2. Hibiya

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Ikebukuro, cerca del barrio de Shinjuku

19 de julio, por la noche

En busca de algo interesante que hacer, no importaba de que se tratara, y aprovechando la ausencia de su compañero, Hibiya salió del lujoso hotel en que se hospedaban desde varias semanas atrás, no sin antes quitarse la corona y capa que solo utilizaba para fastidiar a Delic. Últimamente el Alterno se aburría con bastante frecuencia pues Delic no parecía tener ánimos para hacer nada más que ir al trabajo y luego tenderse en la cama durante el resto de la tarde. Hasta el momento, Hibiya no había perdido la cuenta de los días que habían pasado desde la última vez que intimaron. 11 días para ser exactos, lo que solo hablaba del rápido decaimiento de su compañero.

Frustrado y encontrándose lo suficientemente alejado de la residencia de Sakuraya y Shitsuo como para visitar a Delili, el caballo que a regañadientes le había conseguido Delic, el principito se paseó por las calles de Shinjuku. Paseaba por ahí a sabiendas de que, de acuerdo con los rumores más recientes, no corría el riesgo de toparse con el famoso informante, que puede siguiera batiéndose en duelo con Roppi (el Alterno por quien Hibiya sentía mayores recelos).

Sin embargo, alguien mucho más desagradable que Izaya Orihara y Roppi juntos le salió al encuentro. Mirando a través de sus inquietantes ojos rojos, el recién llegado se acercó a Hibiya, sin olvidarse de sonreírle ampliamente. Sonrió aunque estaba muy lejos de no parecer amenazador, menos aun cuando se encontraba ataviado como si fuera...

–¿Pero a quién tenemos aquí? –empezó a decir dando vueltas alrededor de Hibiya. Al hacerlo, su anticuada ropa negra ondeó sonoramente–, ¿te has aburrido de aquel playboy?

Hibiya no dijo nada porque el otro, mucho más alto que él, aunque no tanto como eran los clones de Shizuo Heiwajima, le daba un poco de miedo.

–¿Eh? ¿No vas a decirme nada? –preguntó Izetsuki, ladeando la cabeza e inclinándose un poco, hasta quedar a la altura de Hibiya. Doblado de rodillas, los contrastantes ojos de los Alternos se encontraron, donde el par dorado pareció temeroso del otro.

–¿Qué quieres? –preguntó Hibiya, cruzándose de brazos. ¡Cómo extrañó a Delic en esos momentos...!

–Saludar. Zetsu quiere ser amable.

–Pues, entonces, hola.

–Ja, ja, ja. Para creerte un noble, eres muy descortés. Me recuerdas al maestro. Pero, según he oído, no tendremos que preocuparnos más por él. Al final, el pueblo se alzará contra el tirano, ¿no? ¿Estás detrás de esto, principito? Dímelo –dijo Izetsuki, acercándose aún más a Hibiya. Al segundo le pareció que la ropa del Alterno estaba teñida, en algunas partes, por una sustancia de color rojo, pero ya seca, fuera lo que fuera.

Dándose cuenta de la inquietud de Hibiya, Izetsuki rio socarronamente y no tardó en marcharse. Solo cuando se aseguró de que se hubo alejado lo suficiente, Hibiya se relajó y volvió a respirar con normalidad. No perdió tiempo en regresar al hotel, deseando que Delic volviera pronto del trabajo que tenía en la tienda de música que tanto les gustaba a él y Psyche; por su parte, a Hibiya siempre le había parecido mucho más atractivo cabalgar sobre el lomo de Delili.

Durante el camino, Hibiya reconoció que no podía pasar por alto las advertencias de Izetsuki, aunque él hubiera sido el portador. Aunque creado a su imagen, Hibiya no conocía al maestro, pero estaba seguro de que hacerlo enojar solo haría que las cosas empeoraran para todos los Alternos. Se decidió a informar, a través de su intermediario, lo que había escuchado.

Barrio de Shinjuku

21 de julio, por la madrugada

Tras regresar de cumplir el pedido mandado por Hibiya, el Alterno se encontraba abstraído por completo en la música retro que estaba escuchando y que aliviaba el dolor que sentía en todo el cuerpo. Tan sumido estaba en la misma que, por poco, Delic no se percata de la presencia de Shizuo Heiwajima, el auténtico monstruo de Ikebukuro.

Los Alternos de IkebukuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora