(Oliver)
— Me llamo Oliver. Soy un chico normal, supongo. Aunque, realmente no sé qué es normal o qué no lo es. Dios, parezco un friki total, ¿no es así? — Reí por lo bajo. — Como sea, tengo 22. Y si tuviese que decir qué es lo que más me gusta hacer en mis ratos libres, diría escribir. Poesía, para ser específico.
María y el grupo de chicas veían con aburrimiento hacia sus teléfonos, mientras el profesor de historia me miraba con cierto orgullo en los ojos. Como si no hubiese escuchado eso al menos unas dos veces en el transcurso de los años.
— Eso es todo, chicos. Que bueno verlos de vuelta en este ciclo escolar, la próxima clase empezaremos con las actividades académicas. Por ahora, haremos una pequeña actividad de integración. — Con todo y los abucheos del grupo de Nathan, el profesor Carlos aún sonrió, sacando algunas hojas blancas de su portafolio para luego entregar una a cada alumno. — Usaremos esa hoja para escribir algo bueno de sus compañeros, se conocen desde la secundaria, para estas alturas deben ser amigos ya.
Había tomado el asiento de hasta el fondo, al lado de la ventana de la derecha. El único lugar en donde se puede ver hacia el patio de la escuela. Aún sonando cliché, hay que aclarar una cosa: la escuela apesta. La única pequeña, mínima, efímera alegría que puedo tener, es ver hacia el verde pasto. Como si me llamase para recostarme en él y alegrarme el día. Pero eso no va a pasar.
Tomé la hoja del profesor, escribiendo algunas cosas al azar de los chicos de mi salón: Abril me agrada, aunque es un poco torpe y su única meta en la vida es casarse y operarse la nariz; Paola también es linda, diría yo que es la chica más lista de la clase, aunque la he visto copiar de vez en cuando; y Emilio aunque es un imbecil, es mi mejor amigo.
Así fui de poco en poco, entré halagando y criticando, hasta llenar la hoja hablando de mis compañeros.
El primer día de clases después de unas largas vacaciones es realmente aburrido, nos presentamos incluso si no hay nadie nuevo. Aunque pensándolo detenidamente, no es tan malo, porque perdemos un poco de clases: clases que podrían ser un millón de veces aún más aburridas.
En medio de mis pensamientos quejumbrosos, una molesta voz arruinó mi relativa paz y pude notar como la puerta se abrió de un golpe.
— Señor Greg, llega tarde. — Recibió tan solo un quejido pesado del impuntual, así que se limitó a suspirar. — Tome asiento por favor.
Bien, vaya día-mierda. Greg estaba en mi grupo, y lo peor de todo fue que, por su caminar pude notar que se dirigía hacia mi asiento. Las mesas al rededor de Nathan estaban casi vacías, pero sabiendo su gusto por joder, era obvio que se sentaría a mi lado.
— ¡Hey, Oli! .— Sonrió, sentándose (efectivamente) en el asiento de a lado y tirando su mochila de forma brusca.
— Oliver, Greg. Oliver. — Aclaré, tratando de devolverle la sonrisa. Aunque hubiese sido hipócrita de mi parte haberlo hecho bien. — Pensé que te habían expulsado.
— Nunca vas a librarte de mí, gordito.
— Jódete, Greg.
Carlos se acercó con otra hoja, dándosela a Greg y explicándole la "actividad". Aunque claro, era obvio que él no iba a hacerla. La dejó en el escritorio y comenzó a rayarla con garabatos. Ni siquiera le tomó dos minutos romper la esquina del papel y lanzarla con sus dedos hacia mi mejilla.
— Por cierto... ¿quieres saber por qué llegué tarde, Oli? — Negué la propuesta, me importaba un comino la vida del tipo. — ¡Bien! Te contaré porque se nota que estás muy ansioso. Estaba con una chica preciosa, a que no adivinas quién es.
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Estrellas, Demonios y Mareas
RomantizmAquel día, aquel maldito día donde me presentó a su novio. Él mismo chico que me había molestado durante años, ahora estaba cenando en mi casa. Tomando la mano de mi hermana. Mirándome con esa sonrisa coqueta suya.