Prólogo

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Llevamos varias horas caminando por este maldito bosque. No podemos salir volando de aquí. Me pregunto quién demonios habrá puesto un hechizo antiaéreo en este lugar. Es obra de un mago de Terra, el elemento que permite controlar la tierra, ya que los primeros maestros de esta magia crearon los conjuros de este tipo, ya que se les hacía difícil combatir contra oponentes voladores. No me gusta nada esta situación, estoy seguro de que alguien nos ha tendido una trampa. Probablemente será algún grupo de ladrones, ya que dudo que una sola persona haya podido hechizar una zona tan grande del bosque. No me importa quienes sean, van a pagar caro hacernos caminar durante tanto tiempo. Koyero está hambriento. No hay demasiada comida por aquí, y nuestras provisiones se acabaron poco después de adentrarnos en este lugar, ya que pensábamos atravesar el bosque volando. Lo estábamos cruzando por el aire hasta que los músculos de nuestras alas se paralizaron y nos caímos a mitad de camino. Menos mal que no nos hemos hecho ninguna herida grave.

Por cierto, Koyero es mi mejor amigo y compañero. Es el único superviviente de una masacre realizada por una tribu de bárbaros de varias razas. Era habitante de una pequeña aldea Svart, una raza de seres parecidos a los elfos, pero con un par de alas similares a las de las hadas. Después de rescatarlo, lo apunté a la famosa Academia de Magos de Solterbem, donde los jóvenes se adentran en el mundo de la magia. Francamente me sorprendió la elección de sus elementos iniciales, que fueron Ignis, la magia del fuego, y Chaos, la de la oscuridad y el caos. Creía que, al ser de una raza pariente de las hadas estudiaría otros, como Ventus, para dominar el aire y el viento o Lux, para expandir la luz y el orden. También le enseñé a luchar con la espada. Su gran destreza con el manejo del arma me dejó perplejo, ya que en los entrenamientos combatía con gran habilidad, y él afirmaba no haber tocado antes una espada...

-¡Eh! ¡Deja de escribir y mira! ¡Por fin vamos a salir de aquí!

Koyero le quita la pluma a Argón, con la que estaba anotando sus aventuras, y señala hacia un sendero que parece conducir a la salida.

-¡No me interrumpas mientras escribo! -Protesta Argón. Mira hacia donde le ha indicado Koyero-. Parece que por fin vamos a salir de este infierno verde.

Los dos siguen el camino, hasta que los árboles se acaban y una llanura se extiende ante sus ojos. A lo lejos, se pueden observar unas torres bastante altas.

-¡Por fin! -Exclama Koyero.

-Salgamos volando de aquí. He visto las torres de Solterbem -le contesta Argón.

Ambos extienden sus alas, y despegan hacia los majestuosos edificios que se alzan en el otro extremo de la gran llanura. Allí comenzará su gran misión: combatir contra las fuerzas del mal...

Caeland: El Ocaso De La LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora