo para así aprender y ser mejor, a quedarse sin hacerlo, porque quedarás como una completa ignorante, y a la hora de salir a una cruzada estarás frita. - Le digo. Tomo el arco de Clarisse y la condusco hacia donde se dejan, dejándolo junto al carcaj. -Vamos, dejémoslas en su zona de confort.

Comienzo a caminar junto a Clarisse dejando a las rubias atrás.

-No creas que no me di cuenta. - Dijo ella.

-¿De qué? -Le pregunto mirando al frente.

-¡Vamos! No te hagas, no soy cesos de alga o el duende latino para que me creas imbécil. - Exclama y la miro. - Sé que me llevaste allí para que aprendiera una lección.

-¿Y? - Le pregunto.

-Quiero que me enseñes tiro al blanco. -Dice sin vacilar

-Claro. -Sonrío de lado.

Confesiones de una mestiza [Percy Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora