"A las dos de la madrugada en la Sala Común."
Le pasé la nota a Sirius por debajo de la mesa en Aritmancia. Me miró e hizo una bola con el papel. Garabateó algo ilegible en su libro. Le miré frunciendo el ceño y escribí al lado del garabato "escribe mejor por el bien de mi vista".
Entrecerró los ojos dispuesto a escribir una respuesta, pero dibujó dos sillones junto al fuego y a dos personas hablando. Encima de cada uno escribió nuestros nombres y unos signos de interrogación. Ahora fui yo la que rodó los ojos. "Sólo era para que lo supieras" escribí.
Volví mi atención a lo que decía el profesor, no sin antes mirar al resto de la clase. Un par de personas como Lily, Remus y London atendían como si su vida les fuera en ello, pero el resto de la clase estábamos a cualquier otra cosa. James, sentado al otro lado de Black, se estaba limpiando las uñas con la pluma. Miré con repelús los trozos de tierra y otras sustancias que iba dejando en la mesa y decidí centrarme en otra cosa que no fuera la clase. Abrí el libro por la última página, y nada más hacerlo, Sirius agarró su pluma y empezó a dibujar.
Dibujó una lechuza con todo lujo de detalles pese a estar usando una pluma. A su lado escribió "Lechuza a la fuga". Cogí su libro y dibujé a un monigote con la camisa y la corbata en condiciones y añadí arriba su nombre, a lo que él contestó con su peculiar caligrafía "antes muerto que bien vestido". Ambos libros acabaron hechos un desastre de tinta fresca y dibujitos.
Entramos a clase de Transformaciones y lo primero que hizo la Profesora McGonagall fue lanzarle un embrujo para que la camisa permaneciera en su sitio el resto del día.
-Maldición. -masculló Sirius al darse cuenta.
-Es inútil, señor Black. -dijo ella mientras se dirigía a su escritorio- y haga el favor de ponerse bien el cuello de la camisa. A todo esto, ¿Qué cree que les pasó a las lechuzas?
Se acomodó en su sillón de profesora y nos miró a ambos por encima de sus gafas de montura metálica.
-No lo sé, profesora. Debería preguntarle a Aerys.
-¿Por qué? -pasó a mirarme más a mi, a lo que yo respondí hundiéndome en la silla expectando la respuesta de Sirius.
-Porque ella entiende mejor a los pájaros.
Sólo James entendió la broma, que hundió la cabeza entre sus brazos ahogando la risa.
El resto de Gryffindor y Ravenclaw nos miraba pidiendo explicaciones de la broma, pero la profesora lo cortó inmediatamente con el siguiente tema del trimestre.
Pellizqué la pierna de Sirius con fuerza mientras lo miraba enfadada. Él gimió un poco y pasó a intentar dormirse encima de la mesa. Bostezó en silencio y se frotó los ojos antes de cerrarlos. Últimamente nos quedábamos despiertos hasta tarde hablando de cualquier cosa y le estaba pagando factura. Me sentí un poco culpable.
Después de comer y de estar separados en Estudios Muggles, vino hacia mí un poco apenado.
-Aerys, tenemos que cancelar nuestros planes para esta noche.
-Pero, ¿Por qué? -pregunté afligida. Tenía pensado guiarle a través del Bosque Prohibido hacia mi casa y presentarle a los centauros.
Negó con la cabeza.
-Lo siento, pajarito. Otro día.
Se despidió de mi con la mano y volvió con sus tres amigos sin invitarme a unirme a ellos. Hablaron en voz baja y luego se escabulleron por el pasillo.
Pasé el resto de la tarde sola, en la biblioteca. Trataba de buscarle una explicación lógica a su rechazo pero simplemente no la encontraba. Era la primera vez que Sirius cancelaba nuestros planes. Incluso a la hora de la cena se mostraba distante conmigo. No es que fuéramos novios o algo por el estilo, pero todo el mundo sabía que de alguna manera estábamos juntos.
Tomándome un baño en los aseos de chicas, me convencí de que no era un buen momento para volver a la lechucería si no quería parecer sospechosa. Peeves andaba pululando por ahí para exculpar su preciada reputación ante tal acto de bandalismo. Volví a nuestro cuarto y me puse el pijama, resignándome a una noche solitaria. Me quedé dormida frente al fuego ardiente en un mullido sofá de motivos rojos.
-No hace falta que vengas, Sirius. Si lo de Aerys es importante, realmente prefiero que...
-No te preocupes Remus. -cortó Sirius.- Quiero acompañarte.
-A liarla parda. -exclamó Peter desde la entrada.
Tres pares de pies se pusieron en camino hacia el tapiz mientras que uno se quedó delante mío.
-He olvidado algo arriba. Os cojo más tarde. -susurró Black en dirección a sus amigos.
-No tardes. -le aconsejó James antes de cerrar la puerta. Inmediatamente después, se arrodilló a mi lado y zarandeó un poco mi hombro.
-Aerys, despierta.
Entreabrí los ojos y me encontré con Sirius a medio palmo de mi cara, lo cual no fue del todo desagradable. Su olor a colonia y ropa lavada era todo un lujo para mis fosas nasales.
-Creía que te irías con ellos. -murmuré.
-Y así es, pero tengo un regalo para ti.
Me incorporé en el sofá para mirarle bien. Sacó un bulto de detrás de su espalda y me lo puso en el regazo.
-Qué suave. -exclamé al apreciar su tacto.
-La he hecho yo. -dijo henchido de orgullo masculino.- Es para tu problema de luminosidad. Anda, pruébatela.
Me ayudó a levantarme y a atarme la capa a los hombros.
Era negra y rozaba el suelo. Muy suave y liviana pero a la vez resistente y tupida, era perfecta para el invierno.
-¿Por qué me regalas una capa, Sirius? -pregunté con un deje de desconfianza.
Rodó los ojos y se metió las manos en los bolsillos en un gesto de humildad.
-No digo que debas seguirme, pero si quisieras hacerlo, ésta sería la mejor forma de pasar desapercibida por la noche. Además -añadió-, está confeccionada para que quepan tus alas dentro y si te pones la capucha entera, verás a través de la tela.
Lo probé y en efecto, veía como si no llevara nada.
-¿Estás seguro de que quieres que vaya?
-Puede ser peligroso, pero creo que deberías saber ésto. Acompáñame. -me ofreció su mano y la acepté.
Bajamos juntos en absoluto silencio al jardín y hacia la caseta de Hagrid con las manos entrelazadas. En el último momento nos desviamos y pusimos rumbo al sauce boxeador. Seguimos andando un buen rato hasta llegar a la denominada "Casa de los Gritos", donde abrió la puerta y entré tras él.
Quería preguntarle de qué iba todo aquello, pero se puso un dedo en los labios para pedirme que guardara silencio. Llegamos al segundo piso donde cada vez los ruidos eran más intensos. Dentro de la habitación se oían gruñidos y rasguños. Me ordenó que subiera un piso más arriba e intenté no delatar mi posición en las crujientes escaleras de madera. Le vi transformarse por primera vez antes de cerrar la puerta. Los mismos ojos oscuros pero distinto cuerpo. Ahora era un perro tremendamente grande, algo maravilloso y cautivador a la vez.
Asomada al balcón, vislumbré la silueta de una cornamenta y la clara figura de un hombre lobo. En ese momento no supe interpretarlo hasta que volví a ver a Sirius como animago. Al cabo de un rato salieron de la casa y pusieron rumbo a Hogsmeade. Vi partir a aquella extraña comitiva a través del frío nocturno, e incluso percibí los ojos de Sirius mirándome a través de la niebla.
Volví al castillo volando y entré a través de la ventana de Gryffindor. Aquella noche dormí en la seguridad de mis mantas y arropada por aquella maravillosa capa.
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{Sirius Black} Un ángel en Hogwarts. TERMINADA.
FanfictionLevanté la vista y me topé con unos ojos negros como la noche sin luna. Contuve el aliento. Todo mi mundo se paralizaba entre nosotros. La criatura más hermosa que había podido contemplar se hallaba ante mí, oscura y absorbente como un espacio vacío...