Capítulo Séptimo: Cómo llegué a Cuba

6 2 0
                                    

En aquel momento la brise de mer asperjaba sal y agua sobre mi rostro, cuando desperté, me sorprendí porque estaba volando, o eso creía yo hasta que vi hacia abajo detenidamente: un banco de delfines estaba nadando velozmente y yo iba sobre ellos. Ya no sabía cuánto tiempo había estado "navegando" sobre delfines, ni cuánto había estado endormi, no poseía mi dague ni mi diario, solo tenía mi fé, mi fé en notre Dieu y el asombro porque su inmensa ayuda se hizo presente en un banco de animales marinos.

Aquel atardecer logré ver terre nuevamente. No era aquella terre maldecida por el demonio donde casi pierdo la vida, no; se trataba de una isla muy familiar, con mucha vegetación y puertos habitados. A lo lejos se podía escuchar las campanas de los barcos que arribaban; las campanas de los que partían, ese sonido era como volver a sentirse vivo luego de todo lo ocurrido. 

Journal de conquêteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora