Kagome lo miró sin saber que decir, sin dudas Sesshomaru le parecía hermoso, incluso angelical, y si no amara a Inuyasha no dudaría un segundo en aceptar la petición, la sonrisa arrogante de Sesshomaru resultaba tentadora y sin dudas esos finos labios se veían deseables.
- No sé muy bien cómo va el trato entre ustedes, si tendré que pagar algo solo dímelo - murmuró el ojidorado a lo que la joven negó con la cabeza.
- Sesshomaru - susurró la mujer antes de suspirar sonoramente, no sabía que decir, sus sentimientos estaban claros, pero no sabía cómo rechazar tal proposición sin ser muy hiriente.
- Estoy dispuesto a hacer lo que sea por ti - aseguró suavemente, acercándose a la joven todo lo que la mesa permitía.
- Yo...etto...no - tartamudeaba sonrojada la joven tan solo deseaba en ese momento ser comida de un gigantesco monstro, aunque bien sabía que era algo imposible y que debería solucionarlo sola.
- Solo una noche, tan solo eso necesito para sacarte de mis pensamientos - susurró como analizando la situación.
Inuyasha había sido "atrapado" por Kikyou quien deseaba "preguntarle" sobre su padre.
- Entonces te casaras - indagó repentinamente por lo que el ojidorado la miró fijamente confundido - Etto...esa niña cree que te casaras con ella - explicó mordiéndose los labios.
- Aún no lo sé, quizás - comentó Inuyasha jugando con la paciencia de la mujer.
- Cariño yo sé que no lo harás porque me amas - aseguró - además veo a tu hermano muy interesado en ella y por lo visto a "tu princesa" no le resulta indiferente - comentó.
Inuyasha miró en dirección a la mesa y se molestó al ver a Kagome sola con Sesshomaru, por lo que agarró lo primero que tenía en frente y se apresuró a volver junto a la joven dejando a Kikyou con su veneno en la lengua. Sesshomaru lo vio acercarse por lo que guardo un sepulcral silencio, Kagome soltó un gritito al sentir una mano en su hombro, sentía que la descubrieron haciendo algo malo.
- ¿Estás bien mi amor? - preguntó Inuyasha extrañado.
- Sí, tan solo me asustaste - susurró.
- Solo se teme cuando se está haciendo algo malo - aseguró Inuyasha - aunque yo sé que tú no harías nada malo mi amor - comentó ácidamente, tanto que los pelos de la joven se erizaron. Inuyasha se sentó a un lado de la joven, la tomó por el mentón y capturó sus labios en un beso lento, tomó el labio inferior y lo mordió dejando una pequeña marca roja en este. Kagome amaba esa costumbre que Inuyasha tenía de marcarla cada vez que hacían el amor, con alguna mordida pequeña o moretes en el cuello, pero nunca antes había hecho algo semejante fuera de la intimidad por lo que extrañó a lo joven.
- Te muerde como un salvaje y luego niegas que ha sido él quien te golpeó - comentó Sesshomaru.
- Creo que no pueden vivir sin mí en la compañía, me ausento un día y llaman desesperados - comentó el Señor Taisho sonriente miró a sus hijos en su nueva batalla de miradas y suspiró sonoramente - ¿me perdí de algo? - indagó.
- Tan solo una escena deplorable de tu primitivo hijito, pero como nunca me creerías, es tonto que te lo cuente, - aseguró parándose y caminando serenamente unos pasos.
- Hijo no almorzaras - preguntó el señor Taisho elevando la voz para ser oido.
- La cara de baka de tu hijo elimina mi apetito - aseguró antes de continuar su camino.
Inuyasha miró a la azabache quien rehuyó de esos ojos dorados que leían cada gesto suyo y comió cabizbaja, estaba cansada, anteriormente había anhelado que llegara el día del campamento ahora tan solo rogaba por que acabara, odiaba a Kikyou, a todas las mujeres que se burlaban de ella, a Renkotsu y a Sesshomaru por sus tontas propuestas, a Bankotsu por sus malas intenciones, a Naraku, todo era tan difícil, parecía como si todo siempre conspirara contra ella por lo que se dedico a almorzar en absoluto silencio.