I - Viaje Peligroso

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Lorena ya estaba preocupada con la falta de noticias de sus familiares. Hacía semanas que su marido, hijo y nuera habían sido convocados para una misión y desaparecieron sin dar noticia alguna. Ella aún estaba en casa de su tía abuela, en Costa Rica, sentada en el porche al lado de Sophia y Helen en un banco, perdida en pensamientos. Desde el lugar donde estaban, era posible ver las montañas con toda su belleza nativa.

— ¡La visión de este lugar es maravillosa! – Comentó Helen, pero Lorena ni siquiera percibió. Jadeante, se levantó inquieta y le dio voz a sus pensamientos.

— ¡Ay Dios mío! No consigo dejar de pensar dónde estarán ellos ahora. Podían estar aquí con nosotros, aprovechando las maravillas de este lugar, pero no; están preparándose para una guerra de la que nadie ha oído hablar. ¿Oh Señor, será que están corriendo peligro?

— Mamá, siéntate aquí en esta mecedora y relájate. Tenemos que esperar. Desgraciadamente, no podemos resolver todos los problemas de este mundo. Merko, Nícolas y Zara son adultos y listos; sabrán lidiar con cualquier cosa. – Sophia miró al horizonte y sonriendo, continuó – Ahora relájate, respira y mira el mar azul. Ve como es bonita la naturaleza aquí.

Helen cogió la mano de Lorena y la hizo sentar a su lado. Después puso su mano sobre el rostro de la abuela haciéndole una caricia, como si con ese gesto pudiera apaciguar su mente. Lorena se sintió bien con ese mimo.

— Escucha el canto de las aves, parece una sinfonía. Dan ganas de quedarse oyéndolo por horas. Oye, mamá, qué bueno es. Hasta dan ganas de dormir...

En ese momento, la dueña de la casa entró en el recinto sonriendo. Traía una bandeja en las manos.

— ¿Queréis beber algo? Ya son las cuatro y un buen té siempre ayuda a la digestión – sugirió Doña Isabelita, la tía abuela de Lorena.

Ella era una de los pocos parientes que Lorena tenía. Todos los otros, incluidos sus padres, ya habían muerto. La tía siempre le pedía a la sobrina nieta que la visitara y, esta vez, la visita prolongada le había agradado mucho. Si dependiera de ella, la estancia de Lorena y las chicas podría durar toda la vida.

— Gracias tía. Sí que quiero. ¿Y vosotras, niñas?

— Yo también – dijeron las dos en coro, y empezaron a reír.

Lorena miraba a las chicas mientras tomaban el té. Aunque el lugar fuera maravilloso y la compañía de su tía también, pensaba que era hora de volver a los Estados Unidos. No había nada en la prensa sobre cualquier señal de peligro y las muchachas tenían que volver a los estudios. Veía las noticias en la televisión y leía los periódicos regularmente, intentando descubrir si algo peligroso o alguna guerra se acercaban, pero no había cualquier indicio de peligro. Mientras ella vivía allí, en un pánico desconocido, todos llevaban una vida normal en Los Ángeles. Lorena, incluso, empezó a pensar que había algo equívoco en la historia que Merko le contó.

— ¿Sophia, has hablado con tus amigas en las redes sociales? – Intentaba así descubrir si sus desconfianzas eran infundadas.

— Sí mamá.

— ¿Cómo está nuestro país? ¿Hay alguna señal de guerra o invasión?

— No mamá. Ya les he preguntado a ellas y me han dicho que todo sigue normal por allá. Nadie ha oído hablar nada sobre una posible invasión. Me está pareciendo muy extraño todo esto...

Helen y la tía Isabelita sólo oían a las dos conversar, sin emitir opinión.

— No podemos quedarnos aquí simplemente esperando por algo que puede ser sólo una sospecha. He llamado también a algunas conocidas y no hay nada nuevo ocurriendo por allí. Mientras tanto, Merko, Nick y Zara están tardando demasiado para darnos noticias. ¿Sabes qué? Me parece que es mejor que volvamos.

— Estoy de acuerdo mamá – dijo Sophia, ansiosa por volver. – A pesar de recibir las materias de la facultad por e-mail, siento falta de la convivencia social. Además de eso, tengo muchos trabajos prácticos de Ingeniería Ambiental que debo hacer.

— También quiero volver, abuela. Estoy muy atrasada en la escuela y va a haber mucho deber de casa que tendré que hacer cuando vuelva – Helen también sentía añoranza del hogar.

— Nada es mejor que una buena explicación de los profesores en la facultad cuando tenemos dudas – Sophia mostró su preocupación.

— Creo que la única persona que no quiere que partáis soy yo. Asumo que voy a echaros de menos mucho – dijo doña Isabelita, con lágrimas en los ojos, ya presintiendo la partida.

Lorena, inmediatamente, la abrazó y le agradeció la buena hospitalidad que ella les proporcionara acogiéndolas en su casa.

— ¡Entonces está decidido! De aquí a tres días volveremos a casa. Será el tiempo de arreglar el equipaje y los pasajes – decidió Lorena, sin imaginar el peligro que estarían corriendo así que volvieran. – Yo también quiero irme por otro motivo: tengo que ir al médico, estoy sintiendo unos dolores extraños en los huesos. Eso sin contar que parezco estar con unos bultos en las axilas, en ambos brazos. Ya he perdido casi 7 kilos, aun con la comida maravillosa de la tía. Estoy sintiéndome preocupada...

— Sobrina, tienes que cuidarte, puede ser algo peligroso. Así que lleguéis, busca un médico y, por favor, dame noticias. Tú siempre estás cuidando de todos y te estás olvidando de ti misma. ¿Te duele por debajo de los brazos?

— No, tía.

Lorena sentía una frustración acumulándose dentro de su alma.

"¿Qué motivos tendría el mundo para volverse contra mí? ¿Será que voy a morir en breve?" – Su mente se llenó de pensamientos sombríos.

Helen consiguió sentir la tristeza repentina que se apoderara de su abuela y se acercó, abrazándola. Usando solamente la telepatía, dijo:

"Te vas a poner bien, abuela. Para todos los problemas hay una solución en esta vida. A veces viene de donde menos nos lo esperamos."

— ¡Qué extraño, parece que he oído tu voz dentro de mi cabeza! Comentó Lorena impresionada. Mirando a la nieta.

— Debe ser el cansancio a causa de todo este malestar. No te preocupes, todo se va a resolver, sobrina – dijo doña Isabelita.

Helen asintió, pues tenía esperanza de ver a su abuela curada. Imaginó que su madre y su abuelo, por ser personas del futuro, tendrían una solución para el problema de Lorena.

Sophia miró a su madre con una mirada preocupada y Helen pudo percibir un clima de tensión en las mujeres que conversaban en aquel momento. Se acordó de una palabra que ya leyera en los libros de la escuela y oyera en los noticiarios de la prensa.

"Cáncer...", pensó.

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Los Hijos del Tiempo 3 - La Batalla de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora