-¡Cuidado! -exclamó Sofía señalando lo que parecía un trozo de viga desprendida del techo y acomodada, finalmente, en un suelo por el que se desperdigaban otros mil trozos desgajados de aquella decrépita construcción.
-Sí, lo había visto -respondió Fidel con aires de autosuficiencia.
Sofía lo miró con gesto de cansancio ante aquella actitud que conocía muy bien. Creía que por ser 4 meses mayor que ella podía comportarse como “el mayor”, y ser siempre quien llevase la voz cantante en todos los juegos. Como entrar en aquella casa. Una decisión que no le gustaba, pero que, otra vez, se había dejado arrastrar por la insistencia de su amigo.
-Está muy oscuro y sucio. Vámonos -manifestó, asustada.
-Espera, tenemos que encontrar la habitación. Sergio dice que el mueble está ahí.
Ella le cogió la mano, buscando calmar su miedo, y él se estremeció, sintiendo aquella escena, vivida otras veces, diferente, despertando sensaciones extrañas que no lograba comprender. Asidos de la mano, esquivaron otros tantos obstáculos y giraron una esquina, la cual daba a un largo pasillo con puertas a ambos lados. Sergio aseguró entrar en la segunda puerta de la derecha, ver dentro una cómoda como la de su abuela y abrir el pequeño cajón. Fidel puso la mano en el pomo polvoriento de la puerta indicada.
-No quiero entrar ni estar aquí. Tengo mucho miedo.
-No pasará nada. Sólo quiero saber si es verdad lo que nos ha contado ese mentiroso. Luego, te prometo que nos vamos a mi casa y te invito a merendar. Mi madre ha comprado pasteles -y le brindó una sonrisa.
Sofía se la devolvió y asintió. Al fin, abrió la puerta y allí estaba. La habitación estaba totalmente limpia, con cortinas blancas relucientes y, a un lado, una cómoda oscura, sin una mota de polvo. Se acercaron. Fidel abrió el cajoncito. Dentro, una pequeña caja de madera llena de fotos antiguas post mortem: un bebé, una anciana, un joven y Sergio. Se quedaron petrificados. En ese momento la puerta se cerró de un portazo.
-¿Jugamos? -dijo Sergio con faz mortecina y vestido como en la foto, el mismo día de su muerte.
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Juega Conmigo
Short Story¿Hay algo tan inocente como un niño buscando un compañero de juegos? ¿O no...?