NICOLAS
(Nicolas).
—Es tu cuerpo —le dijo Bianca, sentada en sobre los azulejos, frente a ella.
Estaban en el cuarto de baño de la habitación de Bianca —Annie le había dicho a su madre que algunas chicas se juntarían en casa de Laura, para ver una película y pasar la noche—. Sobre una toalla blanca, estaban las tres jeringas... listas para ella. Annie no quería mirarlas; sus ojos azules, enrojecidos por el llanto, estaban clavados en una esquina del limpísimo baño.
—Es tu vida —siguió Bianca.
Con las lágrimas escurriéndole por las mejillas, Annie asintió, sin mirarla; así era... eso mismo ella le había dicho una y otra vez a su hermano.
—¿Por qué tienes miedo? —le preguntó—. ¿Por qué dudas?
La rubia no respondió. Su labio inferior tembló.
—¿Es por Angelo?
Annie torció un puchero y, finalmente, la miró a los ojos.
—Él cree que-e es su bebé —tartamudeó.
—¡No es un bebé!
La rubia la apoyó, sacudiendo la cabeza.
—Y aún si lo fuera... está dentro de ti, de tu cuerpo, y él no puede decidir--
—Lo sé —la interrumpió Annie—. Lo sé... pero creo me culpa. Yo-o no me bebía la-as--
Bianca meneó su cabeza de un lado a otro, como si dijera «ahí vamos de nuevo con eso», como si estuviera ya harta de escuchar la misma estupidez.
—Ok —la muchacha torció un gesto de cansancio—. ¿Él te responsabiliza del embarazo? ¡Ok! ¡Pues que se lave las manos y te deje hacer lo que haga falta para arreglarlo! —Annie abrió su boca, como si fuera a replicar algo, pero Bianca no se lo permitió—: ¡Ya, ya sé que no va a hacerlo! Lo que quiere, es obligarte a gestar y parir, a ser madre, te quiere cambiar la vida y es todo, ¿no? ¡Qué fácil!
—No es eso... —Annie intentó excusar a su hermano (Angelo no estaba yéndose por ése lado); tenía el rostro entero enrojecido por el llanto, pero no tanto como las quemaduras que ya se había hecho bajo los ojos y los poros de la nariz, secándose las lágrimas que se negaban a parar—. Y... sí. A-ambos sabíamos que esto po-odría ocurrir.
Bianca se rió.
—¡Él está loco! Aceptar tener sexo no significa aceptar un embarazo y mucho menos parir —aseguró.
Pero quizás Annie no la escuchó, ella seguía temblando, mirando a otro lado, dentro de sus pensamientos.
—Está preocupado por mí y... dice que-e también es su derecho —murmuró. Sus lágrimas le caían por la barbilla fina.
Bianca se sintió frustrada y la cogió por ambas mejillas para que la mirara de frente. Annie se sintió sorprendida y, aunque intentó soltarse, su amiga no se lo permitió y la obligó a clavarle la mirada en sus ojos oscurísimos.
—Escúchame bien —le ordenó—: nadie, absolutamente nadie, tiene "derecho" sobre el cuerpo de otra persona y mucho menos a decidir el rumbo de su vida: ni tus padres, ni tu pareja, ¡y mucho menos un conjunto de células! ¡Imagínate si fuera así! —la soltó finalmente y, aunque Annie respiraba cada vez más rápido, no desvió sus ojos (ni su atención) de ella—. ¡Incluso los cadáveres tienen derechos sobre sus cuerpos!
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Ambrosía ©
General FictionEn el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1.- Un postre dulce. 2.- Un aroma delicioso. 3.- El alimento de los dioses griegos; el fruto de miel...