La tragedia

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Era una tarde de enero, el sol brillaba en lo más alto del cielo, el viento fresco y agradable soplaba desde el sur, convirtiendo el verano en una estación fascinante. Gretel, una joven hermosa y divertida, reía a carcajadas por una travesura que había jugado a su hermano, mientras corría por el campo tratando de escapar de su castigo. Corrieron durante largo tiempo hasta caer rendidos en el pastizal.

—¡Ya me las pagarás! ¡Te lo juro! —gritó el hermano.

—Lo siento... —contestó inocente.

—Bueno, Gretel creo que ya es hora de volver a casa. ¿Una carrera? —preguntó en tono amenazador, para luego echarse a correr.

—¡Gabriel... espérame! —gritó suplicante, tratando de alcanzarlo.

—Este es tu castigo. Ahora nunca más podrás alcanzarme ni jugar bromas conmigo —contestó jugando.

Gretel no quería perder contra su hermano de ninguna manera, pero el cansancio la venció. Se quedó parada en medio del campo, tratando de recomponerse, mientras veía a su hermano alejarse cada vez más. Finalmente, se dio por vencida y caminó tranquilamente hasta la casa. Minutos antes de llegar, escuchó un ruido muy fuerte, similar al de un disparo. Esto la asustó bastante, así que se dispuso a correr para ver qué ocurría. A medida que se acercaba, sus latidos aumentaban, sus piernas temblaban y el miedo se apoderaba cada vez más de ella. Gretel comenzó a ir más despacio, sin saber qué le esperaba al llegar a casa, pero presentía que no sería nada bueno.

Un momento antes de ingresar a la casa, alguien la detuvo, le tapó la boca con las manos y la escondió detrás de un gran muro. Sin embargo, ella se asustó tanto que terminó haciendo un gran ruido, alertando sobre su presencia. Ya escondida, se dio cuenta de que la persona que la detuvo era su hermano.

—¿Qué está sucediendo? ¿Dónde están nuestros padres? ¿Por qué nos escondemos, Gabriel? —preguntó muy asustada.

—Yo tampoco entiendo nada, pero debes calmarte. Ya se han percatado de nuestra presencia. No podremos escapar los dos juntos, sin embargo, al menos uno debe vivir. Debes escapar. Yo los distraeré.

—¿Qué? ¡No! No, Gabriel, no me iré sin ti. Por favor, por favor, no me dejes. ¿Qué está pasando? No quiero que hagas nada. No dejaré que te sacrifiques para salvarme. ¡Iré yo! —respondió decidida, con lágrimas en los ojos, comprendiendo la situación en la que se encontraban.

—Hermanita, te amo. Siempre te amaré. Vive por los dos. Debes vivir. Sé feliz... que nada de esto amargue tu vida. —dijo, mientras se alejaba corriendo hacia el interior de la casa, creando así una oportunidad para que Gretel pudiera escapar.

Minutos después, Gretel escuchó varios disparos, confirmando así el trágico desenlace de su hermano. Ella quedó estática, tan atemorizada, horrorizada y triste que no pudo moverse del lugar donde se escondía. Parecía desconectada de todo, totalmente en shock. Cuando los que efectuaron los disparos se retiraron del lugar, Gretel los vio salir y logró ver el rostro de más de uno de ellos. Permaneció sentada en la entrada de la casa durante varias horas, mirando al vacío, perdida en sus pensamientos y en sus recuerdos más felices, hasta que los disparos resonaron en su mente, devolviéndola a la realidad.

Con mucho temor y dolor, finalmente, entró a la casa. Caminó por los largos pasillos, encontrándose con manchas de sangre por todos lados. Sentía que sus piernas ya no le respondían, pero quería seguir, debía llegar hasta donde estaban sus padres... y así fue, hasta llegar al gran jardín, que ahora se había convertido en un cementerio lleno de cadáveres. Sus padres, sus hermanos, sus tíos, sus abuelos, sus primos, los trabajadores de la casa, todos... todos habían dejado esta tierra. Desde ahora, estaría completamente sola. Lloró durante horas abrazando los cuerpos ya sin vida de sus seres queridos, hasta que ya no le quedaron lágrimas y recordando las últimas palabras de su hermano, tomó sus cosas y se marchó, dejando a sus muertos descansar en paz.

Caminó varios kilómetros sin rumbo fijo. Solo quería alejarse de allí. Sabía que los que aniquilaron a su familia tal vez la daban por muerta, pero no podía confiarse. Debía cumplir la última voluntad de su hermano. Se sentía triste y culpable por abandonar a sus padres y hermanos sin haberlos enterrado, pero no podía seguir allí. No era seguro. Las horas ahora pasaban muy lentamente, la noche parecía interminable. Ella estaba asustada, no tenía un lugar donde pasar la noche, y el dolor la inundaba aún más. Finalmente, encontró una casa muy bonita y enorme en medio de la nada. Se adentró en los jardines sin que nadie la viera y allí encontró un banquito donde se acurrucó para descansar un momento y tratar de dormir, pues le esperaba un largo día.

En la mañana siguiente, Gretel despertó en medio de un hermoso jardín. El sol ya se alzaba al cielo imponente, los pájaros cantaban sin cesar y las flores deslumbraban con su belleza. ¡Qué sublime era ese lugar! Se respiraba tanta paz allí. Gretel, aunque se sentía tan triste, estaba tranquila en ese lugar, pero pronto debía dejarlo, antes de que los dueños la descubrieran. Embelesada con la belleza que la rodeaba, no se percató de que alguien se acercaba furtivamente.

—¿Quién eres? —preguntó amablemente.

—Oh, yo... —trató de encontrar las palabras adecuadas, pero estaba tan sorprendida y asustada que terminó delatándose.

—Lo siento, no debí invadir su propiedad. —respondió apenada.

—No pasa nada. ¿Estás en problemas?

—Algo así. No tenía un lugar donde pasar la noche. Caminé durante varias horas y no encontré ningún hotel. Luego vi esta casa, y fue como una bendición. Estaba tan cansada... lo siento, usted no tiene por qué escuchar mis problemas.

—No te preocupes. Si necesitabas un lugar donde pasar la noche y lo encontraste, está bien. No estás haciendo nada malo, ¿verdad?

—¡No! ¡Lo juro! No vine aquí a robar —respondió rápidamente.

—¡Ves! No pasa nada. Mira, si necesitas quedarte aquí por más tiempo, hazlo. Solo no debes permitir que otras personas aparte de mí te descubran, ¿de acuerdo? —comentó sonriente, sosteniéndole la mirada.

—¿De verdad? ¡Gracias! Muchas gracias. No creí encontrar buenas personas por aquí, pero veo que me equivoqué. Gracias. —contestó muy conmovida por la amabilidad del chico al que apenas conocía.

—No tienes nada que agradecer. Solo me doy cuenta de que estás necesitando ayuda, y si permitiendo que te quedes aquí, hasta que resuelvas tus problemas puedo ayudarte, lo haré con mucho gusto. Además, no sé por qué, pero me inspiras mucha confianza. Por cierto... no nos hemos presentado aún. Mi nombre es Matías y el tuyo es... ¿? —preguntó curioso.

—Soy  Ariana. Mucho gusto. —mintió—. 

—El gusto es mío. Tienes un bonito nombre. Bueno, debo irme. Deben estar esperando por mí para el desayuno. Nos vemos luego, Ariana. —pronunció su nombre con tanta ternura que la conmovió.

—Hasta luego. —respondió nerviosa.

La mañana estaba hermosa. Gretel decidió salir a caminar por los alrededores. Debía pensar seriamente en lo que sería su vida de ahora en adelante. Tenía un poco de dinero que había estado ahorrando durante todo el año para pagar un viaje a casa de sus tíos en el extranjero, cosa que ya no sería posible. También había tomado las joyas de su madre y dinero de la caja fuerte de su padre, lo que le serviría para sobrevivir durante unos meses. Aun así, debía elaborar un plan. Tenía que estar preparada para todo. Además, quería volver a estudiar. Siendo menor de edad y sin sus padres, esto sería difícil. Además, no traía identificación y, aun si la tuviera, no le serviría de nada, pues tal vez la declararían muerta muy pronto.

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⏰ Última actualización: Apr 02 ⏰

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