Capítulo 21: Ocultan algo...

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Durante el resto del camino hacia el poblado de los alquimistas el ambiente estaba bastante animado. Los dos hermanos parecían haber cogido confianza con nosotros. Nos comentaron que no tenían un hogar propio y que por ello siempre viajaban de un sitio a otro. Les resultaba más cómodo no apegarse a ninguna aldea y no crear lazos, aunque no nos dijeron por qué. Solo se limitaron a contestar que era mejor así cuando tenían que despedirse de las personas que les acogían, que era más fácil despedirse cuando el afecto era mínimo. Ninguno de los tres llegamos a entender qué podía tener de malo encontrar un sitio propio donde quedarse a vivir.

Tanto Trent como yo hicimos buenas migas con Ris y con Dert. Pero Artrio, por su parte, siempre se mostraba distante con ellos. Parecía no confiar en ninguno de los dos por alguna extraña razón. Fue por ello por lo que la noche de nuestra llegada al poblado decidí hablar con él.

Los alquimistas, cuando supieron que veníamos aconsejados por el maestre de Arstacia, no dudaron en mostrarse hospitalarios con nosotros. El más anciano de todos, y que parecía ser el maestre alquimista de la aldea, en un acto de generosidad nos proporcionó cobijo a los cinco en una amplia cabaña que había cerca del río donde se abastecían de agua. Aquella noche, mientras todos dormían, le pedí amablemente a Artrio que me acompañara al exterior para conversar con él y preguntarle qué problema tenía con los dos hermanos, sentados junto a la orilla del río bajo el enorme manto de estrellas sobre el cielo despejado.

-Hay algo en ellos que me da mala espina-reconoció suspirando-. Es como si estuvieran ocultándonos algo.

-¿Qué iban a estar ocultándonos? Solo son dos huérfanos que van de un sitio a otro, sin más.

-¿Y por qué no buscan un lugar donde asentarse? Vivimos en tiempos de guerras y es peligroso ir deambulando por ahí para una chica de dieciséis años y un hombre de veinte solos.

-Ella tiene mi edad, y él es fuerte y sabe pelear. Además, tú siempre viajas solo-le repliqué, sin entender por qué veía aquello como algo sospechoso.

-Pero yo solo tengo que preocuparme de mí mismo, no tengo a nadie a quien arrastrar si hay problemas ni un estorbo que me entretenga.

-¿Tan débil me ves que me consideras un lastre?-preguntó una voz femenina a nuestras espaldas, causándonos una gran sorpresa. Ris parecía haberse despertado y salió de la cabaña con un camisón de seda y descalza, además de la venda que tapaba su ojo derecho, la cual no se quitó en ningún momento desde que la encontramos junto a su hermano Dert en mitad del camino, interrumpiendo nuestra conversación y dejando en un aprieto a Artrio.

-Necesitas que tu hermano te cuide y te proteja, ¿o no es cierto?-dijo Artrio, incómodo por la situación, tratando de explicar el por qué de sus palabras y por qué la consideró como un "estorbo".

-Ambos nos apoyamos mutuamente y nos complementamos para estar cómodos y ser felices-respondió sentándose sobre una roca, alejada de nosotros, con la vista puesta en el reflejo del cielo nocturno sobre el río-. En eso consiste ser hermanos.

-Él pelea por protegerte, poniéndose en peligro-intentó nuevamente explicarse-. Tener que preocuparse por alguien más es un estorbo para una persona que está peleando a vida o muerte.

-Quizá tengas razón, pero ambos aceptamos morir si el destino lo decide así-respondió Ris con indiferencia, sin apartar la vista del río-. No somos nadie para pelear contra el destino, solo contra quienes quieren herirnos. El tiempo decidirá tarde o temprano nuestro final, pero nosotros seremos felices teniéndonos el uno al otro.

-Eso que has dicho es muy bonito-le reconocí sonriendo, intentando animar un poco el ambiente y desviar la conversación a algo más agradable.

-Necesito descansar un poco. El viaje ha sido agotador-dijo Artrio excusándose para volver a la cabaña, dejándonos a Ris y a mí a solas.

El precio de la libertad: Sueños de grandezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora