57. Muletas y enfermeras.

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Si hoy en día me preguntaran cómo definiría a Zayn Malik, fácilmente respondería que fue el placer más bonito que pude haber disfrutado.

El placer de conocerlo fue trágicamente perfecto.

El placer de haber sonreido junto a él, fue condenadamente genial.

Y el placer de mirar sus oscuros ojos, día tras día, hace que mi rostro emane una sincera sonrisa.

No lo definiría como el novio perfecto, no, él era más que eso. Era todo, absolutamente todo en una sola palabra.

Él era mi amigo; mi compañero, mi consejero y mi pañuelo de lágrimas. Era la cámara que grababa mis recuerdos junto a mí, y el libro en el cual mis sueños podía escribir. Sabía que él nunca iba a juzgarme, sabía también que siempre iba a amarme.

Él café de sus ojos representaba mi delirio, ese café que tenía la posibilidad de darte noches de imsomnio, que te quemaba con su mirada... ese café que te transmitía calor con solo mirarte.

Siempre que hablaba de él, me gustaba definirlo como el chico que mejor me ha hecho sentir, pero que peor me ha hecho sentir a la vez. Y era así, efectivamente, Zayn Malik me sacó sonrisas, como también fue el causante de que derramara lágrimas; hizo que me durmiera con una sonrisa en mi boca, pero también que me lamentara y pasara noches en vela, simplemente soltando sollozos.


Quizás el amor era así, quizás antes de el arcoiris la lluvia también venia incluida. Quizás había que sufrir un poco para gozar de la verdadera alegría... quizás en eso consistía esta injusta vida.


Tal vez esas lágrimas sirvieron para darme cuenta de que  no podía mirar a nadie como lo miraba a él, quizás a través de ese sufrimiento supe que su amor me inspiraba, su ternura me conmovía y su presencia me enloquecía. Supe que, aquella opresión en mi pecho sirvió para darme saber que no quería estar con nadie que no tuviera sus ojos, su nombre, su peinado o color de labios, ni con nadie que no hiciera las cosas como las hacía él, que no me mirara como lo hacía, o mucho menos, alguien que no me sonriera como solo él sabría hacerlo.

No quería estar con nadie más que no fuera Zayn Malik.


Las cosas sucedieron demasiado rápido en realidad; luego del incidente, la policia transportó rápidamente el cuerpo de Zayn a el hospital.

Quise haberlo acompañado, quise haber estado con él hasta el último minuto... pero desafortunadamente, no pude. Al ser la causante de la muerte de mi secuestrador, Garret, la policía me llevó a la comisaria, para declarar todo lo sucedido, y así hice. Relaté todo como realmente había pasado, desde el primer momento en que el fallecido me había secuestrado en el aeropuerto de Nueva York, me mantuvo encerrada en el abandonado edificio, por aproximádamente doce horas, quizás más, quizás menos, ya ni siquiera me acuerdo. Hasta cuando había disparado a Zayn.


A mi persona no se le atribuyó delito alguno, porque bien, sí asesiné a Garret, pero fue en Defensa propia, por lo que me dejaron libre de toda especulación. La verdad es que ni siquiera me importa. Nada me importaba para ese momento, solo él, solo Zayn.

No me importaba pasar el resto de mi vida en una oscura cárcel, con tal y saber que él estaba bien.


Luego estaba Garret; a su memoria se le atribuyeron tres delitos más: Posesión de armas no registradas, traficación ilegal de estupefacientes, y secuestro. Y si Zayn fallecía, asesinato.

Enamorando a Verónica → zaynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora