-¡Para de una vez! -empujé el cuerpo rezagado de Chase, que chocó con un sonoro ruido contra la puerta a su espalda. Su cara estaba a un paso de la confusión y la sorpresa.
-¿De qué?
-¡De besar a las personas cuando las cosas no salen como quieres! -exploté, rodeándolo para salir de aquel infierno de casa. Bueno, no, la casa vintage era bonita, pero el dueño no. Era como la viva presencia de Perséfone en el inframundo de Hades.
Tampoco en ese momento pisaba el camino que guiaba a la salida, sin embargo esta vez no era con el propósito de molestar, sino de salir de allí lo más rápido posible.
Chase no vino detrás de mi. De hecho, no le volví a ver en el resto de la semana.
El jueves me levanté con ánimo de hacer un gesto de caridad y me metí su camisa en la mochila. En uno de los cambios de clase hice un poco de investigación -es decir, recurrí a Miles- y averigüé cual era la taquilla de Hoock. Estaba en el pasillo del club de fútbol.
Genial, los del club de fútbol tenían una especie de relación de amor-odio conmigo. Si me veían caminar por SU pasillo, podían pasar dos cosas: o bien se ponían a gritarme insultos, o bien a silbar lascivamente.
Dos de las cosas que hacían los hombres cuando necesitaban atención, y que más rabia me daban.
Me paré en frente de la número 305. Antes de volver a debatir internamente si hacerlo o no, metí a presión la camiseta doblada por las rejillas de metal, teniendo que hacer fuerza para que cupiera entera.
Justo era el momento oportuno para que un grupo de seis chicos del equipo aparecieran por el corredor, dando gritos y vitoreando el himno del instituto.
Rodé los ojos maldiciendo al universo. Pensé que me daría tiempo a alejarme antes de que cualquiera me viera, pero nadie iba a proporcionarme esa suerte.
Chad, uno de los capitanes suplentes, fijó su mirada en mí y seguidamente esbozó una sonrisa maligna de la que el gato Cheshire se sentiría orgulloso.
-¿Pasándole la factura a otro cliente, Strike? -gritó sin detenerse, lo que provocó que los otros chicos de percataran de mi presencia también.
Opté por seguir mi camino, ignorándoles, aunque una mueca de asco se escapó de mi subconsciente.
-¿Ahora ni me miras a los ojos? -siguió Chad, con burla en la voz-. Estabas bastante dispuesta a...
-Déjala, Chad -le susurró Caleb a su lado.
Caminé hasta ellos, ya que irremediablemente debía salir por ese lado del pasillo.
-No, Caleb. Esta puta ha estado riéndose de nosotros durante demasiado tiempo -soltó grotescamente.
-Vete al infierno -refunfuñé, pasando de largo.
Al contrario de lo que yo siempre quería, Chad me paró bruscamente del brazo.
-¿Qué hacías en la taquilla de Chase Hoock? -iba a abrir la boca pero me cortó-. Ni siquiera intentes negarlo -amenazó.
-No te importa lo que haga o deje de hacer -repuse, zafándome de su agarre.
-¿También te lo tiras a él? -siguió pinchando.
Yo, de verdad, no quería ser el globo que explotara, pero mi paciencia y mi forma pacifista de hacer las cosas tenía un límite que Chad estaba a punto de atravesar si no me iba de allí inmediatamente.
-Hasta nunca -le miré a los ojos entrecerrados.
A mi espalda, Chad dejó escapar una risa amargada, una risa que daba a entender que no me iba a ir de rositas sin que él se llevara la última palabra.
-No me extraña que tu novio se suicidara. Con alguien como tú, cualquiera preferiría el otro lado.
Me detuve abruptamente, mirando al infinito pasillo, sin procesar exactamente mis movimientos. Y digo «sin procesar», porque mis pies hicieron su camino hacia Chad involuntariamente.
El grupo de chicos ya había llegado al final del pasillo, hablando tranquilamente.
-¡Chad! -grité justo cuando podía observar con detalle cada vello de su nuca.
Me miró por encima del hombro con una sonrisa.
No me di cuenta hasta que sentí el calambre doloroso subir por mi codo que le había enterrado todo mi puño en la nariz.
Mierda, en las películas no parecía doler tanto.
Gruñí de dolor dando vueltas con la mano entre mis muslos mientras escuchaba a Chad quejarse. No le salía sangre de la nariz, pero estaba segura de que un buen moratón adornaría su cara mañana por la mañana.
-¡Te voy a matar, zorra! -exclamó distorsionando sus facciones debido a la rabia.
Vi a cámara lenta como iba a abalanzarse sobre mí, como un león se lanza a por su presa.
Sin embargo, sus amigos hicieron una barrera humana para impedirle el paso al mismo tiempo que Spencer, apareciendo de la nada, se plantó delante mío para hacerme retroceder.
-¡Te vas a arrepentir de lo que has hecho, Strike! -Chad gritaba y escupía saliva intentando correr y zafarse de sus amigos, que lo retenían-. ¡Considérate acabada!
Spencer, arrastrándome del brazo, me llevó hasta el cuarto de baño de chicas (al que llevaba sin entrar desde tercer año) para meterme la mano debajo del agua fría.
-¿Eres idiota? -bufó cuando suspiré de alivio por el contacto-. Espera, no, eres un genio, pero pegarle un puñetazo a Chad El Mamón sin un plan defensivo, es de idiotas. -Se cruzó de brazos apoyada en la pared-. ¿Por qué te quedaste parada? Por un segundo pensé que serías papilla de Aeryn.
Miré de reojo mi reflejo, y este me devolvió la dura mirada.
«Tal vez porque sabía que muy en el fondo, sus palabras eran ciertas» pensé, pero me lo guardé para mí. Quizás sí me hubiera merecido aquella paliza.
-Estaba llegando al nivel de "extremadamente gilipollas", siento si se lo merecía.
-¿Qué hacías en el pasillo de este ala? -cuestionó mirando mi mano, que empezaba a decorarse con pequeños círculos amoratados.
No quería sacarla de debajo del agua; sabía que en cuanto se me pasara la adrenalina de casi haber tenido encima ochenta kilos, me dolería horrores.
-Estaba buscando a alguien -dije sin vacilar.
La rubia, aunque no me creyó, no indagó más. Sabía que Miles con lo bocazas que era, acabaría diciéndole que le había estado preguntando por la taquilla de Hoock.
Siempre que Chase estaba de por medio, algo pasaba fuera de lo común.
Otra razón más para mantenerme alejada de él.
Un agudo pitido emitió eco por todos los rincones del centro, y la voz distorsionada del secretario del director sonó por los altavoces esparcidos por las esquinas.
-Buenos días, alumnos. Esto es un comunicado para la señorita Aeryn Strike. Por favor, acuda inmediatamente al despacho de director Hummer. Gracias por su atención.
No me lo podía creer. Apoyé la frente en el espejo maldiciendo cada maldito nervio de mi cerebro.
-Mira el lado positivo -Spencer se encogió de hombros-, comprobarás que cuando te digo que, si miras fijamente a Hummer, te sorprenderás del parecido que tiene con una llama.
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PHILOPHOBIA
General FictionLos polos opuestos se atraen pero, ¿y si ahora también lo hiciesen los iguales?