Tic, tac. Tic, tac.
Que pare ya. Odio los relojes de cuco.
El ambiente de la casa del Dr Bumby no era para nada agradable ni cálido. Los numerosos niños indeseados y huérfanos, como yo, que rondaban por allí, con letreros colgados del cuello, obviamente numerados, eran más espeluznantes que mis pesadillas.
― 10 años en el psiquiátrico Rutledge acaban con el tiempo de cualquiera... ― escuché susurrar a alguien.
Mis pasos resonaban por el pasillo del que acababa de salir. La pintura de las paredes estaba desconchada, y el techo se caía a trozos. Y lo peor era la madera del suelo, de un olor nauseabundo y totalmente ruidosa al pisarla.
Me entretuve mirando al suelo y los pies que pasaban cerca. Algunos descalzos, otros con calcetines, otros con mocasines.
Me dirigí directamente a las escaleras, que bajé de un salto mal calculado, acabando en el suelo de cabeza. Me levanté, ajena a las sonrisitas infantiles y las miradas reprochantes de el personal de la casa.
Corrí hacia la enorme puerta de madera, la abrí utilizando toda mi fuerza y salí. De repente, sentí como el aire fresco me acariciaba las fosas nasales.
Siempre noto como olor a quemado, ni siquiera yo sé por qué.
El ambiente en las calles era totalmente distinto al de la casa de huérfanos del Dr Bumby.
― El cambio es bueno. Es el primer paso para olvidar los recuerdos improductivos ― susurré para mí misma, atenta a la mirada de las personas que circulaban a mi alrededor.
En mi paseo me encontré con un gato blanco, que maullaba y me miraba con inquietud. Decidí seguirlo.
― Parece que seguir criaturas peludas hasta extraños lugares se está volviendo un pasatiempo. Espero no aficionarme ― reí sola, por lo bajo.
Después de tantos sucios y feos callejones de Londres, acabé en una especie de plaza totalmente desértica. No había signos de vida, aparte del gato, que ya no lograba ver.
Giré mi cabeza a la izquierda, luego a la derecha.
Se está acercando. Ya casi te tiene. Detrás. ¡No, delante! A tu lado. Su pezuña te va a tocar. Corre por tu vida. Ya está rozándote. Detrás de ti...
Sentí una mano fuerte en mi hombro, dándome la vuelta bruscamente. Allí estaba la enfermera Whittless. Su nariz era respingona y gorda, llena de pecas y su pelo canoso caía desordenadamente en un moño rápido.
― Por mi célebre liguero...¡si es Alicia Liddell! ¿otra vez por los barrios bajos?
― ¡Enfermera Whittless! Qué suerte. Dos veces en unos meses ― dije por lo bajo.
― ¿Has salido sola? Pareces agotada querida, ¿te encuentras bien? Ven a casa, te enseñaré mis palomas...son aves hermosas, como tú.
"Mejor no" quise decir. Pero en un abrir y cerrar de ojos me hallaba subiendo las escaleras de su azotea, llena de jaulas de palomas enfermas de lepra y otras cosas, como heridas grotescas. Nada mejor que ver esto después de comer, dije con una minúscula sonrisa, para luego enmudecer al verla gesticular horrorosamente.
― Enfermera Whittless, ¿me hará daño? ¿me devolverá al psiquiátrico? ― solté hecha un manojo de nervios.
― No te aseguro que no...
Me dio la espalda en medio de aquella elevada azotea, casi destrozada por el peso que tenía que soportar. Se escucharon unos graznidos propios de un cuervo y luego algo parecido al sonido de una cucaracha siendo aplastada.
― ...Tengo tanta sed que se podría cortar con un cuchillo...Necesito un trago...tengo el gaznate seco...
Al darse la vuelta, sus facciones ya eran casi imposibles de reconocer. Sus ojos, ahora de el tamaño de dos gigantes media lunas brillaban con lujuria y deseo de carne. Sus manos eran más grandes de lo normal y unas pezuñas sobresalían en vez de uñas. Retrocedí, llevándome las manos a los oídos y empezando a gritar, a la vez que todo se volvía negro...y caía...y caía...y caía.
― Son unas aves hermosas...como tú.
― Ve al País...de las Maravillas.
― ¡Mató a su familia!
Un montón de voces recorrían mi cabeza, violando mi intimidad desdichada, recubriendo todos los escasos lugares en los que mi cordura parecía intocable. Pero no.
Abrí mis ojos, ahora rojos de llorar, a la vez que empezaba a reconocer el terreno que iba a tocar. Porque estaba cayendo a toda velocidad. Sentí una fuerte presión en el pecho, y me encogí, formando una bola con mi cuerpo. Palpé mi collar, apretándolo fuerte entre mis dedos sucios de mohín y hulla.
Gracias a mi vestido, acabé flotando lentamente, para luego caer sobre un prado verde. Lo que menos me impresionó fue las piezas de dominó flotantes y los árboles hechos de un material increíble. Me levanté a duras penas, aún con palpitaciones, y observé mi alrededor lentamente.
― Al menos, este lugar donde he aterrizado me es familiar. Si no me equivoco...
Frente a mí una forma felina se iba materializando. Sus orejas gatunas y su afilada dentadura ya parecían moverse. De un salto, Cheshire se posicionó frente a mí.
― ...El valle de las lágrimas. Ya iba siendo hora, Alice. ― terminó la frase.
― ¡Maldito gato! ¡No intentes mangonearme! Estoy muy atacada.
― Perffffecto ― ronroneó, con una psicópata sonrisa ― Cuando no lo estás, no nos sirves de mucho.
Me basto yo sola para asustarme. No me ayuda, pero puede hacerlo. El gato de Chesire ayuda a quienes lo necesitan. Tenía la esperanza de huir de todo esto. pensé, mirando a una mini oruga ser devorada por otra más grande.
― ¡Abandona esa esperanza! ― me leyó la mente ― Una nueva ley rige el País de las Maravillas. Por aquí se lleva la justicia severa. Aquí corremos peligro.
► Nota de autor ◄
➜ ¡Nueva portada! ¿Qué os parece?
➜ He cambiado la sinopsis, aun no esta editada del todo, puede que le ponga un par de detalles para poder basarme en ciertas cosas en el futuro.
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Alicia - Domando la locura
FantasiHace once años un terrible incendio se llevó a la familia de Alice y la dejó gravemente traumatizada. Poco después fue confinada en el asilo Rutledge, donde luchó para enfrentarse a sus demonios introduciéndose en su fantástico País de las Maravilla...