Ven, te quiero hablar

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Ven, te quiero hablar.

Vuelve a caminar.

Vamos a jugar al juego en el que yo era tu princesa.

Ven, hazlo por mí. (Ven hazlo por mi)

Vuelve siempre a mí.

Verlo, oírlo, sentirlo... Eso le bastó para darse cuenta que no era una obsesión, aún lo amaba pero él... ¿Qué sentía ahora por ella? ¿Sería el amor que le expresaba cuado entraron a trabajar juntos? ¿La amistad nacida en los años de la universidad? O peor aún... Nada.

Volvió a la casa a limpiar el desorden, cansada por su día laboral y la presión sentimental, se dejó caer en el sillón donde él estuvo sentado, en realidad no se fijó en ello y cerró los ojos tocándose la cabeza ¿De verdad podría con todo lo que estaba pasando? Necesitaba darse una ducha e ir a la cama, bajó su mano para apoyarse y poder levantarse, sintió algo bajo su mano; recogió un papel, era una tarjeta... era de él.

¿Lo llamaría? ¿Podría tragarse su estúpido orgullo y lo citaría para decirle la verdad de su estadía en ese lugar? No, lo que menos quería era verse como una idiota desesperada pero... Podría citarlo para charlar ¿no? Así como había ocurrido hacía unos momentos...

Otra vez es jueves y no se ha decidido a hablarle, en el trabajo tuvo un día duro y su mayor deseo es dormir pasivamente. No hay lugar cerca del apartamento para estacionarse y deja su coche a una cuadra, camina descalza con los tacones en la mano y al llegar a la entrada lo ve a él recargado en la puerta con la chamarra que le regaló en Navidad.

— ¿Qué haces aquí? —

— ¿Quieres tomar un café? —

— Solo déjame cambiarme de zapatos —

¿Qué si seguía cansada? ¡Claro! Pero no deseaba desperdiciar esa oportunidad, tal vez la única que tendría para enfrentarse al azabache. Durante esa semana, se había dado cuenta que era el momento de darle fin a todo eso para desecharlo de su mente para siempre.

— ¿Subirás descalza? —

Vengo así desde hace un rato no veo... ella había abierto la puerta principal y vio como él se encontraba dándole la espalda y sus manos pasaban por su espalda - ¿Estás seguro?

— Solo sube —

Subió las escaleras con ella a cuestas, la pelirroja lo sostenía con fuerza, no por que desconfiara de él, sabía que Sasuke podía cargarla sin problemas pero sería la última vez que se aferraría a él de esa manera.

Al llegar frente a la puerta, el celular de él sonó, haciendo bajar a Karin, mientras él atendía la llamada, ella abría la puerta y con un ademán lo invitó a pasar.

Botó la bolsa de mano al primer sillón que vio, él colgó y entró a la casa mirando que ella se dirigía a una puerta.

— ¿Puedo usar tu cuarto de baño? —

Aún con la mano en la perilla lo volteó a ver, el baño de invitados estaba hecho un asco, por muy pequeño que fuera, no había tenido tiempo de limpiar por completo el apartamento, le daba vergüenza que lo viera y pensó en su baño personal que no estaba tan mal.

—Si—, con su mano pidió que la siguiera y abrió la puerta—. Perdona el desorden.

El entró al tocador, ella abrió el armario y se puso unos zapatos bajos, recordó que al entrar había dejado los tacones junto a la puerta y volvió por ellos. Al volver, se halló de espaldas al cuarto para guardar las zapatillas en el armario, al voltear, él estaba tras ella... silencio, sus blanquecinas manos se acercaron al rostro de ella y con dulzura la quitó los lentes.

—Ya estoy lis...—

Dejó caer los lentes al piso y sin previo aviso la tomó por la cintura y juntó sus labios con los de ella.

Sorprendida, no pudo reaccionar hasta notar la respiración de él que chocaba contra su rostro, los suaves labios que besaban los suyos subiendo de intensidad... el corazón se le aceleraba, sus ojos se cerraban correspondiendo tan anhelado beso.

Las manos de él subieron desabotonando el saco café sin dejar de besarla, la prenda cayó y sus manos bajaron al pantalón de vestir.

¿Por qué el hacía eso? ¿Por qué el volvía a encender la llama que ella intentaba apagar desde hacía tiempo? ¿Por qué no podía evitar meter las manos en la chamarra para quitársela?

El móvil de él volvió a sonar, ella quiso separarse para dejarlo contestar pero él la detuvo, no dejó de besarla, con una mano la pega contra su cuerpo y con la otra sacaba de su pantalón sacó el celular. Sasuke echó una mirada al aparato, era un mensaje, lo leyó y lo regresó de donde lo sacó.

—Sasuke esto...—

—Di no y no insistiré—. Decía entre besos conduciéndola a la cama—. Si no, no lo arruines.

Si, ese era Uchiha Sasuke, de pocas palabras, directo al grano, poco expresivo y para muchos... frío. Odiaba que él fuera así, por que aún cuando ella considerara alguna característica de él como defecto y le preguntaran qué cambiaría de él, su respuesta sería "Nada", si, nada, sin una sola de sus características ya no sería Uchiha Sasuke, el hombre a quien amaba.

Sobre su pecho sentía el acelerado corazón del azabache podía gozar del roce de su piel con la de él, oía los gemidos del Uchiha combinarse con los propios formando la dulce melodía del placer y sin duda, percibía en cada una de las acciones de Sasuke el mensaje que no diría en palabras: "Te extrañé"

ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora