Capítulo XI El Precio de Amar

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Gotas de sudor corrían por mi espalda como haciendo una carrera entre ellas. Mi corazón palpitaba en mis oídos. Aún seguía arrodillada frente a Aiden, quien me miraba con terror en sus ojos.

― ¿Entonces, Peregrine? Elige, tus alas o la vida de este mundano.

Inhalé profundamente y con dificultad, llenando mis pulmones de aire con sabor a acre. No era una decisión nada fácil. No podía dejar morir a Aiden, por mucho que lo quisiera negar el era especial para mí y fui yo quien lo dejó venir conmigo. Pero por otro lado estaban mis alas, lo más preciado que tenía. No podía simplemente decir que sí y ya. Mis alas representaban más que un simple montón de plumas. Representaban mi libertad. Era mi recordatorio al mundo entero de que yo no le pertenecía a nadie, que nadie podía domarme, que era algo más que una simple nefilim a la que intentaban controlar. Por otro lado, mi extraña relación con Aiden no era más que problemas, desde discusiones y diferencias hasta el hecho de que tenía terminantemente prohibido enamorarme ―y empeoraba todo aún más, si es que se podía, que Aiden fuera un mundano―.

Todo esto estaba tan mal. Necesitaba más tiempo para pensarlo. Necesitaba respirar aire fresco, este maldito aire me asfixiaba poco a poco, irritándome la garganta y dejándome un sabor ácido en la lengua. Aiden tenía razón, no teníamos por qué haber venido a Inframundo, era peligroso. Pero yo no quise verlo, mi rebeldía y mi sed de venganza no me dejaron ver la magnitud del peligro al que nos estaba lanzando a ambos.

Se lo debía...Aún si no estemos destinados a estar juntos.

Abrí mis ojos y levanté mi barbilla y miré a Hades directo a los ojos. Mis alas salieron a la vista. Enormes. Majestuosas. Poderosas...

― Déjalo ir...―dije en un susurro.

― ¡Peregrine, no! ¡No lo hagas, Peregrine! ―gritaba Aiden una y otra vez.

La muerte acarició mis alas, pluma por pluma hasta llegar a la raíz. Su mano de huesos tomó su afilada Oz mientras con la otra tomaba con fuerza mis alas.

― Peregrine no lo hagas.

― Perdóname...

― Has amado, has odiado. Es el precio que has de pagar ―empiezan a cantar en coro todos los presentes una y otra vez, sin detenerse. Atormentándome.

― No. ¡NO! ―gritó Aiden.

Mis ojos se cristalizaron cuando el frío de la Oz me rozó. Sentí miedo, tanto miedo como nunca había sentido en mi vida. De un momento a otro, todo pasó. Mi vista se nublo y se agudizó con rapidez.

Grité con fuerza cuando la oz cortó mis alas. Grité lo más fuerte que mi garganta me lo permitió. El dolor era indescriptible. Ardía. Dolía. Quemaba...

Sentí nauseas y creí que vomitaría. Miré hacia el suelo y me encontré en un gran pozo de sangre. Mis brazos y pierna estaban llenos de ésta. Empecé a marearme y a temblar con violencia.

Sentía mucho frío, mi piel dolía. Toda yo gritaba por la pérdida. Algunas plumas se pegaron en mis hombros como no queriendo apartarse de mí. Sentía como una oleada de calor me impactaba de repente y un ardor me escocía las heridas abiertas en la espalda. El dolor estaba matándome, no lo soportaba, me estaba enloqueciendo con rapidez. Aún podía escuchar los gritos de Aiden, casi en el mismo estado que yo. Volvieron los mareos y mis brazos, que trataban de sostenerme, me fallaron y caí de cara al suelo. Empapada en mi propia sangre.

― Un trato es un trato. Llévenlo a los Portales. Y que llegue sano y salvo.

Fue lo último que escuché. Antes de que me encadenaran y me encerraran lejos de él en una celda. Y ahí me desmayé.

...

 Era de tarde ya en Atlantis. La ciudad estaba tranquila, algunos paseaban por las coloridas calles, se respiraba paz en la pequeña plaza en la que muchos se reunían para ver el atardecer. Habían pasado dos días desde que Perry se había marchado. Nadie se había preocupado por ello, puesto que ella solía hacerlo.

― Ashira. ¿Qué te parecería ir a la playa? ―preguntó Yesher sonriéndole.

― Me parecería perfecto. Estoy buscando otro amiguito para Totty, el pobre necesita otros peces para nadar. Ya su pecera está casi vacía.

― Podríamos...

Un enorme revuelo se escuchó. Alguien gritaba a todo pulmón cosas sin sentido y sin coherencia. Yesher y Ashira se miraron las caras confundidos y se acercaron a donde un tumulto de gente se reunía rodeando al desquiciado que gritaba pidiendo ayuda.

― ¡Yesher, es Aiden! ―chilló Ashira empujando a todos para acercarse a Aiden, quien seguía gritando.

― ¡Aiden! ¿Qué pasa, qué es lo que te sucede? ― le preguntó Yesher arrodillándose ante él.

― Peregrine. Peregrine está en peligro ―gritó con ojos desorbitados. Estaba en un estado de demencia total.

― ¿Dónde está Peregrine, qué le ha pasado? Se supone que estarías con ella. ¿Dónde está? ― le preguntó Ashira desesperada.

― ¡La muerte! ¡Él...ÉL LE HA CORTADO LAS ALAS! ―gritó halándose de los cabellos. Todos gritaron sorprendidos.

― Ashira, corre. Ve y busca a los Instructores. Yo llevaré a Aiden al hospital con Raven ―dijo Yesher colocando el brazo de Aiden por encima de sus hombros y lo alzó haciéndolo caminar hasta que llegaron a Raven. Y ésta empezó a examinarlo.

― ¡Lynn! ¡Trider! ¡Mason! ―gritó Ashira corriendo por los pasillos del Palacio. Sin tocar entró a la sala de reuniones donde dejó a todos sorprendidos mirándola. Tenía la cara llena de lágrimas y estaba despeinada.

― ¡Ashira! ¿Qué sucede? ―preguntó alarmada Anivia, su tía materna.

― Peregrine ha sido secuestrada por Hades.

Para cuando llegó la noche, toda Atlantis sabía de la tragedia. Peregrine Miracle, la princesa, hija de Mikael Príncipe de los Ejércitos, había sido secuestrada por Hades. Theresa y Cara no dejaban de llorar en su casa, a pesar de que todos los atlantes se habían enterado de lo sucedido con Peregrine y les llevaron comidas y obsequios, ellas no salieron.

Por otro lado, Yesher no se había apartado de Aiden, quien aún tratado, no se había recuperado del traumático evento. Había dejado de gritar, pero aún seguía en ese estado febril. Sus pupilas se habían dilatado casi hasta volver sus ojos en delgados anillos verdes. Susurraba cosas incoherentes y tenía la vista fija en la puerta. Y empezó a agitarse cuando ésta se abrió.

― ¿Cómo sigue? ―preguntó Ashira.

― Raven dice que su estado es delicado, está fuera de peligro. Pero estuvo expuesto a la sangre de demonio. Lo que explica su fase de demencia. ¿Qué han sabido de Peregrine?

― Peregrine. ¡Peregrine! ―gritó Aiden respirando agitadamente. Yesher se acercó para acostarlo de nuevo y hacer que se calmara.

― Han enviado a nuestra tropa junto con Trider y Mordall. Es un viaje largo y peligroso. Así que probablemente vuelvan mañana...

― Pobre Perry...―dijo Yesher abrazando a Ashira quien empezaba a llorar de nuevo.

...

Todo había salido acorde al plan, Hades hace unas horas había despedido a una tropa de nefilims que habían venido a buscar a Peregrine, probablemente era una de los suyos. Sonriente merodeaba por los pasillos de su morada. Hasta detenerse en una fuente de agua. Con unos cuantos cánticos, logró crear un Vortex. Un antiguo portal de magia negra que se usaba para comunicarse desde una dimensión a otra.

El vórtice empezó a girar entre nebulosas hasta formar una imagen clara. Hades satisfecho se acaró la garganta.

― He hecho lo que me pediste. Peregrine Miracle está... incapacitada.

La Guardiana de Atlantis | INLUSTREM #1 Copyright ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora