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Entraba y salía de su cuerpo sin importarme si era cuidadoso o no, ella gritaba como si no tuviera un botón de apagado.
Era tan ruidosa y estaba acabando con mi paciencia.
Se suponía que tendría que llegar a clímax pronto, así que deje a un lado sus gemidos para ir más rápido y justo cuando estaba a punto de llegar una imagen apareció frente a mí.
Entonces se jodio todo, esto no iba a funcionar de nuevo.
Salí de ella sin si quiera escuchar sus suplicas y comencé a tomar mi ropa para salir de ahí.
Ella era la quinta en dos días, la quinta chica que no me hacia sentía nada, me sentía completamente vacío.
Y así había pasado con cada chica anterior, cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, su rostro aparecía azotándome en la cara.
Kang Eun Jo
- Joder. - murmuré entre dientes. Tomé mi chamarra y salí del cuarto azotando la puerta.
Caminé un buen rato tratando de pensar que hacer con tanta ansiedad.
¿Todo esto era debido aquella insulsa chica?
Esto era una reverenda estupidez.
Las calles olían a alcohol barato y quizás a muerte, nadie cuerdo vendría a este lugar, aunque yo no era cualquiera por su puesto. Conforme pasaba la gente me veía con curiosidad, pero ninguno se atrevía a siquiera mantener la mirada por más de 2 segundos.
Estaba realmente molesto y eso era peligroso la mayoría de veces, tendía a descargar mi furia en la persona que se me atravesara, así que intente no mirar a nadie y sólo seguir mi camino.
Justo estaba por llegar a aquel mugroso bar que visitaba raramente, cuando escuche un grito estruendoso en el callejón que había pasado.
Un grito que iba a pasar desapercibido en un barrio como este.
No era de mi incumbencia y tampoco me preocupaba en lo absoluto, pero...
Quizás lo que necesitas en estos momentos es derramar sangre.
Había una manada de cinco mastodontes que tenían a dos chicas retenidas sobre el suelo, su ropa estaba hecha trizas por todos lados y podía ver manchas de sangre ya regadas por el suelo.
Aclaré mi garganta lo suficiente para que pudieran notarme y cuando lo hicieron dos de ellos me vieron con interés.
- ¿Quieres unirte? - preguntó uno de ellos mientras sus manos se movían impaciente, seguramente todos estaban ya muy drogados.
- Claro. - dije sonriendo levemente y cuando me acerqué a ellos, en efecto, pude ver sus ojos que parecían a punto de salirse.