Capítulo 4

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La reunión fue lenta, tediosa y, como cosa extraña -sarcasmo-, Helen no entendió ni pío de lo que se discutió. Sin embargo, no lo demostró ni por un momento, se le daba muy bien eso de disimular.

Y honestamente, su fuerte nunca ha sido el maravilloso mundo de la matemática. Claro, si sabía que "Pi" a parte de ser una letra del alfabeto griego, era la constante 3,14 y que al sumar dos más dos daba igual a cuatro; pero lo de ella era el color, la música y las esculturas. No las estadísticas y mucho menos la atención al prójimo. Algo llamado torpeza, ¿recuerdan?. Además, ¿Desde cuando un caballete y un taller es compatible con un escritorio y una oficina, más allá de sólo ser un hobbie?

Para Helen no era un Hobbie, era parte de su vida, de si misma; reflejaba su personalidad. Y ahora su vida eran números, cuentas, informes, gráficas... ¡STOP POR FAVOR!. Como efecto secundario de la reunión, Helen no podía conciliar el sueño. Se revolvía una y otra vez en la pequeña cama que aún conservaba las sábanas de flores algo vintage, sin poder poner en mute sus pensamientos escandalosos.

— No puedo seguir así, ¡YA DUÉRMETE!- El tic-toc del reloj de pared con forma abstracta y muy pintoresco, era un estrés a parte de ser un constante recordatorio de que el tiempo pasaba y ella seguía sin dormir.—Se supone que debes despertarte temprano, Helen. ¡DUÉRMETE YA!— y dicho esto su cabeza era víctima de almohadazos.

La noche pasó en un abrir y cerrar de ojos literal. Se hicieron las 6:00 a.m y Helen solo pudo dormir un total de 3 horas con 27 minutos y 8 segundos. Optó por salir al patio a respirar un poco de aire fresco y llenar sus poros con la vitamina D que ofrece el Sol. Una vez lo escucho decir a la directora del colegio.

—Si te levantas temprano como a eso de las seis de la mañana, procura ponerte al sol y absorber la vitamina D, ya que es muy buena para el rostro.

Lo irónico es que la querida, muy querida Directora, tenía cierto parecido con el antiguo sofá de cuero de la abuela Alizia: Rústico, Viejo y muy arrugado.

—Helen, ¿a qué juegas? ¿eres sonámbula?

Gretta pinchaba a su hermana mientras ésta despertaba, en el césped, con su bata de conejos, pantuflas de cerdo y sus trenzas para dormir.

—Hmm... ¿Qué hora es, Gretta?

—Las 11:30, ya vamos a almorzar. ¿Qué haces aquí, hermana?

—¡MIERDA!

Gretta se hizo a un lado mientras Helen se levantaba a toda velocidad y corría hacía su habitación. Gracias a la muy espléndida y reconfortante noche que pasó, olvidó por completo que su papá la había citado en la compañía a eso de las 12:00 del mediodía para ir a almorzar con los ejecutivos y así familiarizarse poco a poco con ellos.

Con un milagro grande de la vida y gracias al Señor, Helen logró llegar a las 11:58 a la oficina del Señor Hunter Vrasko. Era una pequeña oficina en un edificio, de esas que tienen una pequeña recepción, cuatro diversos escritorios en pequeños cubículos y al final del pasillo, el despacho del jefe que en efecto, era su Padre; todo en impecable, pulida y barnizada madera.

—Helen, a pesar de ser tan torpe, te las ingenias para poder llegar a tiempo. Pasa, estamos a punto de salir a comer, pero necesito que firmes estos papeles.

—Está bien, papá.

La comida prometía ser rápida y muy sabrosa. El lugar elegido por la comitiva, era un restaurante de esos elegantes-pero-no-tan-elegantes. Había ejecutivos, manteles blancos, los cubiertos se veían de acero inoxidable con decoraciones finas y las servilletas eran de tela. Aún así, el lugar era pequeño y tenía cierto contacto con el exterior que daba gusto y confort, no tanta elegancia ni exclusividad.

La recepcionista, el joven de estadísticas, el otro joven de recursos humanos, la secretaria del señor Vrasko, el señor Vrasko y Helen; compartían una misma mesa mientras discutían sobre la muy irregular y poco común alergia a los moluscos y crustáceos de Helen debido a la paella que el grupo de la oficina pidió en colectivo.

—Oh, Helen, es una lástima que algo tan exquisito sea tan malo para tu salud. Pero de eso se trata la vida, de la variedad de las cosas que encontramos en ella. Y aprender a ser uno mismo.

Cuanta profundidad, cuanto intelecto y sabiduría.

Me impacta su alto coeficiente intelectual, Señorita Secretaria. Nunca sospeché ni por un minuto de que habría sido una de esas frases sacada de un famoso libro de crecimiento personal o de parábolas diversas.

Helen se guardó el comentario para sí misma y sólo le dedicó una sonrisa cordial a la señorita secretaria de falda corta y cabello extra lacio artificial y falso. Y hablando de personas falsas y artificiales...

—Buenas, disculpen la demora, tuve algunos asuntos que resolver.

En un abrir y cerrar de ojos el chupa medias había llegado a la mesa como una hermosa ironía de la vida.

Eso explica la silla vacía al lado de la secretaria.

El famoso Pit chupa-medias-más-falso-que-la-economía-estable-de-Venezuela tomó su respectivo asiento y le dedicó una muy pícara sonrisa a la Señorita de-señorita-no-tengo-nada Secretaria.

¡Esos dos tienen un historial! ¡Que sinvergüenzas!

Y por alguna extraña razón Helen se sintió incómoda, su mente tenía mucha actividad ese día.

—¡Pero miren nada más quién se nos ha unido ya! —. Pit y su sonrisa pícara junto a su buen humor bien practicado, prestaron toda su atención a Helen. —Hasta ahora, no has tenido ningún inconveniente con las puertas, ¿verdad?.

Y de repente el destello pícaro y juguetón de sus ojos pasó a un brillo inusual de malicia y burla malintencionada.

ESE HIJO DE....

—Oh, para nada. Y si eso hubiese pasado, al menos estaría aquí a tiempo.—Las manos de Helen a pesar estar sudorosas, estaban blancas de tanta presión que ejercía en la copa de agua que tenía debido a su ira contenida y muy mal manejada. Toma y calla.

—Realmente, tuve un pequeño inconveniente en la mañana. No pensé que el tiempo fuese tan importante para ti. Aunque prefiero mil veces la delicadeza y manejo de las cosas, no lo brusco y el descontrol, tú sabes, mantenerme siempre en orden y evitar accidentes involuntarios.

La sonrisa victoriosa de Pit fue el detonante de la ira de Helen. En un dos por tres, la copa de agua no soportó la presión ejercida, convirtiéndose en diversos trozos de cristal dispersos por la mano ensangrentada de Helen y el mantel de la mesa del restaurante. La cantidad de trozos de cristal era equivalente a la multitud de ojos que contemplaban aquella escena.

Despertó la ira Hell-en

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⏰ Última actualización: Oct 31, 2017 ⏰

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