Río a carcajadas mientras sigo avanzando, mi alma ahora flota entre mandolinas curiosas.
Jamás imaginé tan singulares sauces, hechos de nubes con olor a frutas y acrisolados rubores.
La brisa comienza a desabrocharme los botones para ser ella quien me cobije las espaldas.
Hoy todo es alegría, danzo al compás de una melódica copla junto a violáceas mariposas.
Se me acerca un duendecillo, con su carita vaporosa, me viste de azaleas y me besa la boca.
Jugueteamos juntos entre rojizas cascadas en las que tibios amaneceres fluyen y nos cantan.
Esponjosas rebanadas de arcoíris bañadas en néctar de cereza animadamente saboreamos.
De la mano él y yo ágilmente correteamos, nos perdemos en la niebla de lapislázuli y verbena.
Una lluvia de níveas castañuelas resuena en el horizonte, dándonos así una gran bienvenida.
Nos abalanzamos sobre una montaña de azucaradas trufas que suavemente nos atrapan.
Amigables ninfas de azafrán y canela revolotean entre mis cabellos y me acarician la cabeza.
Un iridiscente polvo de estrellas nos envuelve mientras contemplamos el atardecer en la pradera.
Arráncole los pétalos a una delicada margarita, mientras en silencio le pregunto por mi porvenir.
¿Será este gallardo elfo quien sea perpetuamente de mi corazón el único y legítimo dueño?
La respuesta no tarda en llegar, sus brazos envuelven mi cintura mientras al oído me susurra.
Sonriendo me propone que sea yo su reina, y con gran algarabía afirmativamente le contesto.
Un increíble coro de miles de canarios magistralmente entona una armoniosa marcha nupcial.
Mientras la luna llena nos observa, solemnemente prometemos amarnos por la eternidad.
Hermosas hadas del bosque nos van mostrando el camino hacia nuestro nuevo hogar.
Contigo a mi lado nada temo, desde que llegaste a mi vida, cada día más dichosa me siento.