Mi escape!

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No hay problema... no existe ningún problema. Yo puedo ir a la fiesta sin armar escándalo, pasar desapercibida, y volver a casa con una sonrisa intacta. Lo puedo hacer y nadie me lo va a impedir.


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-¿Entonces si estás segura de poder ir?- Shey aclaró la garganta- Es decir... de querer ir.
-Claro que si.- sonreí- Y si algo malo pasa, ya se que me mejor amiga me ayudará en cualquier momento. ¿Verdad Shey?
-Claro, cuenta conmigo- se vio nerviosa al pensar en el simple hecho de formar un mal trío. De soportar un drama- Pero nada saldrá mal. Lo sé, es mi fiesta y lo tendré bajo control.


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Hasta parece que sus palabras fueron sacudidas por un enorme sonido. La fiesta. Alguien había corrido la voz y se colaron algunos invitados que ni siquiera eran de nuestra escuela. Pero entraron con el pretexto de que ellos también querían festejar el inicio de clases.
Vasos de colores chillones estaban por toda la sala, los pasillos y hasta en el pobre baño, que tendría que ser remodelado al día siguiente por completo.
Cuando crucé de la entrada, hacia el pasillo principal, no podía creer lo que veía. Las chicas con tops diminutos hasta al punto de creer que ni sujetador traían. Con shorts y minifaldas que no dejaban mucho espacio a la imaginación. Empiezo a sentirme fuera de lugar con mis pantalones negros y mi blusa abotonada de cuadros azules. Me veía pequeñísima con mis zapatos de piso azules, a diferencia de los tacones de casi diez centímetros que pasaban a cada rato con sus respectivas dueñas.
Al fondo veo a una pareja haciendo de todo públicamente y del otro veo a dos chicos algo pasados de alcohol haciéndole al tonto para atraer a la bajita del top azul cielo.
Busco por todos lados a Sheyla y veo que está en una esquina platicando con Antonio. Me acerco con una sonrisa en el rostro y los saludo a ambos.


-¿Qué tal eh?- pregunta Sheyla orgullosa de su trabajo- Soy muy buena para esto de organizar fiestas.
-Sí claro- dejé que mi sarcasmo se notara- Sobre todo porque hay chicos ebrios en tu sala haciendo de todo, y tal vez los vecinos llamen a la policía.
-Vaya, ni por una fiesta dejas de ser una pesada- suspira irritada- Como sea, vas a ver que si insistes, en un rato más empiezas a divertirte.
-Muy bien.- me senté en la pequeña barda de concreto.- ¿Y Rafael?
-No lo sé, hace tiempo que dijo que iría con Nicola.- me miró de una manera divertida.- ¿Quieres que los vaya a buscar?
-No gracias.- golpeé nerviosa con mis pies la barda.- Diviértete, no busques gente.
-Está bien, voy por algo de tomar- se retiró un poco- ¿Vienes?
-No gracias.- sonreí.- Solo tráeme una coca cola en un vaso.
-En un rato jefa.- se rió y desapareció entre la gente.-


Suspiré y de nuevo me encontré sola entre la gente. Admirando a los extraños personajes que pasaban a lado mío. La música llegaba desde unos altavoces enormes que le habían prestado a Sheyla unos amigos. No está nada mal. La música.
Comienzo a mover la cabeza al ritmo que se escucha y tarareo la canción, y que no me sé l letra. ¿Y quien se va a saber lo que dice PSY en esa rara canción?
Estoy entretenida mirando a los dos chicos ebrios tratando de mantenerse de pié mientras saltan en un intento de crear su coreografía. Me rio sonoramente aún con la música tan fuerte. De pronto siento que alguien me observa. Agacho la mirada hacia un lado y veo que Nicola está encantado también con los chicos que bailan, o hacen el intento por no caer.


-Lindo...- se burla- ¿Quién le dijo a ésos que ese baile era bueno? Por favor, yo puedo ganarles.
-¿Qué haces aquí?- pregunté a la defensiva-
-Pues Sheyla me invitó- bajé de la barda dispuesta a irme, a huir.- No te vayas.
-¿Por qué no he de hacerlo?- me comencé a molestar- No creas que no he olvidado lo que me hiciste.
-Angie...- suspiró-
-No, no digas nada, no quiero escuchar tu versión basada en engaños. –Alcé la mirada e hice como si buscara entre los invitados- ¿Vienes con Francesca? ¿Dónde está?
-No, no vine con ella.- se puso algo serio- Sheyla me dejó claro que no la quería aquí. Y yo tampoco tenía pensado invitarla.
-Vaya.
-Aquí está tu bebida.- llegó Sheyla justo a tiempo.- Me voy ¿Si? Se que no cumplí mi promesa, pero esto es de vida o muerte. Antonio está solo.
-Aprovecha, claro que te dejo ir.- le sonreí- Puedo arreglármelas sola.


Sheyla desapareció de nuevo con una sonrisa enorme. Yo me volví a Nicola y el trataba de decirme algo, me di la media vuelta y seguí caminando.


-Espera Angie- me detuvo del brazo- En serio tenemos que hablar.
-No tenemos nada de que hablar ¿O es que no te ha quedado claro?
-Está bien.- estiró la mano- Dame eso.
-¿Eso qué?
-Eso...- señaló mi baso. - No quiero que bebas.
-¿Ah no quieres?- sonreí- Pues esto no tenía nada más que refresco. Pero me acabas de dar una idea.


De nuevo me di la media vuelta y me fui rápidamente a la mesa de bebidas. Un chico se estaba haciendo pasar por tabernero. Le di mi vaso y le vertió una gran porción de un líquido amarillento transparente.


-¿Esto es lo que no querías?- le di un gran trago- Ahhh... justo lo que necesitaba.
-Deja eso.- trató de quitarme el vaso, pero fui más rápida, lo aventé hacia unas chicas que no lo dejaron en paz. Cuando se volvió hacia mi, me encontró riendo y con un vaso de casi quinientos mililitros, vacío.-Angie, no hagas eso. ¡En serio!
-Ah, ¿Ahora te preocupas por mí?- dije algo mareada- Déjame decirte algo Porcella. Ya no necesito de tus cuidados.


Tomé un vaso al azar de la mesa y pude notar su sabor algo fuerte, que me quemó la garganta por dentro. Nicola intentó retirarme de la mesa, pero yo me soltaba de su agarre como si fuera una niña pequeña. Aturdida, mareada y extrañamente feliz.


-Vete...- rogué- No haré nada malo, lo prometo.
-No te voy a dejar.- acarició mi mejilla y me perdí en sus ojos azul- ¿Sabes lo que te pueden hacer los chicos aprovechándose de tu estado?
-¿Cómo lo hiciste tú?- reí- Claro... en vez de estar algo... ida, estaba hecha una estúpida por ti. Por tu forma de ser, de actuar, de mirarme... de todo.
-¡Nicola!- creí que no la habían invitado a la fiesta, pero ahí estaba. Francesca.- Nicola ven, quiero presentarte a alguien. Hola Angie.
-Hola Francesca.- sonreí falsamente y me dirigí a Nicola susurrándole- Anda... ve con ella, sube las escaleras, en la segunda puerta a la izquierda. Ahí puedes hacerle lo que me hiciste a mí a principios del verano.


Me miró serio y algo dolido. Molesto, arrepentido, enojado. Yo a éstas alturas ya no me reconozco. Me siento extrañamente bien. Me alejo y lo dejo con sus problemas. Poco después me acerco a la barra y pierdo el control. Lo que parecía una fiesta divertida, se está convirtiendo en una especie de escape.


Continuará...

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